2023. Piromusicales y bombas

Cuando sonaron el sábado  los primeros petardos cerca de casa muchos perros se asustaron y se pusieron a ladrar. Supongo que muchos gatos se llevaron también un buen susto. Pasa también por la verbena de San Juan. Hay gente que pide que no se tiren petardos en estas ocasiones para no asustar a los animales. Nadie les hace caso. Ni la nueva ley de protección de los animales lo contempla.

El estruendo de los petardos también tiene un efecto especial en determinadas personas. Son las que se han refugiado en nuestro país  huyendo de zonas bombardeadas o de conflicto. Algunas lo explicaron a los medios de comunicación cuando llegaron aquí procedentes de los Balcanes hace treinta años. Aquel ruido les recordaba lo que habían sufrido en Sarajevo y otras ciudades atacadas con bombas y disparos en el conflicto que sufrió esa zona.

Al escuchar los petardos y ver los cohetes que sobrevolaban Barcelona durante el piromusical he pensado en los miles de ucranianos que han buscado refugio entre nosotros a raíz de la invasión y bombardeo de su país por parte del ejército ruso. No he tenido cerca ninguno para preguntarle cómo estaba viviendo este cambio de año lejos de Ucrania.

El mismo ruido que para muchos es motivo de fiesta y celebración, para otros es sinónimo de susto, miedo, angustia y recuerdos tristes.

Algo que le podríamos pedir a 2023 es que el ruido de los petardos y los cohetes sólo se corresponda con celebraciones festivas y no con la muerte y el dolor que conllevan las bombas y misiles que se utilizan en las guerras.

Es mucho pedir. Lo sé. Los pacifistas de todo el mundo hace tiempo que lo hacen. Algún día alguien lo verá. ¡Feliz año nuevo y los que vengan hasta que llegue ese día!

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