El Ayuntamiento no le da a Laporta licencia para ‘matar’ al Espai Barça

No se opone frontalmente a estudiar sus ocurrencias, como mantener la Primera Gradería y demoler la Tercera, porque los políticos no desean un conflicto con el Barça tan cerca de las elecciones municipales

También en el avance del Espai Barça la directiva de Joan Laporta va chutando balones mediáticos hacia adelante con la intención de que la generalidad del entorno azulgrana y sobre todo la prensa se crean que existe un plan infalible para arrancar las obras este verano, en cuanto acabe la competición, de forma que se cumplan los plazos anunciados verbalmente por diferentes directivos del club, entre ellos un presidente incontenible y desbocado que cuando desayuna con los periodistas no es capaz de controlar ni la lengua ni el discurso.

Un titular reciente de prensa afirmaba que la licencia de obras para el Camp Nou estaba a punto. Luego matizaba: “El Ayuntamiento la dará al primer proyecto y hay sintonía para otro permiso para el segundo, que contempla derribar la Tercera Gradería del coliseo barcelonista”.

En efecto, la junta anterior y el consistorio dejaron suficientemente avanzado el Espai Barça en tres frentes. Uno, la aprobación de una modificación del Plan General Metropolitano (MGPM) con el 95% de los grupos municipales, de todos los partidos menos la CUP. Dos, la escrituración de las nuevas parcelas con su correspondiente coeficiente y calificación urbanística una vez superadas con éxito las pocas alegaciones formalizadas, desestimadas en su totalidad. Y tres, la solicitud y concesión de las primeras licencias y la ejecución, importantísima, del derribo del Miniestadi y las obras imprescindibles que han venido afectando la curva norte del estadio correspondiente a la Avinguda de Joan XXIII.

A partir de aquí, la nueva junta de Joan Laporta ha realizado un ejercicio completamente irresponsable y frívolo, verbalizando cambios, inventos y ocurrencias hasta dar con un plan que, en lo básico, prevé obrar en el entorno del estadio y hasta donde se pueda en la temporada 2022-23, jugar en Montjuïc la temporada 2023-24 y alternar partidos y obras en la 2024-25.

Como el papel lo aguanta todo, además Laporta y su equipo han anunciado que no se tocará la Primera Gradería, ese semisótano inhabitable que era la principal mejora del proyecto anterior, junto con la integración del estadio en el paisaje y suelo urbano -sin barreras para los vecinos ni para los transeúntes- y la cobertura total de las 105.000 plazas del nuevo estadio.

Un cuento chino que, en teoría, ha de ser ejecutado por el equipo japonés de arquitectura Nikken Sekkei, ganador de un concurso que precisamente revolucionaba el diseño interior y exterior, pretendiendo una excelsa calidad de la visión, el acceso y la confortabilidad de los abonados. Nikken Sekkei aún no se ha pronunciado al respecto y la única certeza es que el Ayuntamiento está de acuerdo en conceder la licencia de obras para ese primer proyecto.

El segundo proyecto contempla esa ocurrencia de mantener la Primera Gradería tal y como está y ampliar de uno a dos pisos las zonas VIP entre la Segunda y la nueva Tercera Gradería, lo que supone alejar a una altura de visión imposible a buena parte de los espectadores, de modo que no mejora el estatus del abonado del sótano y empeora notablemente al del ático.

La noticia comentada, que cita buenas fuentes, no es irreal en su totalidad, pues habla de sintonía entre Ayuntamiento y Barça para abordar el segundo proyecto, ese que la directiva azulgrana pretende desarrollar sobre los permisos ya avanzados, pero que no contemplan esos profundos cambios estructurales y arquitectónicos. Buenas palabras e intenciones en las conversaciones, afirma la información, con Jaume Collboni, socio de Ada Colau, y Janet Sanz (foto), segunda teniente de alcalde y directora del área de Urbanismo, ambos cargos firmantes en su momento de la aprobación de ese Espai Barça tal y como fue concebido.

Ese es el plan del Ayuntamiento, el de confiar en que el sentido común se acabe imponiendo y Laporta adecúe sus delirios y ensoñaciones a una obra que, si ahora se quiere cambiar siguiendo el conducto reglamentario, puede añadir una década más a su ejecución.

Lo que no quieren ni Jaume Collboni ni Janet Sanz es polemizar, mucho menos frontalmente, con una directiva azulgrana que hoy representa a los socios del FC Barcelona, miles de los cuales son vecinos residentes de Les Corts y potenciales votantes en las elecciones municipales que están a la vuelta de la esquina.

En el supuesto de que el Ayuntamiento, finalmente y quién sabe si a riesgo de que alguna denuncia pudiera paralizar la reconstrucción, decidiera hacer la vista gorda y permitiera que con la misma licencia el club pudiera abreviar el plan sin tocar la planta baja y derribar por completo la Tercera, los problemas no habrían hecho más que empezar.

Está perfectamente clara y justificada la estrategia política del Ayuntamiento de Barcelona, de todos los presuntos implicados, de no convertir ahora el Espai Barça en un conflicto ni en un frente electoralista vecinal que se ponga de actualidad. El calendario juega a favor de los partidos y de su intención de eludir esa polémica en la campaña, pues Joan Laporta ni siquiera ha podido avanzar en la necesaria financiación del proyecto.

Goldman Sachs le da largas, de momento, porque empieza a no ver clara ni la continua inseguridad de Laporta sobre el nuevo enfoque ni la explotación del Espai Barça en sus manos cuando llegue el momento, mucho menos después de comprobar que mientras su CEO, Ferran Reverter, negociaba en Miami con Goldman Sachs, intentando convencer a sus ejecutivos y a sus posibles inversores de las excelencias del Espai Barça, el presidente Laporta, en Barcelona, aprovechaba su ausencia para enredar en la negociación con Spotify.

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