Historias que nos contamos a nosotros mismos

A mí, en tercero de BUP ya me llamaban botifler y sucursalista, por simpatizar con el PSC, y me lo siguen diciendo hoy. Entonces en clase y ahora (40 años después) en Twitter. Es una de las cosas que no han cambiado, aunque algunas personas dicen que el PSC ya no es lo mismo, sin apreciar que en 2021 sacó exactamente el mismo resultado en escaños que en 1980 (y distribuidos de forma casi igual por circunscripciones, y sospecho que también por barrios).

La supuesta mutación del PSC forma parte de una lista de tópicos que he visto que ahora abrazan también algunas personas que han pasado del socialismo al nacionalismo. Son pocos, algunos han ido a la órbita de ERC, otros a la de Junts, pero casi todos tienen gran proyección mediática, proyección que no hubieran tenido si hubieran practicado la monogamia política. Francesc Esteva, Antoni Puigverd y Cinto Amat ya han puesto de manifiesto algunas contradicciones de Quim Nadal, y en una reciente entrevista de Marina Geli las contradicciones hacían metástasis.

Otros tópicos que se explican a sí mismos y a quien les quiera escuchar algunas de estas personas (a quien respeto, y que por mí pueden volver cuando quieran) que dejaron el partido por propia voluntad son estos: «Soy socialdemócrata sin partido» pese a que apoyan activamente a fuerzas políticas que le hicieron un cordón sanitario a la socialdemocracia, la auténtica, la que participa en las organizaciones internacionales socialistas y socialdemócratas. / «El PSC ya no es catalanista, porque los catalanistas se han ido del PSC». ¿Raimon Obiols (la persona más aplaudida en el último congreso socialista junto a Salvador Illa y Miquel Iceta) no es catalanista? ¿Los hermanos Font (Jordi y Dani)? ¿José Montilla? ¿Por qué? ¿Por qué nació en Andalucía? Los alcaldes de la periferia que gestionan su día a día municipal en catalán en comunidades donde domina el castellano, ¿no son catalanistas? Podría citar decenas de personas, hay cientos y miles… que sufrimos francamente por el catalán y el catalanismo en manos del independentismo. / «Ya probamos el federalismo pero no encontramos federalistas más allá del Ebro». El supremacismo light de esa noción ya lo rebatí una vez en un artículo en El País. ¿Pero cuándo caduca el federalismo? ¿Quién tiene el reloj? ¿Cuándo tardó Estados Unidos en organizar una democracia federal más o menos completa? / “España no tiene solución”, pero en realidad España es uno de los países más seguros del mundo, sigue atrayendo a población, la esperanza de vida es más alta, la sanidad más inclusiva, las libertades individuales más respetadas, las lenguas minoritarias más protegidas, y el español, uno de los pasaportes que te permite entrar en más países del mundo. Una vez un amigo mío me dijo que España era un «estado fallido», y viéndole con tan buena salud estuve a punto de decirle que tenía muy buen aspecto por haber vivido siempre en un estado fallido.

Es interesante comparar la proyección mediática de los consejeros socialistas del tripartito que dejaron el PSC con la de los consejeros socialistas que no lo dejaron (como Caterina Mieras o Josep M. Rañé, entre otros). Si quienes dejaron el partido no lo hubieran hecho, hoy no serían entrevistados en ningún medio de comunicación ni serían llamados para hacer de consejeros, sino que irían cayendo progresivamente en el olvido, algo que algunas personas toleran mejor que otras.

La historia que nos contamos los que nos quedamos en el PSC (que somos la inmensa mayoría) es que la socialdemocracia en Catalunya tiene un partido plenamente homologado (el PSC, aliado con el PSOE, cuyo líder dirigirá ahora la Internacional Socialista); que la España europea no necesita soluciones milagrosas, sino que mejore y no se estropee; que el PSC es muy parecido al partido que casi siempre han votado muchos de nuestros padres, y por eso le seguimos votando; que la realidad es ya fuertemente federal en España y en Europa, y sólo en una democracia multinivel se pueden resolver los grandes problemas de nuestros tiempos; y que el procés fracasado nos ha producido angustia y tristeza por la ocupación abusiva del espacio colectivo y cognitivo por parte de un relato divisivo y supremacista, al que han hecho el juego algunos ex compañeros nuestros.

Es una historia menos ruidosa, basada en valores como la coherencia y la lealtad. Pero es una historia que se cuentan a sí mismas miles de personas que no se dejaron deslumbrar por el procés en ninguna de sus versiones.

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