¿Es posible la independencia energética?

Una situación de dependencia energética se da cuando un estado no tiene suficientes recursos energéticos y los debe importar de otros países. Esto le crea una fragilidad ya que ni la garantía del suministro ni el precio está en sus manos. Esta situación tuvo su primera manifestación más dolorosa  en 1973, cuando una serie de países árabes decidieron  no exportar más petróleo a los países que habían apoyado a Israel durante la guerra de Yom Kipur.

La dependencia energética de España no ha hecho más que empeorar en el tiempo. Cuando la mayor parte de la energía eléctrica se fabricaba con carbón, el país disponía de abundantes recursos, sobre todo en Asturias.  Pero los yacimientos se fueron agotando y era un carbón de baja calidad, muy contaminante por la presencia de azufre, hasta el punto que a pesar de situarse la C.T. de Andorra en una zona de Teruel con abundantes minas, las últimas décadas de funcionamiento de la central fue a base de carbón sudafricano y también sudamericano. Por lo tanto, España acabó siendo dependiente también en carbón.

En cuanto al petróleo, la situación es mucho peor. Aparte del yacimiento terrestre de Ayoluengo, puramente testimonial, se encontraron recursos en las costas de Tarragona y también en el Cantábrico. En los años de mayor producción se llegaron a conseguir dos millones de toneladas anuales de productos petrolíferos, pero cerrada la explotación en el Mediterráneo, la producción remanente es puramente testimonial. Si tenemos en cuenta que en el pasado año 2021, el consumo de productos petrolíferos fue de unos 50 millones de toneladas, es evidente que en el caso del petróleo también hemos incrementado la dependencia, que es casi total, debido al aumento del consumo y al cierre de la producción nacional. Según los últimos datos, España depende fundamentalmente del petróleo de Nigeria, México y Libia.

Finalmente, la situación respecto al gas natural es también muy evidente. España consume del orden de 30.000 millones de metros cúbicos de gas natural, del que menos de 0,5% es nacional.  Y en este caso dependemos de Argelia (a través de dos gasoductos, uno de ellos cortado ahora mismo en Marruecos), de EUA, Nigeria, Rusia y Qatar. Excepto en el caso del gas argelino, que no pasa precisamente en su mejor momento, el resto nos llega por buques metaneros, licuado y que debemos regasificar en alguna de las seis plantas que dispone España (en cambio Alemania no tiene ninguna) lo que supone un coste económico muy superior al gas procedente de Argelia. En consecuencia, hoy por hoy nos afecta muy poco los conflictos con el gas ruso (solo un 10% frente a casi el 45% de gas argelino) a consecuencia de la guerra de Ucrania.

En consecuencia, la dependencia energética de España es muy elevada. Además, dos decisiones del Gobierno promovidas por el Ministerio de Transición Ecológica, complican aún más la situación. Por un lado, se ha prohibido la prospección petrolífera en el territorio español con el argumento que si hemos de abandonar el uso del petróleo en 2050, para qué seguir buscándolo; pero resulta que Marruecos ha encontrado lo que parece un gran yacimiento a tocar de las islas Canarias.  Por otro lado también se ha prohibido la extracción de gas natural por “fracking” cuando según se dice en el subsuelo español hay grandes reservas extraíbles por este procedimiento.

No critico estas prohibiciones; solo las expongo. Si el tema de prohibir el “fracking” es por su gran impacto y efecto negativo sobre el planeta, me pregunto: ¿el planeta sufre menos si la extracción se hace en los Apalaches que en Asturias?. Detecto un cierto posicionamiento,  un tanto hipócrita, en no tener reparos en consumir masivamente el gas importado de los EUA mediante unas técnicas que aquí están prohibidas. Con la compra de gas ruso se dice que financiamos la guerra de Ucrania; lo que es evidente que con la compra de “shale gas” en EUA, financiamos la destrucción del planeta y potenciamos el cambio climático. ¿O no habíamos quedado que el planeta Tierra es único?.

Invito a reflexionar sobre estos puntos pero no quisiera acabar este átomo sin alertar de una nueva dependencia que asoma por el horizonte. Hay quien afirma que si llenamos el país de aerogeneradores y placas fotovoltaicas para producir energías renovables, se acabaría con la dependencia energética. Y que una transición alocada, sin planificación previa y sin respetar ni el paisaje ni la biodiversidad, nos evitaría tener que comprar gas y petróleo al exterior. No es cierto. Dejaríamos por supuesto de depender del gas y del petróleo pero pasaríamos a depender de otros elementos como el silicio, el litio, el neodimio, tierras raras, etc… que por desgracia son absolutamente necesarios para construir los equipos que aprovechan la energía solar y del viento, de los que carecemos en España, que están en manos de unos pocos países y cuyos precios se han multiplicado  por tres o por cuatro desde noviembre, mucho más que el petróleo y el gas.

Por lo tanto, aunque el sol y el viento sean inagotables y gratuitos, no lo son lo que hace falta para aprovecharlos. Cambiaremos de dependencia pero seguiremos siendo dependientes, quizás de un modo aún más atroz. ¿La solución a este panorama?. Entre tanto experto no va a ser este humilde cronista el que la tenga pero creo que no es otra que reducir el consumo energético. La energía que dejamos de consumir es la única realmente independiente. Pero el desarrollo de nuestra sociedad está estrechamente ligado al derroche  energético; en consecuencia haría falta hablar de decrecimiento, modelo que hoy por hoy nadie sabe cómo plantearlo.

Lo dejo para otro día… 

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