¿Queda algo por destruir?

Ustedes ya se habrán hecho esta pregunta. ¿Saben realmente lo que está pasando? Yo sólo tengo algunas intuiciones. El caso es que la pandemia (un ataque frontal contra la esencia humana, de la naturaleza y de la economía) ha convertido el mundo en una Torre de Babel, en la base de la que -chafados, desconcertados, incrédulos y resignados- vamos resistiendo -y muriendo- los de poca ropa (la mayoría); una franja intermedia está ocupada por gobiernos, partidos, sindicatos, patronales, instituciones internacionales y grandes medios de información y, en lo alto, controlando todo el rebaño humano, aparece como un Ojo enmarcado dentro del Sagrado Dólar, un pequeño grupo, encantado de haberse conocido, guiando la especie sin que se note mucho, aunque ya se sabe los nombres y las cuadrillas bancarias, financieras, industriales, mediáticas y tecnológicas detrás de las que se esconden.

Con este planteamiento, me dirán “conspiranoico”, pero esta conspiración, permanente y no ocasional, la ejercen los grandes poderes en la sombra, que saben manipular, engañar y pervertir toda la realidad y que son los inductores directos de los dramas que vivimos : los manejos bancarios en la Bolsa, de los precios de las materias primas en el hundimiento de las economías, de la expansión de armamentos a la justificación de las guerras, de las destrucciones planificadas (casos, entre tantos, de los grandes incendios de la Amazonia, Siberia, Australia o California) a las migraciones masivas de sur a norte, de las acciones militares para cambiar el clima de la Tierra al objetivo de convertir a todos en autómatas teledirigidos por la tecnología 5G y, en fin, de la alta electrónica a la aparición de epidemias, con gran magnitud propagandística, fruto de las enormes conspiraciones globales tejidas.

Ante este estado de cosas, forjadas muchos años atrás, ante las actuaciones de los gobiernos (entre la desorientación y sometidos a unos expertos que deben cumplir órdenes de muy arriba) y no digamos ya ante una población, desconcertada y enfadada, ¿es posible no pensar como toda la escalera de la torre mencionada no engaña a la inmensa mayoría?

 

Hubiera querido leer los periódicos y ver en las teles las figuras que hacen estos personajes (tipo David Rockefeller, ya traspasado); Henry Kissinger (con 96 años) o los Rotschild, por citar algunos de los que se deberían haber juzgado por enemigos de la humanidad, y la camada de sus sucesores, como Bill Gates (gran patrón de la OMS y de las vacunas), Elon Musk (propietario de Tesla y de Space X, introductor de la tecnología 5G de telefonía móvil) o Warren Buffet y los otros de la Lista Forbes de grandes fortunas mundiales. Pero a estos sucesores no les verá mucho, o nada, en la prensa y las televisiones, y son los que dictan, a través de sus fundaciones, universidades y centros médicos y farmacéuticos, todos comprados, la emergencia sanitaria (que conocen muy bien , porque ya advirtieron de que sucedería), en una simbiosis perversa, parece que perfecta y siempre secreta, entre el gran capital financiero (los fondos buitre y de pensiones, con desahucios y crisis de la deuda), las industrias de los bienes de primera necesidad ( agricultura, alimentación, química, automóvil, energía, minería, textil, etc., que han corrompido y degradado) y los grandes medios de comunicación y de tecnologías de la información, encargados de difundir todo lo que estamos soportando -con el lenguaje adecuado para no entender nada-, a base de miedo, chantaje, coacciones y mentiras.

Todos aquellos que han hecho la crítica documentada de cómo ha aparecido y se ha promovido la pandemia, que han denunciado la manipulación a la que se ha sometido la genética humana y seguramente la de los animales para hacer pasar por infección vírica lo que puede ser causado por muchas otras patologías (ocasionadas por el desorden contaminado en que vivimos), todos estos científicos no los encontrará en los medios habituales.

Esta ofensiva de las élites y de sus acólitos cae sobre unas poblaciones sacrificadas y desbordadas, que ya han sufrido altibajos económicos, ocasionados por los mismos

plutócratas del dinero, el poder y el control, contra los que el abogado alemán Reiner Fuellmich ha presentado denuncia ante los tribunales por «crímenes contra la humanidad».

Sin embargo, aunque lo intentan, el Espíritu Humano y de la Tierra, obra de Dios, no morirá.

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