La mujer payesa aporta al negocio más diversificación e innovación empresarial

Ellas reclaman más servicios básicos en los pueblos y más recursos para garantizar la viabilidad económica del sector

Cerca del 25% de las explotaciones agrícolas y ganaderas de Cataluña están dirigidas por mujeres, y la cifra absoluta se sitúa en 13.125 mujeres, según el Censo Agrario de 2020. En toda España, la cifra es de 261.634 mujeres, cosa que representa el 30% del total, todavía lejos del 50%. Solo Galicia y Asturias están por encima del 40%, y son las comunidades con un número de mujeres más alto liderando explotaciones.

A pesar del fomento de la incorporación de jóvenes, el envejecimiento en el campo afecta igual a mujeres y hombres. Siete de cada diez mujeres tienen más de 55 años, y la mayoría supera los 65. Como características de las fincas lideradas por mujeres en el conjunto del país, sus explotaciones tienen menos superficie agraria útil que las de los hombres, y generan menos ingresos, según la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales en España (Fademur). Cuando lideran la explotación, las mujeres hacen una apuesta más elevada que los hombres en la formación continuada, y tienden a introducir más diversificación y más innovación en el negocio.

Año tras año, la presencia de la mujer al frente de las explotaciones ha ido en aumento, y ha ganado en responsabilidades y visibilidad, a pesar de que siempre hay estado presente sin tener ningún reconocimiento. Así lo manifiesta en declaraciones a EL TRIANGLE Raquel Serrat, responsable de mujeres del sindicato Unió de Pagesos y miembro de la Associació de Dones del Món (foto). Para la ganadera Serrat, “se ha producido un cambio de mentalidad dentro nuestro, dentro de la misma mujer, que es consciente de esta importancia y visibilidad. Y también ha habido un cambio a nivel social porque la mujer es aquella figura que siempre ha estado capaz de llevar un punto diferenciador e innovador en muchas explotaciones agrarias y ganaderas y ha hecho que la actividad sea más viable”.

Judit Solà, miembro de la Junta de Dones del Món Rural, también admite, en declaraciones a EL TRIANGLE, que la mujer sufre en este sector “una doble invisibilidad: por ser mujer y por ser de campo. No se potencia nada que una mujer pueda trabajar al sector primario. Es un sector muy desconocido, todavía, y por lo tanto nos hemos tenido que hacer con nuestro lugar aquí”. Muchas de las mujeres del sector primario se dedican por haber dispuesto de un determinado vínculo de unión, dado que “es muy difícil si no conoces el ámbito”, como explica Judit Solà. La mayoría de las mujeres que lideran una explotación son hijas de campesino, casadas con un campesino o bien residentes en un entorno rural que les ha permitido tener contactos y conocimiento. “Si vienes de fuera, ¿cómo lo haces?”, manifiesta Solà. “Si se dispusiera de un banco de tierras, sería una opción” para acceder al sector, “pero es una demanda todavía no resuelta”, en palabras de Judit Solà.

El sector primario vive momentos complicados. Su viabilidad económica está en riesgo a causa de los elevados costes de producción y la carencia de un justo precio en la comercialización del producto. Según Raquel Serrat, de Unió de Pagesos, “el sector tiene un problema en general no solo de hombres o mujeres, sino un aumento de costes muy exagerado, y los precios de nuestros productos son de 30 años atrás. La cuestión de la viabilidad frena las iniciativas”. Por eso, Serrat hace una petición al Gobierno catalán: “Si queremos un mundo rural fuerte, hay que destinar presupuesto para tener servicios básicos garantizados y que la gente pueda vivir y trabajar en los pueblos. Se tiene que tener claro qué modelo de país queremos, y dejar de hacer políticas urbanocentristas desde un despacho y sin escuchar a la gente del territorio”. Para poder mejorar la rentabilidad de la explotación, las mujeres han tenido claro que “si tienes la actividad diversificada, el impacto económico está más controlado”, como indica Raquel Serrat.

Por este motivo, las mujeres, cuando entran a liderar una explotación familiar o del marido, introducen nuevas líneas de negocio. Y además hacen una clara apuesta por la formación para ser más competitivas. En Cataluña, existen 14 escuelas agrarias y muchas mujeres han pasado por sus aulas, ya sea dentro del marco de los programas de incorporación de jóvenes a la empresa agraria o bien en cursos de formación continua. En el último curso 2021-2022, el 25% eran mujeres en la formación inicial, y esta cifra subía hasta el 32% en la formación continua.

Aun así, la Associació de Dones del Món Rural considera que hay que hacer charlas a las mujeres que cursan estudios en las escuelas agrarias porque, según Judit Solà, “las hay que estudian para tener unos recursos económicos y ayudar en casa; la mujer lleva los papeles o no trabaja directamente. Tienen que ver que pueden hacerlo ellas. Entran de forma indirecta, pero no ven que pueden hacerlo ellas por sí mismas. Piensan que llevarán los papeles a pesar de que tienen más opciones: puedes ir al campo, llevar el tractor, y no solo los papeles”. Para compartir estos retos e impulsar un cambio de mentalidades, el trabajo en red es muy importante por la mujer en el campo.

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