El laportismo se acaba complicando la vida y cayendo de bruces en sus propias trampas cada vez más por culpa de ese torpe ejército de palmeros y de ciegos aduladores de la figura del presidente Joan Laporta, un colectivo creciente en fanatismo y por lo general bastante indocumentados.
Con más motivo, de nerviosismo y precipitación, a medida que se acerca el momento de la reapertura del Spotify, días también de rabia contenida entre las decenas de novilleros que revolotean alrededor del presidente como el vulgarísimo Lluís Carrasco, incapaz de sobreponerse, destrozado y desorientado, por el impacto de la foto furtiva de Messi en el estadio. Una imagen de un impacto mundial que ha puesto definitivamente su lona del Bernabéu de las elecciones de 2021 en el lugar que le corresponde, al final de la cola de todos los elementos que de verdad condicionaron el voto mayoritario a Laporta, especialmente el hecho de que Leo acudiera a votar ese día 7 de marzo a las entrañas del estadio, como un socio más, acompañado de su hijo en un guiño inequívocamente laportista.
Poseído por la agitación interna resultante de esa puñalada a la propaganda laportista -en la práctica solo significa que esta vez Messi no apoyará a Laporta en las urnas, con el pánico asociado a que pueda vestirse la camiseta de otro candidato-, Lluís Carrasco no tuvo otra ocurrencia que intentar propagar un fantasioso relato sobre los indudables beneficios de eso que se ha dado en llamar el last dance de Messi en el Camp Nou. O sea, que pudiera jugar ni que fuera seis meses para colgar las botas en su casa vestido de blaugrana. Se ha obsesionado tanto con venderle esa idea a todo el mundo, incluso sabiendo que Laporta la rechaza de plano, que no pudo reprimir su euforizante mensaje desde su habitual tribuna propagandística de la televisión pública de Cataluña. «En un solo año podría generar más de 200 millones», dijo.
Suerte tuvo de que ni sus contertulios ni nadie le replicó con otro relato, este sí posible, pero que Laporta, lastrado por inconfesables intereses, se cargó de raíz en agosto de 2021, tan simple y provechoso como habría sido no dinamitar la continuidad de Messi en el Barça. Con otro Balón de Oro, un Mundial y quién sabe si con otra Champions con el Barça, los elevados ingresos que ya producía (990 millones en 2019) se habrían mantenido y aumentado en un volumen y proporción históricos.
Por el contrario, el Barça de Laporta, en lugar de haber tirado por la borda y perdido 1.000 millones por culpa de haber echado a Leo, nadaría ahora en la abundancia, no habría necesitado palancas, menos aún las falsas, y habría facturado, mínimo y anualmente, esos 200 millones que imagina ahora el despistado de Carrasco en esos seis meses de ese last dance ahora completamente descartado.
Es decir, el Barça habría acumulado 1.000 millones de beneficios como poco desde 2021, por no hablar del valor incalculable de haber podido alinear en un mismo equipo a Leo Messi y Lamine Yamal. Imposible lanzar una peor y más dolorosa crítica a Laporta, su jefe, su ídolo y su modus vivendi mediático, que ese delirio de Lluís Carrasco.
Por otro lado, la misma fiebre del regreso a Les Corts, causa de todo tipo de alucinaciones y visiones extrañas, ha afectado también al sentido común de los genios de la tesorería de Laporta a la hora de limitar al mínimo la presencia de socios en el partido inaugural de este sábado frente al Athletic. Lo han conseguido a base de imponer unos precios desorbitados e inalcanzables para los socios no abonados, de entre 589 euros y 199 euros, eso sí, con un 20% de descuento tan insatisfactorio como irritante.
Responden, en realidad, a lo que siente y piensa Laporta de verdad: que el socio no ha dado la talla en Montjuic y que, ciegamente, ha decidido que prefiere turistas y vips antes que seguir soportando el peso de una masa social que se niega a rascarse el bolsillo y que, encima, se queja por todo, de que los echa de la asamblea, de que les arrebata sus derechos más elementales y de que, encima, quieren opinar y participar de la vida del club. Laporta los ignora y desprecia si son socios de a pie y les insulta con toda su mala uva («setciències» i «mestretites«) si sobresalen en la oposición, como Víctor Font.
El periodista de Mundo Deportivo Xavi Bosch ha radiografiado este firme anclaje del presidente, tan radical y peligroso que hasta su propia directiva intenta maquillar y dulcificar por temor a que pueda lacerar su elevada popularidad electoral.
El periodista, siempre referente de ese barcelonismo íntegro que, por otro lado, mengua y se apaga, cree que esos precios son desorbitados y poco respetuosos con los socios, que son los «dueños» del club. El argumento principal es que, tras dos años de fidelidad en Montjuic, los socios no merecían ser penalizados con precios tan altos. Denuncia falta de sensibilidad y equilibrio entre la junta, ahogada en deudas, y la necesidad desesperada de ingresos. Y recuerda que, en 2023, cuando el club anunció los precios para el estadio Lluís Companys, hubo una subida del 44% en los abonos (los de tribuna, por ejemplo, de 1.200 a 1.738 euros), lo que generó una fuerte reacción social y una caída en las ventas. Tras la presión, el club tuvo que rebajar los precios a la mitad. Ahora, con la vuelta al Camp Nou, se repite la misma dinámica: precios altos, indignación y la sensación de que la junta no ha aprendido de los errores anteriores.
Ante esta reacción social de malestar, la vicepresidenta Elena Fort ha intentado justificar el abuso, pero, sospechosamente, ha dejado claro que «debemos hacer un esfuerzo entre todos. Los dos partidos en el Johan fueron un impacto económico negativo. Los precios responden a un momento puntual y con el aforo completo volvemos a la normalidad», ha dicho para intentar aplacar este desánimo.
Una afirmación que viniendo de quien viene, la directiva que más ha mentido, manipulado y burlado de los socios, solo cabe interpretar de un único modo. Que se preparen los socios de cara ese momento no tan lejano en que, con la cubierta terminada, se ajusten los abonos al alza. Hasta junio se van a salvar solo porque hay elecciones a la vista y porque el conjunto de la junta de Laporta es timorata y miedica. Si fuera por Laporta, ya habría echado del club, como a Messi, a todos los que no sacaron su abono para Montjuic, incluso con las elecciones por delante.











