Aleksandr Dmitrenko y Elsa Artadi, dos ‘soldados’ al servicio de la causa

El juez Aguirre les interroga para aclarar su participación en la trama rusa que aparece conectada con el proceso secesionista

El empresario ruso Aleksandr Dmitrenko y la política Elsa Artadi, ex consejera catalana de Presidencia, ex portavoz del Gobierno catalán y exlíder de JxCat al Ayuntamiento de Barcelona, son dos caras de la misma moneda: dos juguetes rotos por el proceso independentista, dos soldados a los cuales intentaron utilizar para encarrilar unas relaciones internacionales que a los dirigentes independentistas siempre se les atragantaron. La vía rusa para el reconocimiento internacional de Cataluña tuvo en estas dos figuras dos protagonistas que tuvieron su minuto de gloria dentro del desastroso proceso catalán.

A los dos los unió el intento de conectar con el Kremlin, y los dos estuvieron unidos hace pocos días, de nuevo, porque tuvieron que declarar ante el juez el mismo día para aclarar su papel en la trama de las relaciones entre oscuros personajes rusos y no menos esperpénticos políticos catalanes. Según admiten en círculos independentistas muy informados, los dos podrían ser “caza mayor” si se demuestra que conscientemente se prestaron a una operación para buscar las vías con que financiar la ruptura de Cataluña con España.

Sus declaraciones ante el juez fueron muy diferentes. Dmitrenko tuvo aplomo y memoria. Artadi sufrió una extraña amnesia al habla de su labor como intermediaria de Carles Puigdemont en la hora de relacionarse con rusos. De hecho, llama la atención especialmente que nunca supo ni el nombre ni en nombre de quien hablaban sus interlocutores, como si una directora general de la Presidencia de la Generalitat se reuniera en charlas de café con el primer individuo sospechoso que llamara a su puerta.

Tan inverosímil fue su declaración que el juez le advirtió al final de su interrogatorio que lo que decía no tenía “sentido”, ni “lógica”. “Lamentablemente, usted no tiene credibilidad. Sepa que esto puede tener consecuencias procesales”, le dijo. No es nada nuevo, puesto que Artadi había negado en su declaración tener un cargo político en el gobierno. “Yo tenía un cargo muy técnico, no tenía un cargo político. No era como el señor Redondo, porque yo venía de hacer trabajo muy técnico y muy poco político”, le dijo al juez sin inmutarse. Admitió, sin embargo, que participaba en la redacción de los discursos de Puigdemont, que asistía al Consejo Técnico (que es el órgano de los secretarios generales, que deciden qué temas llevan después los consejeros a la reunión del gobierno) o que controlaba toda la coordinación de los diferentes departamentos de la Generalitat.

Reunión en el Hotel Colón
La declaración de Elsa Artadi dejó mucho que desear y empezó casi de manera surrealista, cuando el juez le preguntó si se había reunido con unos rusos fuera de la Generalitat y con quién había estado. “Como que lo leí en los medios, intenté hacer un poco de memoria el fin de semana… Lo que yo recuerdo es que yo fui a una primera reunión con Víctor Terradellas, y creo que dos personas más que llevó, fuera de Palau, al Hotel Colón, a la cafetería pública que hay a la planta baja del Hotel Colón, y es la primera vez que yo hablo con ellos. Víctor me envía un mensaje de WhatsApp, a mí me habían avisado que me escribiría, y le digo, pues vayamos a hacer un café al Hotel Colón. Esta es la primera reunión en que yo les veo, y que no está el presidente Puigdemont. El día exacto no se lo puedo decir, pero debía de ser entre el 21 y máximo el 24 de octubre. Entonces, hacemos esta reunión, que duró unos 20 minutos, 30 máximo. Y después les veo una segunda vez, pero muy brevemente, durante pocos minutos, en la Casa dels Canonges, y aquí sí que estaba el presidente. Pero no sé si llega a reunión… Es una cosa muy rápida…, que el presidente los dice ‘vale, vale’, ya está”.

El interrogatorio parece salvo una película de humor:
Juez: Recuerda los nombres de las personas que había presentes?
Artadi: No. El que yo recuerdo, porque hace tiempo… Había una persona que creo que hablaba catalán y supuestamente ruso, y otra persona que solo hablaba ruso, aparte de Víctor Terradellas, pero no recuerdo los nombres.
Juez: ¿De qué hablaron?
Artadi: Ellos me contactaron porque tenían interés en saber qué era la política que tenía interés en seguir el Gobierno de Cataluña respecto a las criptomonedas. Y me estuvieron explicando la importancia de las criptomonedas, con un relato que tampoco se entendía mucho… Yo soy economista, pero no soy experta en este tema… Pero, igualmente, no tenía mucho de claro, digamos, no estaba todo muy claro, y fue en torno a esto, de las criptomonedas, de los bitcoins, y qué intención tenía la Generalitat de Cataluña en todo este tema… Les escuché… Tampoco llevaron ni referencias… Quiero decir, muy diferente otras reuniones que quizás habíamos tenido.
Juez: Y usted ¿por qué aceptó ir a esta reunión?
Artadi: El presidente Puigdemont me dijo que contactara con Víctor Terradellas, que quería hablar conmigo y explicarme una cosa de un tema económico. Y, por lo tanto, fui a la reunión, quedé con él, hice la reunión y di traslado de la reunión.
Juez: ¿Le explicaron cuál era la intención…?
Artadi: Querían saber qué intención tenía el Gobierno de la Generalitat respecto a la regulación de las criptomonedas. Y yo les trasladé que desde Presidencia, que era el departamento en el cual yo estaba, que no habíamos estado trabajando nunca en regulación de criptomonedas y, por lo que a mí me constaba, el Departamento de Economía tampoco había estado trabajando en esto.
Juez: ¿Ellos le hicieron una propuesta concreta?
Artadi: Ellos trasladaban que era muy importante saber en qué lugares habría una regulación, pero era todo muy confuso… los bitcoins… Era todo como muy desordenado. La persona que hablaba solo en ruso, de vez en cuando hacía algún comentario que no se entendía nada. Víctor Terradellas, que en teoría era mi interlocutor, no tenía ni idea del tema, y era todo como muy confuso, desordenado y, hasta cierto punto, con poco rigor, digamos.
Juez: ¿Así pues, duró 20 minutos y no concretaron nada?
Artadi: No, no, en absoluto. De hecho, yo no iba a concretar nada, iba a escuchar y ver qué me decían y dar traslado.
Juez: ¿Y no se acuerda de los nombres de las personas?
Artadi: No. Me sabe mal.
Juez: ¿No le dieron ninguna tarjeta?
Artadi: No. Es que no hicieron ninguna presentación, que es lo normal en una reunión de trabajo.
Juez: ¿Había otro catalán, allá?
Artadi: Creo que no. Bien, Terradellas… I aquella persona que hablaba catalán y ruso. No sé qué nacionalidad tenía. Hablaba bien el catalán pero tenía acento… Podría ser que fuera catalán y que hubiera vivido fuera mucho de tiempo. Lo digo porque mis amigos catalanes que viven en los Estados Unidos también hablan un poco extraño.
Bien es verdad que, dos días más tarde, se realiza otra reunión, esta vez en la Casa dels Canonges, dentro de las dependencias de Palau, por lo cual su afirmación que el que pretendían los rusos era confuso y sin rigor queda desacreditado. Pero, sin embargo, no hay duda de que la “soldado” Elsa Artadi cumplió con su misión de blindar el interés de Carles Puigdemont ante la injerencia rusa, puesto que defendió hasta el último momento el poco interés del presidente por los supuestos emisarios del Kremlin.

La introducción de Dmitrenko
Más concreto ante el juez Joaquín Aguirre fue Aleksandr Dmitrenko, que explicó la operación de compraventa de gas licuado del petróleo entre Rusia y China en la cual participó, y en la cual el jefe de la oficina del expresidente Carles Puigdemont, Josep Lluís Alay, parecía estar también muy interesado.
Aleksandr Dmitrenko, según precisó, llegó a Josep Lluís Alay a través de dos personas: David Ferrer, que trabajaba al departamento de Políticas Digitales, y Roc Fernández, entonces responsable de contenidos digitales del Gobierno de la Generalitat. Le ofrecen apoyo para hacer de intermediario con el objetivo que Skolkov, una empresa rusa que controlaba el que sería lo Silicon Valley ruso, instalara una sucursal en Barcelona, operación que no se acabó llevando a cabo porque la embajada rusa la dinamitó.

No tuvo tanto impacto la declaración del empresario ruso, que admitió que Josep Lluís Alay quiso ayudarlo, pero negó que fuera su “padrino”. De hecho, el verano del 2020, Dmitrenko fue nombrado embajador de la Cámara de Comercio de Barcelona en Moscú. Al móvil de Alay se encontraron mensajes en los cuales este presionaba el presidente de la Cámara, el actual diputado de JxCat, Joan Canadell, para el nombramiento.
También defendía ante Carles Puigdemont su postura, argumentando que Dmitrenko los estaba abriendo muchas puertas en Moscú y que sería la persona clave para el suministro de energía en Cataluña después de la independencia.
Dmitrenko, sin embargo, como buen “soldado”, puso la diana en otro lugar: “El señor Alay no me introdujo en la Cámara de Comercio. Fue el señor Xavier Roig [un socio suyo]. El señor Alay me consiguió la tarjeta de visita, puesto que sugirió al señor Canadell que todos los embajadores tenían que tener una tarjeta de visita”. Fue Xavier Roig, también, un hombre muy conectado, quién le habló de la operación de compraventa de petróleo entre Rusia y China.

“Roig me presentó el consultor de la Gulf Energy china, la empresa compradora, en Hong Kong, que se llama Joan Dedeu, que me explica que puerta 40 años en Hong Kong y es el consultor de Gulf Energy, que son chinos y tailandeses, y que tienen la compañía Siam Gas. Él es el que procuró la operación, y así nació todo. Sabían que yo tenía experiencia en el mundo del petróleo, porque llevaba seis años liquidando una empresa que se llama Hispaniapetrol. Les ayudaba a nivel legal y fiscal, porque tenían muchas deudas. Yo conocía a mucha gente del petróleo”. Además acababa de conocer Evgueni Hodulov, propietario de la empresa rusa Interbroker, un cotizado intermediario. Se puso en contacto con él y fue Hodulov quién buscó un vendedor como Lukoil, y quien al final cobró más de 295.000 dólares de la paga y señal de una operación que nunca se acabó de realizar, porque los chinos no disponían de la documentación que les permitía la importación del producto en China.

A pesar de las sospechas que la operación pudiera haber servido para sufragar gastos del proceso de independencia, o haber ido a los bolsillos de dirigentes independentistas, Dmitrenko cumplió su papel y negó todo interés de los independentistas en este negocio. “Yo me postulé como intermediario y ya está”. A cambio, le tenían que pagar un porcentaje de la comisión, que nunca llegó a ver a su cuenta corriente. Es más: habló con su socio, Artiom Lukianov, hijo adoptivo de Vladislav Surkov, uno de los asesores de (Vladimir) Putin más influyentes, porque fundido él quienes cobrara en lugar suyo. Era una manera de decir a los intermediarios del Este que la operación contaba con el visto bueno de las altas esferas. “Yo pensaba que la presencia de Artiom daría más solvencia al negocio, y la parte rusa no quería hacer cosas imprudentes”, reconoció Dmitrenko ante el juez.

Bien es verdad que Dmitrenko liberó a su amigo Alay de las sospechas. Y, finalmente, blanqueó su interés por Rusia: “Yo le propuse, como devolución del favor, hacer dos conferencias en Rusia, en universidades… Él es profesor en la Universitat de Barcelona y podía hablar de temas de conflictos en general. Y yo conseguí dos ponencias [conferencias] para él”. Fue en estos dos viajes en los cuales Alay aprovechó para intentar conectar con personas próximas a la Administración rusa y establecer puentes. En concreto, en una de las conferencias coincidió con los ex espías Andrei Bezrukov y su esposa Helena Vavilova, y visitó también Evgueni Primakov (hoy alto cargo de la Administración rusa) y el periodista Edvard Txesnokov. Pero sobre todo esto a Dmitrenko no le preguntaron nada. La justicia sigue tejiendo una espesa telaraña en torno a los principales protagonistas de esta historia.

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