Rosell destapa que el CNI protegió y financió la denuncia del caso Neymar

En un cara a cara con Villarejo le arranca nuevos detalles sobre su persecución a cargo la 'policía patriótica', que sitúa la querella de Jordi Cases como un ataque patrocinado por los fondos reservados de la operación Cataluña

Sandro Rosell

Por más explicaciones que pueda seguir dando hoy el excomisario José Manuel Villarejo, que además se ha convertido en una especie de estrella mediática del papel indecente y vergonzoso de la policía patriótica española, el verdadero origen de la persecución al expresidente del FC Barcelona, Sandro Rosell, no acaba de esclarecerse ni de justificarse con ese ensañamiento y desproporción entre el calado político de Rosell y el castigo recibido por parte de la Audiencia Nacional. No solo por sufrir el injusto encarcelamiento preventivo de dos años a título personal, también por el caso Neymar, la hostilidad de Hacienda contra la junta y los jugadores, y la ferocidad, reconocidamente inventada, contra la vicepresidenta económica del Barça Susana Monje, entre otros frentes.

Transcurrido un plazo prudencial de tiempo entre las nuevas revelaciones de Villarejo, realizadas en un cara a cara con Sandro Rosell emitido por RAC1 este martes, cuesta entender que los directamente aludidos, como Jordi Cases, el socio del Barça que firmó la querella original del caso Neymar, o el actual presidente del club, Joan Laporta, no hayan salido a desmentir, aclarar o puntualizar contenidos verdaderamente sensibles que sitúan a ambos en el centro de esa diana que facilitó y permitió aquel martirio público y judicial contra Rosell, en el marco de la operación Cataluña, desde las cloacas del Estado y la guerra sucia contra el independentismo.

Dar el silencio y la callada por respuesta por parte de ambos, después de haber sido señalados de forma tan directa y explícita por Villarejo, revela hasta qué punto les implica objetivamente, dejando entrever, además, un colaboracionismo descarado y cínico por motivos que nada tenían que ver con esa tapadera de la defensa de los intereses del club.

Villarejo dijo que Jordi Cases pudo llegar a colar una querella tan infundada como temeraria en la Audiencia Nacional gracias al apoyo logístico y fondos reservados del Centro Nacional de Inteligencia, desde luego protegido por el gobierno del Partido Popular de la época a partir del momento en que, efectivamente, el Barça, que ya lideraba el fútbol mundial con Messi, consigue robarle Neymar al Real Madrid. Pese a su identidad y admitido independentismo, Cases fue, según esta versión -no negada por ahora- un peón manejado por el CNI y por el sindicato Manos Limpias, de marcado talante ultraderechista. Antes que eso, Rosell ya había sido sometido a un estricto marcaje y acoso desde esa policía patriótica, también expuesto y detallado por Villarejo basándose en información de carácter confidencial -otra cosa es que fuera cierta- facilitada por el entorno de Laporta en 2008, concretamente por el jefe de seguridad del club, Xavier Martorell, y por medio de Método 3, la agencia de detectives a la que Martorell ordenaba espiar a directivos, socios, jueces, novias y amigotes del presidente, jugadores, políticos y altos cargos con coste pagado por el FC Barcelona.

De hecho, a Rosell ya se lo habían cargado antes incluso del estallido del caso Neymar porque, coincidentemente, los intereses concretos de la Policía Patriótica de erosionar el independentismo a base de hacer caer piezas como la del presidente del Barça eran los mismos de la oposición laportista contra la candidatura ganadora de las elecciones de 2010, encabezada por Sandro Rosell y, más tarde, por la continuista de Josep Maria Bartomeu. Y eran igualmente intereses coincidentes, por otro lado, con la larvada y arraigada ansiedad del Real Madrid por acabar con la era Messi de una vez por todas, herido de muerte futbolísticamente con el fichaje de Neymar y la posibilidad de prolongar el reinado azulgrana con una delantera con Messi, Neymar y Suárez. Con los antecedentes ahora desvelados no es posible imaginar que la querella de Jordi Cases, por ejemplo, se abriese paso en la Audiencia Nacional, que hubo de declararse incompetente al cabo de unos meses, sin el empujoncito del palco del Bernabéu.

Rosell sabe que detrás de las movidas que inicialmente le obligaron a dimitir en 2014, más tarde le ametrallaron a querellas y finalmente le encarcelaron por la decisión parcial e incomprensible de una jueza que se ganó un ascenso al Supremo a cambio de cazar independentistas catalanes, hay algo más que la sola represión del independentismo.

La pregunta que Rosell no le hizo a Villarejo en ese cara a cara fue por qué, si la policía patriótica debía perseguir a objetivos clave del independentismo, nunca se planteó actuar contra Laporta, que, además de haber excitado y capitaneado el posicionamiento soberanista del Barça, fundó un partido político inequívocamente soberanista. La respuesta la tiene ese mismo relato de Villarejo según el cual fue el propio laportismo el que, descaradamente, contribuyó a perseguir a Rosell colaborando con esa oscura actuación de las cloacas del Estado y el que, consta en sus informes, también señaló al cabo de poco que Rosell no era el enemigo, a pesar de lo cual el CNI no cesó de ir a por él hasta abatirlo.

Como dijo Villarejo, «basta que te abran una investigación por blanqueo de capitales para que te arruinen la vida». Laporta, que se sepa, no solo ha sido un intocable para el CNI, tampoco Hacienda se ha puesto nunca a revisar sus liquidaciones, mientras que Rosell lleva siete querellas ganadas y más de 70 inspecciones fiscales desde que fue elegido presidente del Barça. A Rosell se le sigue escapando si hay alguien más, igual de poderoso, que haya podido mover tantos hilos en su contra como el CNI, la judicatura, el palco del Bernabéu y el laportismo…

Rosell sigue buscando mientras un periodista de los que presumen de ser objetivo y no laportista, como Sique Rodríguez, se descuelga afirmando que por el bien del barcelonismo es mejor que no se sepa quién estuvo de verdad detrás de la querella de Jordi Cases. Alucinante, viniendo de quien lleva años viviendo de la fama de haber destapado un presunto caso, escandaloso, de envío de media docena de tuits de mal gusto. Otro que calla.

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