Las señales de peligro sobre otro cierre de ejercicio económico problemático y tenso en el FC Barcelona vuelven a ensombrecer este curso 2024-25, también marcado por las profundas y reconocidas cicatrices de la gestión laportista de los últimos años y otras heridas abiertas, algunas recientes y en carne viva, sobre las que interesa ignorar y desviar la atención.
Si Joan Laporta no tuviera un especial interés en preparar el escenario más idílico y potencialmente inmejorable para redondear las conquistas del equipo actual, heredado del equipo la Masía durante la etapa de Josep Maria Bartomeu íntegramente, no habría empezado una campaña de distorsión y desinformación como la que, de pronto, ha arrancado por los canales habituales de su aparato de control y difusión del relato oficialista.
En algunos medios, como Sport, los periodistas de su nómina ideológica, como Ferran Correas, ya se han adelantado a publicar eufóricamente que los ingresos ya superan las cifras presupuestas como los beneficios por traspasos de jugadores de casa -también pequeños y rentables tesoros formados por la anterior junta- y los derivados de ir más allá de los octavos de final en la Champions. Para nada, en cambio, se hace referencia a los muchos millones de menos por seguir pagando un elevado alquiler en Montjuic o el incremento de las variables que supone superar eliminatorias y ganar títulos, éxitos que insuflan un incremento del valor de mercado a los activos comerciales en el futuro, pero que a la corta asestan buenos zarpazos a la tesorería. Como la imprevista prima pactada tras ganar la Supercopa en enero y pagada finalmente a finales de abril, lo que indica a las claras la agonía financiera actual, recurrente. Tampoco se hace referencia a las desviaciones de los gastos, normalmente en dirección opuesta al ahorro y verdadero drama del día a día de las decisiones presidencias. Con suerte, por tanto, se cumplirá el beneficio de 5 millones calculado en los presupuestos presentados y aprobados en la asamblea el pasado octubre.
A menos, claro está, que los 100 millones pendientes de auditar por la comercialización anticipada de 475 asientos VIP del nuevo Spotity acaben entrando como un cohete en una situación de aguda precariedad por la falta de fair play financiero no solo para fichar, sino para poder mantener la plantilla actual, pues la situación de margen salarial excedido sigue siendo la única y tenebrosa realidad.
Al respecto de esta operación clave, que en el supuesto de ser validada por el propio auditor del club azulgrana LaLiga computaría como un ingreso neto de 100 millones -al menos esa fue la fallida intentona de Laporta el día 3 de enero pasado, sobre la base de una auditoría manipulada y rechazada de plano tras una revisión profesional y normativa del nuevo auditor, Crowe Global-, el director corporativo del FC Barcelona, Manel del Río, no se refirió para nada en una entrevista propagandística y nada casual emitida en pleno puente festivo del 1 de mayo por Barça One, sobre el estado de la salud económica azulgrana, desbordante de energía y de firmeza, según su particular criterio. La entrevista fue reproducida en algunos medios con esa literalidad triunfal y entusiasta sobre «la solidez económica alcanzada en los últimos años, fruto de la aplicación de un plan estratégico claro y de decisiones estructurales fundamentadas en el rigor y la sostenibilidad».
Del Río destacó que «por primera vez en seis años, hemos cerrado el ejercicio con un resultado ordinario positivo; es decir, hemos gastado menos de lo que hemos ingresado. Es una regla de sentido común que cualquiera aplicaría en su casa: no gastar más de lo que puedes, porque si tienes ingresos para 100, no puedes estructurar tu vida a base de gastar 130 cada año. Este diferencial es insostenible. Gracias a una gestión centrada en la responsabilidad y el sentido común se ha podido dar la vuelta a la inercia», resumió, naturalmente sin referirse al balance de esta temporada que también pinta muy negro, igual o peor que el año pasado si el auditor no se cree, como hasta ahora, el negocio cerrado con New Era Visionary Group. Que no sería, en ningún caso, el resultado de un incremento de los ingresos ordinarios, sino el de otra palanca sujeta, como Barça Studios, a que el año que viene entren los 42 millones que aún faltan.
Pero, más allá del desenlace más bien pesimista de esa operación, salir de pronto a explicar ese cuento fantasmagórico por parte de Manel del Río responde a la preventiva necesidad de Laporta de que alguien -y no él mismo para evitar luego el castigo de la hemeroteca- prepare el escenario mediático idóneo, ese cóctel de títulos y bonanza económica, para que, a primeros de junio, cuando fuerce las elecciones, nadie se atreva a dar el paso.
Como es lógico, en la entrevista a Manel del Río -el único ejecutivo que se ha prestado a tapar las atrocidades de Laporta que causaron la fuga de Ferran Reverter, Eduard Romeu, Jordi Llauradó, Juli Guiu y el resto del staff económico, financiero, fiscal, comercial y patrimonial del club desde 2021-, nadie le preguntó ni le discutió que en realidad, según la memoria, el resultado fidedigno del ejercicio 2023-24 fue de 91 millones de pérdidas con la amenaza de 208 millones más que el presidente no asumió engañando a los socios con una auditoría con una salvedad del auditor por ese importe, algo inaudito, anormal, irregular, inadmisible y sórdido para cualquier sociedad sujeta al principio de empresa en funcionamiento.
Ni tampoco que los fondos propios son negativos en 94 millones, que el Barça debe empezar a devolver (a razón de 70 millones anuales) el préstamo de 595 millones de Goldman Sachs que le fue concedido en 2021, que a partir de 2026 debe afrontar la devolución imposible de un tramo del crédito del Espai Barça de 400 millones y que, por bien que funcione la reapertura del Spotify, Goldman Sachs se convertirá de forma inevitable en el administrador único de un Barça técnicamente intervenido. En la práctica, un cambio del modelo de propiedad, aunque los socios sigan siendo, formalmente, los propietarios del club.
Finalmente, esa referencia de Manel del Río a que la Masía es el único futuro del club es la única cosa cierta de su discurso por la sencilla razón de que lo opuesto, el estado de empeoramiento y de ruina de la gestión de la actual junta directiva, que él ha encubierto y de la que es tan cómplice como responsable por acción y por omisión, es Laporta.