Ciudadanos de Cataluña, Illa ya está aquí

Casi tres meses después del 12-M, el ganador de las elecciones catalanas, el candidato socialista Salvador Illa, ha sido proclamado presidente de la Generalitat de Catalunya. Acostumbrados a las carambolas y a los días históricos, que quien gane gobierne puede parecer descafeinado. Es legítimo que se formen mayorías al margen del ganador, pero no lo es menos que mande quien gane. Bien mirado, salvo una repetición electoral, los resultados del 12-M daban para poco más que la investidura de Illa. El triple salto mortal del candidato de Junts, Carles Puigdemont, pidiendo los votos de ERC y la abstención del PSC, era al menos ambicioso. Para reforzar la idea, Junts recordaba que en España ganó a Alberto Núñez Feijóo (PP) y, sin embargo, se configuró una mayoría alternativa en torno a Pedro Sánchez (PSOE). Se olvidaban de decir que, ese caso, no era necesaria la abstención de los ganadores para investir al candidato alternativo.

A quien proclaman heredero del presidente Josep Tarradellas -Illa entró en política de la mano de Romà Planas, que fue hombre de máxima confianza de Tarradellas en el exilio en Francia- tendrá que gobernar en minoría, al menos por ahora, y bajo la atenta mirada de Esquerra, que es quien en última estancia le ha hecho presidente. Además, durante su mandato deberá cumplir con los acuerdos que le han llevado a Palau, especialmente el de la nueva financiación de Catalunya, un proyecto que cuenta con el visto bueno de Sánchez, pero que habrá que ver cómo se lleva a cabo. En principio, no tiene la mayoría suficiente para ser aprobado en el Congreso de Madrid, veremos cómo se saca adelante.

Habrá que ver también hasta dónde llega la ira de Junts. De momento la traducen en ataques a ERC, a los que acusan de traidores por haber hecho presidente a uno del 155. Sin embargo, se olvidan de que no hace demasiado sus votos sirvieron para hacer presidente a Sánchez, tampoco recuerdan que abandonaron el gobierno del republicano Pere Aragonès, dejándolo en minoría, y volcándolo a lo que acabó pasando, las elecciones del 12-M. Por otro lado, en más de una ocasión ya han amenazado a Sánchez con derribarlo, pero esto podría significar la ascensión del popular Feijóo, que tampoco interesa.

Mención aparte merece el show de Puigdemont, que renueva el repertorio a cada espectáculo; esta vez hizo un número de escapismo, que ríete del grande Houdini, Copperfield o el Mago Pop. A las 9 de la mañana del jueves arengaba a los suyos parafraseando Tarradellas, «todavía estamos aquí», y a las 9 y poco desaparecía escondido bajo un sombrero de paja entre otros muchos sombreros de paja. Vaya por adelantado que, con la ley de amnistía en la mano, se entiende que este señor tendría que poder volver libre a Cataluña. Un clamor que se extiende entre demócratas, voten el que voten, y entre amantes del espectáculo, afanosos de que no haya un siguiente numerito.

Decía Tarradellas: «Catalunya debe ponerse a trabajar más que nunca para ser fuerte y próspera, y servir de ejemplo para los demás pueblos de España». No sé si es exactamente esa la apuesta del nuevo presidente catalán, o se conforma con esa otra que decía: “En política se puede hacer todo, menos el ridículo”.

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