Joan Laporta se ha visto empujado a cambiar de guión mediático y salir a dar unas mínimas explicaciones sobre el caso Negreira a causa de la potente presión ejercida desde Madrid, donde el presidente de LaLiga, Javier Tebas, finalmente, se ha erigido en el abanderado de una opa hostil dirigida a castigar al Barça, como sea, a la que se ha apuntado la totalidad de las fuerzas vivas del centralismo.
Javier Tebas, que se siente reforzado y legitimado por las amenazas del Consejo Superior de Deporte -partidario, incluso, de personarse en la causa- y de las posturas radicales del propio presidente del gobierno, Pedro Sánchez, de los clubs de Laliga, la Fiscalía y la totalidad del entorno mediático madridista, especialmente de los programas como El Chiringuito, tutelado personalmente por Florentino Pérez, ha anunciado que informará a la UEFA y a la FIFA sobre esta situación para que, bajo su consideración, decidan si cabe una represalia y un castigo ejemplares en el ámbito deportivo.
LaLiga abre así la puerta a una sanción que el ordenamiento deportivo español no contempla ni puede ejercer por la prescripción, transcurridos tres años, de infracciones graves como sería la que ahora investiga la Fiscalía por los pagos directos desde el club a un miembro en activo del Colegio de Árbitros.
El resto de los clubs, internamente, se sumó a la postura colectiva de exigir una investigación por cuenta de la LaLiga y la máxima colaboración con las autoridades judiciales y deportivas para que el peso de la ley caiga sobre el Barça a la vista de las pruebas y de los indicios aportados ante la Fiscalía. Excepto Barça y Real Madrid, secundaron esta posición de LaLiga, que pretende presentarse como acusación particular si la Fiscalía abre instrucción formal o directamente como querellante en caso de no trasladar la instrucción a un juzgado.
Al límite de la ley, Javier Tebas, insinuó además que Joan Laporta debía dimitir si «no explica bien lo que haya podido ocurrir», sugiriendo que el presidente del FC Barcelona ya tarda en dar la oportuna información, detallada y convincente, ante sus socios y ante la opinión pública.
Esa sugerencia, en forma de repuesta a una pregunta inducida por un periodista, demuestra hasta qué punto Tebas está dispuesto a embestir a quienes hoy gobiernan el club y a presionarlos. Una maniobra sin duda agresiva, pero que podría tener su coartada si, como se afirma desde Madrid, lo que pretende es desviar las posibles consecuencias hacia los directivos y evitar que sea el FC Barcelona la persona jurídica que acabe recibiendo los palos, si los hubiera.
Laporta, desde luego, no ha interpretado ese matiz en positivo para los intereses y protección del Barça y ha reaccionado, como hizo en el comunicado del miércoles pasado, atacando al mensajero, esta vez con una denuncia abierta y frontal contra Tebas, al que acusó de tenerle fobia al club y de ser antibarcelonista, además de intentar desestabilizar al equipo cuando las cosas se están haciendo bien.
Lo que tiene la apariencia de otro episodio de esta guerra entre el frente Superliga (Florentino-Laporta) y el resto de los clubs, aliados en torna a Tebas por el control absoluto de LaLiga, parece que esta vez escapa de un campo de batalla en el que, según se mire, todas las partes parecían estar cómodos atizándose desde la distancia, en la práctica con más balas de fogueo que otra cosa. Un espectáculo bélico por controlar y conseguir el dinero del fútbol que emana de la desigualdad que todavía es evidente en LaLiga entre los dos grandes y el resto. Recientemente, al unirse Barça y Madrid en un bando y los demás en otro, bajo el paraguas protector de Tebas, lo que se ha producido es una reivindicación de los modestos por cuotas sobre los derechos de televisión y merchandising que tiendan a reducir el abismo actual y avanzar hacia un modelo como el de la Premier League, donde el Manchester United o el Liverpool no se llevan más que un poco más del pastel respecto de los demás equipos. Hoy ya no se consideran clubs amigos a ninguno del los dos, pero ha crecido especialmente la inquina contra el Barça porque su presidente, Joan Laporta, además de ser el brazo armado de Florentino en esta guerra, es quien más se opone reducir este desequilibrio y también quien más ha buscado, a través de las palancas, huir y burlar el sentido del rigor y la sostenibilidad presupuestaria aplicadas desde LaLiga.
La subida de tono de Tebas escapa ya a estos márgenes y se sale de una ecuación complicada en la que, hace años, como ha recordado Laporta, «Tebas ya denunció la alineación de Messi para que no pudiera jugar con el Barça».
Luego, con el paso del tiempo, Laporta se hizo amigo de Tebas porque también lo era de Jaume Roures, hasta formar un trio inseparable, y porque, siendo vicepresidente de LaLiga y presidente más tarde, fue Tebas personalmente quien le facilitó la validación de avales del todo irregulares en 2003 y en 2021 para poder ser presidente.
En la tesitura actual, esa coyuntura ha cambiado por completo. Tebas ya no cuenta con el apoyo incondicional de Roures, cuya relación también se ha enfriado, mientras que el Real Madrid prácticamente tampoco se habla con nadie, ni Mediapro, ni LaLiga, ni la Federación, ni la UEFA, ni la FIFA, sólo se dedica a darle instrucciones a Laporta sobre cómo vender el Barça a trozos hasta que se caiga.
Laporta, a la vista de esta coalición centralista, tan espontánea como sostenida por indicios que ciertamente deberían esclarecerse, ha querido desviar la atención, no sólo contra el papel de la prensa como hace unos días, sino poner el foco en Javier Tebas, además de adelantar que, durante su primer mandato, los pagos realizados se correspondían con facturas que detrás tenían la documentación y los vídeo justificativos, dejando entrever que el resto está siendo investigado, aunque no se sabe por quién.
No parece serio ni profesional, a media investigación, defenderse panza arriba como ha hecho Laporta para calmar la fortísima reacción interna habida entre sus propias filas y cuarteles, entre otras cosas porque no ha concretado, en su caso, es si esas facturas ya se giraban a nombre de la sociedad del entonces miembro del Comité Técnico de Árbitros, José María Enríquez Negreira, circunstancia capital a la hora de calibrar y determinar si los recelos y sospechas detectados por la Fiscalía tienen alguna base de indicios del delito de presunta corrupción entre particulares.
Por su parte, Enríquez Negreira ha aportado un certificado según el cual sufre un principio de Alzheimer que le permite acogerse al derecho a no declarar, mientras el otro presunto beneficiario en la intermediación de estos generosos pagos, Josep Contreras, que facturaba siendo miembro de la comisión deportiva del Barça Atletic, fallecido hace dos meses, tampoco podrá ofrecer un testimonio de los hechos.
El tiempo no juega a favor de Laporta en este asunto espinoso y complejo de manejar mediáticamente porque, como parece, el club no tiene el control de la información en buena parte porque, cuando la Fiscalía solicitó colaboración del club en la investigación, en tiempos de la Comisión Gestora, la respuesta fue, por su parte, la omisión de aportar la documentación requerido y de no responder a sus preguntas. Según investigaciones periodísticas, la postura del Barça fue hacerse el sordo y encerrar en un cajón el asunto a la espera que le junta entrante se encontrase con el escándalo.
Llama la atención que el propio presidente de esa comisión, Carles Tusquets, declarara públicamente no haber tenido noticias de esa diligencia de la Fiscalia y también que no se hubiera traslado ni informado a la nueva directiva de esa carpeta abierta, al menos esa es la conjetura más posible a la vista de cómo se han desarrollado los hechos. Los medios llevan la delantera mientras Laporta, desesperadamente, intenta ganar tiempo a base de mover sus piezas maestras del periodismo para que procuren mantener la distracción durante la tensa espera antes de una comparecencia oficial sobre el caso.











