Volver o no volver

Cuando Hamlet, príncipe de Dinamarca, se entera por el fantasma del padre, el antiguo rey, que su madre y su tío, ahora casados, planearon su muerte, y le reclama venganza, le surge uno de los dilemas más universales de la humanidad: “Ser o no ser, he aquí la cuestión”. Las dudas se apoderan de Hamlet: ¿había visto verdaderamente el fantasma de su padre o ha sido el fruto de su imaginación? Si es cierto, ¿qué hacer entonces? ¿Vengará el padre y se convertirá él mismo en un asesino? ¿Será más digno provocar la propia muerte antes que matar, o matar será más digno que morir? Tremendo dilema el planteado por William Shakespeare.

El de Carles Puigdemont no es seguramente un dilema de tanta envergadura, pero no es menospreciable. La disyuntiva de Puigdemont es volver o no volver. Si vuelve por la investidura, cumple la promesa hecha a los electores durante la última campaña del 12 de mayo, pero incumple una de sus máximas, la de proteger de prisión el honor de la presidencia de la Generalitat. El presidente se vanagloria de no haber pisado ninguna prisión española y, por ahora, a pesar de la ley de amnistía, nadie le garantiza la libertad si pisa territorio español, más bien lo contrario. Además, teme ser encarcelado, una debilidad, por otra parte, comprensible. Sin embargo, no se le escapa la gran repercusión política que su prisión comportaría. De ahí surge el dilema: Volver o no volver…

La cárcel de Puigdemont significa a la vez un revés mayúsculo contra el proceso de pacificación iniciado por Pedro Sánchez en Catalunya, hecho a regañadientes de élites judiciales y extremos de la derecha, y que llegó a su punto álgido con el celebrado regreso de Marta Rovira y el sector de Tsunami Democràtic de Suiza. Paréntesis: paradójico que un regreso fruto de un error procesal se haya convertido en estandarte de la ley de amnistía… A diferencia de Puigdemont, Rovira nunca prometió volver poniendo en riesgo su libertad; ella, como seguramente el de Junts, tenía claro que la vuelta debía desarrollarse con plenas garantías y exenta de sorpresas, como así ha sido. Sin embargo, nadie es tan inocente como para creerse que el camino de salida del procés estaría asfaltado; como era de esperar, es un pedregal y, por si fuera poco, está enfangado. Así, en estas circunstancias, Puigdemont tendrá que elegir si regresa, a riesgo o gloria de ser encarcelado, o si incumple la promesa tomada y espera a mejores oportunidades para volver a Catalunya. A ver qué dice su margarita…

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