Carles Puigdemont buscó la mediación del Vaticano durante la fase más caliente del procés independentista, mediante una carta dirigida en otoño de 2017 al cardenal Angelo Becciu, que entonces ejercía de sustituto de la Secretaría de Estado -número tres del Vaticano- y ahora está acusado en un caso de corrupción.
Precisamente, una declaración dirigida al tribunal de ese juicio, escrita por la procesada por malversación Cecilia Marogna, señala que Puigdemont solicitó por carta un contacto o encuentro con Becciu. Según explica Marogna, el cardenal le dijo a ella que «estaba disponible para escuchar lo que estaba sucediendo en España y si habría márgenes para una intervención diplomática del Vaticano».
Sin embargo, el contacto deseado por Puigdemont no se produjo finalmente, ya que las condiciones propuestas por el entonces presidente de la Generalitat no fueron aceptadas por su interlocutor, ahora señalado en un caso de presuntas irregularidades financieras. Marogna, la persona que ha revelado la existencia de esta carta y que ha dicho que se la entregó personalmente a Becciu, ha explicado al tribunal que las condiciones planteadas por Puigdemont para celebrar la reunión le parecieron insólitas.
En ese intento intervino, como hombre-puente, una figura vinculada con Rusia: Piergiorgio Bassi. Este empresario, que entregó la carta a Marogna, comunicó que Puigdemont no podía desplazarse a Roma y que el encuentro debería realizarse mediante el programa de videoconferencia Skype, bajo la exigencia de que la conversación se desarrollara en el apartamento privado de Becciu y bajo la supervisión de un “colaborador de identidad desconocida que iría a su casa con su ordenador para utilizar una cuenta de Skype concreta”, siempre según el testimonio escrito de Marogna.
