¿Malversación ‘light’?

Decía Cicerón que «servirse de un cargo público para el enriquecimiento personal resulta ya no inmoral, sino criminal y abominable», y le sobraba razón. El dinero público es sagrado y hacer un mal uso, execrable. Hasta aquí, todos (salvo ellos) de acuerdo, ¿no? Entrando en el quid de la cuestión, a instancias de ERC, los socialistas se avienen ahora, tras anunciar la derogación del delito de sedición, a estudiar la reforma del delito de malversación. Y así como en términos de sedición, la necesidad de la reforma se ve clara, la de la malversación enciende no pocas alarmas. Y cuando digo alarmas, no me refiero a las del PP y compañía, encendidas de forma permanente y demagógica. Las acertadas y legítimas ansias de despolitizar la justicia, de desinflamar a la sociedad, no deberían acabar beneficiando a una interminable lista de políticos malversadores, condenados o pendientes de condena.

ERC quiere que la ley distinga si el mal uso del dinero público ha sido en beneficio propio o ajeno. A pesar de entender el objetivo, globalizar la solución, entendiendo que malversar en beneficio de terceros es menos malversar, parece, al menos, peligroso, y puede convertirse en un colador para políticos corruptos de tutti colori. Malversar es malversar, sea para uno o para terceros. Otro debate sería entrar en casos concretos y valorar si condenas como las de los políticos independentistas fueron o no desproporcionadas. Pero de ahí a blanquear un delito tan reprobable como el de la malversación, insisto, parece siquiera peligroso.

Entendiendo que la reforma es en un jardín frondoso, en el que pocos se muestran dispuestos a adentrarse, ERC habla de ser quirúrgico en la articulación de las enmiendas que deberían facilitar esta versión más light de la malversación. A saber lo que querrán decir los republicanos cuando hablan de cirugía. Muy preciso y poco tembloroso deberá ser el cirujano que opere la malversación para hacer pasar buey por bestia gorda. La malversación suele ser malversación aquí o, como decía el clásico contemporáneo, en la China popular. Volviendo al principio, el dinero público es sagrado y no se puede derrochar, ni en beneficio propio ni de otro. A diferencia de las comidas, bebidas y el tabaco, la malversación no suele ser light, más bien al contrario, se presenta alta en azúcar, grasas, calorías y nicotina, y perjudica seriamente la salud, en este caso democrática.

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