«El independentismo no tiene nada de izquierdas ni progresista»

Entrevista a Carmen Claudín
Carmen Claudín
Carmen Claudín

Estudió filosofía en la Sorbona. Analista política, especializada en el espacio postsoviético. Investigadora asociada del CIDOB, donde fue Directora adjunta. Conocedora a fondo del marxismo, ha publicado un libro sobre Lenin y la revolución cultural.

¿Por qué sorprende el ramalazo independentista en Cataluña?

Yo llegué por primera vez a España en verano de 1964, el año en que empezó el proceso de la expulsión de mi padre y Semprún, pero yo entonces no lo sabía… Estaba emocionadísima por conocer por fin ese país que decían que era mío… Pero no fue hasta 1976 cuando me instalé en Barcelona con Pere. Hasta entonces, yo seguí viviendo en Francia e iba de vacaciones a España, alternando Madrid y Barcelona, que siempre fue mi ciudad preferida, porque le notaba una mayor liberalidad, más avanzada… Como cualquiera de izquierdas, formada en el marxismo, tenía un anti-nacionalismo muy arraigado. En Cataluña descubrí que una cosa es el nacionalismo agresivo, excluyente, y otra una identidad nacional (uno de los vectores que, evidentemente, articulan el nacionalismo) que podía ser dialogante, liberal, ilustrada… Y que se podía no solo convivir con eso, sino trabajar a escala política, social. De repente, con el “Procés”, toda esta realidad que yo conocí, y que sigo pensando que en algún lugar está, empezó a resquebrajarse de manera brutal. Lo que más reprocharé siempre a los independentistas es la forma abrupta y completamente irresponsable con que han fracturado esta sociedad, en la que vivimos.

Cosa que, de ningún modo, reconoce el discurso “procesista”, que sigue manejando la antinomia Cataluña-España como vector único del conflicto…

Ellos dicen que la ruptura en Cataluña es propaganda del PP. Pero yo, que soy totalmente de izquierdas, digo que es totalmente cierto. Hay que ser ciego o hipócrita para no verlo. Y si fuera independentista con dos dedos de frente sabría a qué atenerme en relación con nuestra sociedad, en lugar de negar la realidad. Creo que hay algunos líderes (tal vez Junqueras) que han empezado a percibir esto. Pero, objetivamente, han fracturado esta sociedad. Todos, todos nosotros, conocemos rupturas en nuestro entorno. Y cuando esto ocurre sobran las estadísticas. Familias, amigos de toda la vida que han dejado de hablarse, colegas en el trabajo que prefieren callarse…. Y todos sabemos cómo los independentistas se dedican a copar entidades, instituciones…, y de forma absolutamente no democrática.

Persistir en el no reconocimiento de la pluralidad catalana, con todo lo que ello conlleva, podría acabar desembocando en el estallido de un conflicto civil de aún más graves consecuencias…

Niegan la polarización de la sociedad catalana porque siempre es más cómodo negar la realidad. Durante un tiempo, claro. Porque llega un momento en que eso se autodestruye porque la realidad se impone. Y también porque supone ponerse en cuestión a sí mismos. Resulta más fácil achacar todos los problemas de Cataluña (que, efectivamente, como cualquier sociedad los tiene) al agente exterior. Echar la culpa a Madrid, entendido como el Estado español, es lo más sencillo. No es esto patrimonio exclusivo del nacionalismo catalán. Siempre lo han utilizado gobernantes, países, y líderes de todas las latitudes. Pero en Cataluña se está haciendo a saco. Si reconocieran que están partiendo la sociedad supondría asumir que algo no lo están haciendo bien, y que, efectivamente, hay una parte de la sociedad que no está de acuerdo con lo que están haciendo.

En cualquier caso, hay quienes niegan la condición de catalanes a los “charnegos”, a quienes no hablan en catalán, no votan a partidos nacionalistas…

Utilizando una encuesta (que quizá sería conveniente actualizar) sobre los apoyos con que contaría la celebración de un referéndum pactado y legal, que arrojaba un resultado masivamente a favor, han concluido que eso expresa un apoyo a la independencia. Esto, en el contexto del discurso nacionalista, acaba siendo entendido así por la gente. Y también hay independentistas (quizá no todos) que sostiene que los de “esa otra Cataluña” no son catalanes. En primer lugar, está lleno de catalanes de toda la vida que están contra del “Procés, y respecto a los “otros catalanes”, que los líderes independentistas digan si esa gente va a seguir contando con la ciudadanía y la pertenencia a Cataluña o no, con la independencia. Porque si les niegan la pertenencia ahora se la tendrán que seguir negando después. Y se quedarán con la mitad de la población.

¿Por qué todo esto?

Hay una conjunción de factores. Hemos hablado de los independentistas, pero no se puede entender la situación en Cataluña sin tener en cuenta la visión aún centralista en España. Todo el tema del Tribunal Constitucional, cuando tumba el Estatuto, ha influido mucho en el “Procés”. Una barbaridad desde el punto de vista político, que irrita a mucha gente y que utiliza a su favor el nacionalismo. Con ello se junta el descontento creciente con la crisis económica, evidentemente. Y una huida hacia adelante, para dejar en segundo plano todos los temas de corrupción. Al entonces presidente Mas se le va de las manos, pero hay una conjunción de personas pragmáticas y hasta cínicas que, de forma irresponsable, utilizan esto y se desencadena un proceso con vida propia.

¿La izquierda catalana, con tanta solera, quizá no supo calibrar en su justa dimensión lo que se venía cociendo en el nacionalismo, u optó por hacer como el Avestruz?

En Cataluña se vivía una lucha política como en Madrid o Sevilla. Convergencia era el partido de centro derecha, quizá más liberal que un PP, que no cuajaba. Cuando Pujol dijo aquello de que es catalán quien vive y trabaja en Cataluña, yo pensé “chapeau”. Esto es una definición cívica y es lo que se ha destruido. La izquierda nunca tuvo que contar con el eje nacional como uno de los ejes vertebradores de la política catalana. Algo de eso hubo siempre, pero se entendía que había una forma “laica” de ser catalán. Que eso era lo normal. En este panorama, más complicado era entender un partido como Esquerra Republicana, que para mí siempre ha sido un partido nacionalista. Lo de izquierda no lo entiendo. Creo que es un partido raro. Los otros dos partidos de la izquierda eran los “laicos”. Podías, supuestamente, ser más de izquierdas si eras de Iniciativa, pero nunca ha existido entre ellos una discusión sobre qué es ser o no ser catalán. En cambio, sí sobre políticas sociales, económicas…

Uno de los efectos más visibles del “Procés” ha sido la destrucción de las formaciones políticas en Cataluña, incluidas parte de las que han participado del frente nacionalista. Ahora les toca a los Comunes…

Sigo sin entender a los Comunes. No puedo comprender su relación con la estructura institucional, y no quiero decir si están haciendo bien su trabajo en el ayuntamiento de Barcelona o no. No es tanto eso, como el tardar tanto en entender que el funcionamiento institucional tiene una lógica propia, independientemente del partido político que lo gestione. Si quieres hacer llegar tu mensaje político hay que utilizar muy bien la maquinaría institucional. Los Comunes han estado demasiado tiempo haciendo lo que los franceses denominan pédaler dans le yaour. En relación con el “Procés”, me parece una auténtica barbaridad lo que han hecho los Comunes. Porque si algo hay que pedir a un político es claridad. Y lo que se puede demostrar es su crítica al españolismo, al nacionalismo español, a Madrid… siempre ha sido infinitamente más feroz, articulada, constante, coherente…, que con el independentismo. La confusión que esto genera es algo que no puedo aceptar. Porque creo que no hay nada de izquierdas, ni progresista en el independentismo.

¿No parece que los Comunes son una de las expresiones más acabadas del izquierdismo, entendido como enfermedad infantil del comunismo, tal como dijo Lenin?

Lo veo más en Podemos, aunque hay una fracción de los Comunes que son claramente esto. También hay una parte que son federalistas y consecuentes con la tradición de la izquierda. Como yo, seguramente hay mucha gente que se pregunta que votar en las próximas elecciones. Ada Colau me produjo una impresión muy positiva, pero no se puede entender su papel en relación con el “Procés”. Y la izquierda, en general, la veo mal, en España y en Europa. Al principio, Podemos me irritó mucho, sobre todo en relación con el discurso en el que se calificaba de “nuevo” algo que a mí me sonaba como el túnel del tiempo. Una impresión muy fuerte de déjà vu, tanto en relación con el comunismo histórico, como con mayo del 68, que yo viví. Ya lo habíamos dicho. Yo quiero algo distinto El que hay que acabar con la injusticia lo han dicho tantos y desde hace tanto tiempo… Lo que hay que adecuar a los tiempos que vivimos es el cómo.

 

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