EvaMartín, autor en El Triangle https://www.eltriangle.eu/es/author/autor-104/ El Triangle és un setmanari d'informació general, editat a Catalunya i escrit en llengua catalana, especialitzat en investigació periodística Tue, 18 Dec 2018 23:17:17 +0000 es hourly 1 https://www.eltriangle.eu/wp-content/uploads/2020/11/cropped-favicom-1-32x32.png EvaMartín, autor en El Triangle https://www.eltriangle.eu/es/author/autor-104/ 32 32 Clímax y desenlace del proceso https://www.eltriangle.eu/es/2018/12/18/noticia-es-101143/ https://www.eltriangle.eu/es/2018/12/18/noticia-es-101143/#respond Tue, 18 Dec 2018 23:17:17 +0000 https://www.eltriangle.eu/es/2018/12/18/noticia-es-101143/ Hoy todavía resuenan las palabras del tuit disparatado de Quim Torra apostando porseguir el ejemplo de los eslovenos. Y es que cuesta entender que se haga incitación a la violencia por parte de la primera autoridad política del gobierno de la Generalitat de Catalunya. Pero no creo que haya que calentarse mucho la cabeza para entenderlo. ... Leer más

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Hoy todavía resuenan las palabras del tuit disparatado de Quim Torra apostando porseguir el ejemplo de los eslovenos. Y es que cuesta entender que se haga incitación a la violencia por parte de la primera autoridad política del gobierno de la Generalitat de Catalunya. Pero no creo que haya que calentarse mucho la cabeza para entenderlo. Quim Torra sólo busca generar expectativas y despertar el interés del espectador sobre la secuela de El Procés, la flamante serie que se emitió por Tv3 y que se quiere prolongar con éxito, reviviendo la emoción de la primera temporada. Torra quiere calentar el ambiente para provocar la aparición del conflicto dramático que quiere que se produzca el 21-D. Si el 1 de octubre funcionó como desencadenante del conflicto y como justificación de todo lo que vino después, ¿porqué no tendría que servir para lo mismo el 21-D?

La primera temporada de El Procés fue todo un éxito. Correctamente narrada, con un buen acabado técnico y excelentes escenas de acción. No se escatimó en nada y, por momentos, incluso se podía perder de vista que se trataba de una ficción. Ahí es nada el número de actores, las horas de trabajo, los alquileres de focos y materiales y el número de figurantes que hacían de policías, de bomberos, de periodistas y de revolucionarios. ¡Parecía todo tao real!

Pero en esta nueva temporada la cosa se les ha complicado porque cada vez más les hará falta ocultar la verdadera fuerza dramática de la realidad: la huelga de médicos de atención primaria, el agotamiento social y la propuesta seria de diálogo de Pedro Sánchez. Y los espectadores ya empiezan a dar signos de cansancio, aburridos de una serie en la que todo se alarga y no acaba de pasar nunca nada.

Para acabar de complicarlo, en la anterior temporada una trama demasiado trepidante se interrumpió dejando al personal muy excitado debido a graves problemas técnicos en el guion.

En la trama del proceso ha habido demasiados clímax sin desenlace ni resolución del conflicto principal. Y esto genera tensiones no resueltas y frustración. Y eso que los guionistas tendrían que saber que hace falta que el espectador se vaya emocionando cada vez más hasta llegar al momento del clímax. Y al final tiene que haber la resolución.

Los protagonistas del proceso ya no participan en situaciones divertidas, de líos y de momentos ingeniosos con la intención de hacer una caricatura de los defectos de los españoles. Y a ningún espectador inteligente se le escapa que ahora son los catalanes los que han quedado con sus vergüenzas al descubierto, dando la espalda a una parte de España briosa y sensata, que lucha para no caer en el agujero del fascismo.

Las buenas comedias, en muchos casos, resuelven los problemas presentados con un final moralizador, mientras que la del proceso se ha ido alejando de este género dramático para convertirse en un culebrón pesado.

Los seres humanos tendemos a evitar los conflictos porque nos hacen daño, a pesar de que haya gente a quien le guste afrontarlos o incluso crearlos. Quizás este último caso es el del presidente, que encontraría en el proceso su lugar idóneo porque en esta ficción lo que hace falta es provocar el conflicto, puesto que es el motor de la historia. Sin conflicto no habría proceso. ¿Porque, en la práctica, qué verdad objetiva se le puede atribuir al proceso? ¿En qué se concreta? ¿Cómo se demuestra la verdad de la existencia de esta realidad? Y el conflicto obliga los personajes a actuar, y al hacerlo se producen más desequilibrios. Justamente el que Torra parece buscar, que el conflicto se agrave y aparezcan de nuevos. Y que cuando se intenten resolver todo se complique y se obligue a los otros a moverse de una determinada manera que siempre será aprovechable para sembrar la discordia.

¿Cómo se puede salir de esta situación diabólica? Siguiendo con el símil literario, habría que cambiar el tipo de trama que sirve para articular el relato del proceso. Y en vez de utilizar la trama de carácter punitivo se podría optar por otro tipo de trama que se articulara alrededor de las decisiones de los personajes, permitiendo la evolución psicológica, entender a los otros, hacer un aprendizaje y que se produjeran cambios positivos para todos. Pero hay que tener muy en cuenta que una buena trama, además del conflicto, tiene que tener un nudo, un clímax y un desenlace. Y la resolución del conflicto, más tarde o más temprano siempre nos traerá al mismo lugar, el desenlace que pasa por la negociación con el gobierno central.

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Los cuentos tendrían que forjar valores https://www.eltriangle.eu/es/2018/10/24/noticia-es-100631/ https://www.eltriangle.eu/es/2018/10/24/noticia-es-100631/#respond Wed, 24 Oct 2018 12:02:00 +0000 https://www.eltriangle.eu/es/2018/10/24/noticia-es-100631/ Cuando era pequeña, mi madre me contaba un cuento que no era de la tradición popular sino inventado, de cosecha propia. La cosa iba de una familia muy pobre, que siempre tenía que ir huyendo porque unos soldados les querían capturar y los perseguían con perros y caballos. Y todo era debido a su pobreza. La ... Leer más

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Cuando era pequeña, mi madre me contaba un cuento que no era de la tradición popular sino inventado, de cosecha propia. La cosa iba de una familia muy pobre, que siempre tenía que ir huyendo porque unos soldados les querían capturar y los perseguían con perros y caballos. Y todo era debido a su pobreza. La trama, para un niño, era trágicamente absurda. La familia se hartaba de correr y de sufrir, y yo con ellos. Recuerdo que dormían sobre un suelo de cemento, pasaban hambre, frío y mucho miedo porque el acoso de los soldados no les daba tregua. 

El cuento se aderezaba convenientemente hasta llegar a un desenlace feliz cuando se desvelaba el motivo de aquella cacería macabra. La razón de tanta persecución era que el hecho de ser pobre se consideraba un delito inaceptable en ese reino imaginario. Y, finalmente, te enteras de que la lógica que movía a los soldados en aquella ficción era fabulosa: dar a aquella familia todo lo que necesitaban para tener una vida digna. Recuerdo un fragmento delicioso cuando, a finales del relato, al día siguiente de resolverse todas las precariedades, los niños, entre sueños, decían que les parecía que el suelo no era tan duro. Y eso era porque aún no eran conscientes de que, en la nueva realidad, dormían y dormirían siempre en una cama con colchón y a cubierto.

Esta historia viene a cuento porque creo que los cuentos pueden forjar valores y principios en los niños. A mí ese relato me marcó. Uno siempre lleva abiertas las primeras heridas de la infancia y quizás es inevitable llevar pegado en algún recodo de la piel el deseo de resarcir a la pobre gente protagonista de aquellas injusticias, revisitadas a menudo en la infancia antes de ir a dormir.

Imagínense que en lugar de tener una madre peligrosamente socialista hubiera tenido una nacionalista sentimental, y que la historia que me explicase fuera de todo un pueblo (en lugar de una familia pobre) perseguido por otro pueblo malvado que le negara, por ejemplo, la posibilidad de hacer uso libremente de su propia lengua y costumbres. En este caso, el desenlace del cuento tal vez incluiría hacer la guerra y tener que ganarla para sobrevivir. Y este principio belicista es lo que quedaría grabado en el cerebro infantil.

Pero esto, en mi opinión, es necesario que se explique con mucho cuidado, para facilitar aquello de ponernos en los zapatos de los demás. Sólo si logramos comprendernos saldremos del atolladero en el que estamos metidos. Hay personas que han crecido con la idea de que conseguir la independencia sería liberarse del opresor, que se hiciese justicia y alcanzar la libertad. Y el caso es que los acontecimientos que se han producido les podrían hacer pensar que tienen toda la razón del mundo. Pero hay que ser más inteligentes que astutos y tener en cuenta la gran confusión que ha habido.

Provocaciones, desprecios, engaños, medias verdades, desavenencias y torpezas han servido para azuzar el odio y fomentar la intolerancia. Y desde que se produjo una barbaridad como los palos repartidos el día 1 de octubre de 2017, la bola se ha ido haciendo cada vez más grande, complicándose más el asunto.

¿Alguien tiene claro dónde estamos ahora? ¿Podríamos detenernos y hacer uso de la inteligencia y la cultura para reconducir una situación que nos lleva al infierno de la confusión de los locos? ¿Qué nos ha pasado? ¿Catalunya fue alguna vez plural, diversa e integradora? Quizás los cuentos infantiles podrían contribuir a recuperar la cordura, preguntándonos qué relato nos podría ayudar a no caer en los errores del pasado. En el cuento de la familia pobre se reflejaba que en el mundo no hay suficiente justicia ni equidad. En el de corte nacionalista se explicaba que en la España de Franco cualquier expresión de libertad era reprimida. Es en este punto, en esta confluencia, que habría que afirmar que la dictadura fue una gran represora de todos y no sólo de Catalunya. Y también que la democracia imperfecta de ahora es mucho mejor que el totalitarismo de antes.

¿Qué hacer pues? ¿Cómo lo conseguimos? No cabe distraerse. El fascismo, al que sólo le interesan los cuentos infantiles para destrozarlos y destrozarnos, ya ha tomado buena nota de las carencias y debilidades de todos. Y tiene mucha habilidad para manipular emocionalmente, creando bandos y enemigos irreconciliables aunque ficticios. ¿Por qué no hablamos, cooperamos y, entre todos, cerramos el paso al fascismo?

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