Entrevistas en el barro

Lo resumía bien Iñaki Gabilondo en su día y lo recordaba recientemente Àngels Barceló: “No puede ser más importante el entrevistador que el entrevistado”. Las entrevistas de Pablo Motos y Ana Rosa Quintana al presidente Pedro Sánchez buscaban eso, elevar la figura del entrevistador por encima del entrevistado, una mala praxis que debería incorporarse al temario de periodismo como ejemplo de lo que en ningún caso debe hacerse. Les ha faltado salir como los indios americanos con pinturas de guerra. Ambos, desde el minuto uno, han buscado el cuerpo a cuerpo, confundiendo la entrevista con el cara a cara y su papel de entrevistadores con el de adversarios. La tentación era responder a la primera pregunta como hizo el actor Robert de Niro en una entrevista hace años: “Me gustan las entrevistas cortas, ¿te parece que acabemos ya?”. Lejos de eso, Sánchez, que sabía a lo que iba, pedía más barro.

El colmo es que, aparte de no hacer bien tu trabajo, te salga el tiro por la culata, como es el caso. La idea de Motos y la de Quintana era la de exhibir superioridad y dejar en ridículo al entrevistado, noqueándolo en vivo y en directo. Ellos tenían las preguntas, elaboradas con tiempo y recursos por sus equipos, Sánchez sólo podía intuirlas y en base a ello construir las respuestas más adecuadas. Y les salió el tiro por la culata. Si bien es cierto que Sánchez ha mejorado la oratoria a base de hostias en los últimos cinco años, no lo es menos que los entrevistadores, Motos y Quintana, metidos en el papel de rivales, no han estado brillantes. O no tuvieron su mejor día o no saben más, a criterio. Lo cierto es que se han pasado al menos cinco años entrenando golpeando contra un saco con la cara de Sánchez dibujada, pero cuando ha llegado la hora de la verdad, cuando lo tenían delante, han descubierto que cuando hay alguien en la otra esquina que se defiende, que para los golpes, que los devuelve, que driblar, es más difícil ganar el combate.

Sin barro ni ring, en una entrevista normal, de esas de antes, respondiendo preguntas normales, sin divismos, Sánchez no estaría tan cómodo. Me juego un guisante. Lo han entrenado para devolver los golpes, uno tras otro. Pero responder preguntas… ay esto es, desengañémonos, algo mucho más complicado.

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