Una sociedad feminizada

Hace unos días entrevisté a Joan Vinyets. Es un antropólogo, experto en comunicación social y diseño, que ha publicado el libro «Un mundo en clave F» (Eumo editorial). Su tesis es que un mundo en el que todo el mundo asuma los valores que ahora se atribuyen sólo a las mujeres sería mucho mejor. Se refiere a un mundo en el que la función de los cuidados, la empatía, la colaboración con los demás prime sobre la obsesión por el dinero, la competitividad, el consumismo.

La entrevista coincidió prácticamente con la celebración del Día internacional contra la violencia de género, el 25 de noviembre. Desde hace algún tiempo, el mundo feminista está dividido. En Cataluña, algunos años, la celebración de esta manifestación o la del 8 de marzo, Día internacional de la Mujer trabajadora, generaba tensiones por la voluntad de algunos colectivos de introducir la reivindicación de la independencia en el Manifiesto que enmarcaba la jornada. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, el motivo que provoca más tensiones en el seno del feminismo es otro: el debate sobre el papel y los derechos de las personas trans en nuestra sociedad.

Primero parecía que iba a ser un debate más en el seno del movimiento. Un debate enriquecedor y que era fruto de la apertura de miras de un feminismo que iba ocupando cada vez más espacio en la escena pública y política. Pero pronto el debate se ha ido endureciendo. Me atrevería a decir que se ha «masculinizado». La violencia verbal y la agresividad que vemos a menudo en el contraste de pareceres sobre esta cuestión no encaja en la sociedad en clave F de la que habla Vinyets. En su libro, cita a Nelson Mandela y Margaret Thatcher para argumentar que no porque seas hombre actúas como un hombre y porque seas mujer actúas como una mujer. La intransigencia con la que se manifiestan algunos sectores femeninos y feministas a la hora de tratar la realidad trans les hace caer en el talante que asociamos a la lamentable virilidad.

Gritando más fuerte que las demás, insultando o boicoteando a las que piensan diferente, no se hace ningún favor a los criterios que se defienden. Ni en la defensa de la lengua catalana ni en la de los derechos de las personas trans.

Avanzar hacia una sociedad en clave F se hace escuchando, hablando, dialogando, compartiendo. Si ignoramos la empatía, el feminismo se va por la ventana y vuelve a entrar por la puerta el machismo de toda la vida.

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