Jaume Guardiola enciende la peor de las alarmas en el barcelonismo

El que fuera cómplice del descontrol económico de Laporta dice ahora que "quizás la conversión en sociedad anónima tampoco sirva para salvar la situación crítica del club"

Jaume Guardiola

Jaume Guardiola, que dejó el cargo de presidente de la Comisión Económica Estratégica del FC Barcelona tras ganar las elecciones a la presidencia del Cercle d’Economia, no ha escogido un buen momento, ni tampoco los mejores argumentos, para reaparecer en la escena azulgrana sentenciando que «la situación del club es tan difícil que no es seguro que la conversión en sociedad anónima sea la solución«.

Una afirmación alarmante viniendo de alguien que no hace ni siete meses realizó una lectura conformista, favorable y hasta cierto punto optimista del futuro económico, financiero y patrimonial en su informe sobre la liquidación del presupuesto de la temporada 2021-22 y de las mejores expectativas para la 2022-23, ambas con grandes beneficios gracias al abuso de las palancas.

En su despedida ante los socios del Barça, en la asamblea del pasado mes de octubre, se limitó, en definitiva, a aprovechar el lustre personal del cargo para validar las locuras de Joan Laporta siendo consciente de que la credibilidad como máximo controller de las finanzas del Barça había sido clave a la hora de encontrar y sumar los apoyos suficientes para ganar la presidencia del Cercle d’Economía.

Hoy es difícil precisar si Jaume Guardiola, en una aparición bastante preparada en RAC1, no estaba perfilando un cierto posicionamiento de futuro para cuando termine su ciclo en el Cercle y pueda postularse como candidato a la atractiva presidencia del Barça. Eso, claro está, si la estructura social y el modelo de propiedad no ha pasado a mejor vida.

Para Guardiola, desde una perspectiva y planteamientos que nunca utilizó para poner un mínimo orden en las extravagancias de Laporta mientras estuvo en el club, las causas que han lo han llevado al borde del abismo son básicamente cuatro. La primera, es «la acumulación de pérdidas desde que en la temporada 2017-18 se produjo una plusvalía por la venta de Neymar de 180 millones y solo se ganaron 13 millones y además se produjo un aumento de la masa salarial de 400 a 600 millones».

Nadie le rebatió ese intento malvado de defender su laportismo a base de echarle toda la culpa a un hecho sucedido en el verano de 2017 que, en realidad, no produjo pérdidas ordinarias, sino beneficios, como tampoco la siguiente, que se cerró con el récord histórico de ingresos hasta los 990 millones. Ese año y el siguiente, como ignora alevosamente Jaume Guardiola, el Barça lideró la lista Forbes como el club deportivo más rico del planeta a pesar de sufrir el primer zarpazo de la pandemia, un fenómeno que, como también ha conseguido obviar el relato de la junta de Laporta, afectó gravemente los ingresos de todos los clubs de Europa menos al Barça.

El segundo factor «es el de una deuda neta de 1.000 millones heredada», que, sin embargo, de acuerdo con los cálculos de LaLiga, era de 500 millones, como él mismo suscribió cuando estaba en el club. En tercer lugar, considera un factor agravante la necesidad de afrontar la inversión del Espai Barça, que también patrocinó en las asambleas con informes recomendando el endeudamiento irreversible de 1.500 millones. Lo que hace dos años era bueno para el Barça, hora es un problema.

Finalmente, enumeró como el cuarto elemento de este sombrío panorama el caso Negreira, por el «daño reputacional que ha hecho al club… por la gestión de varios presidentes», dijo. Eso sí, sin aportar ninguna solución ni consejo sobre cómo evitar caer en ese pozo al que conduce la gestión de Laporta, aplaudida y reforzada ante los socios por él mismo.

Para completar una intervención realmente desafortunada, se atrevió a decir que, a diferencia de otros clubs como el Madrid, «el Barça no resistirá un periodo largo sin ganar títulos», sin duda porque desconoce la historia del Barça a pesar de que su padre es el socio número 9 del club actualmente.

¿Se puede confiar en alguien que también aprobó que Laporta echara a Messi, rebajando la masa salarial a 500 millones, y luego dio por bueno aumentar esa masa salarial a 656 millones porque el equipo no era competitivo? Ese es Jaume Guardiola, el mismo que en la entrevista en RAC1 reflexionó, acertadamente, que «con Messi los ingresos eran superiores, motivo que me lleva a pensar que repescarlo puede ser una buena operación». Lástima que quien debió haber alertado en su día a la directiva, que para eso existe la Comisión Económica Estratégica, aprobó con entusiasmo y aplausos los planes de ahorro, control del gasto y austeridad del entonces CEO Ferran Reverter con la bendición del propio Laporta.

Ahora se sabe que, además del protagonismo de Laporta en el hundimiento económico del Barça, Jaume Guardiola ha sido también un hombre clave y decisivo.

Y lo peor es que amenaza con volver.

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