Sobre los científicos que solo ven su “jardín” y el efecto colateral que provocan

Se habla mucho últimamente de la sociedad post-cóvid, pero hay un efecto y/o un legado perverso, que aunque algún analista lo ha puesto sobre la mesa, no se le ha prestado suficiente atención todavía. Nos referimos al antes y después, en relación al protagonismo de los científicos. Protagonismo que han generado el grueso de medios de comunicación.

Durante más de dos años, los científicos que se dedican a las ciencias biológicas y afines (médicos, epidemiólogos, virólogos, bacteriólogos, microbiólogos, etc.). y todo el abanico de disciplinas, organismos, cátedras, investigadores, etc. que han tenido relación directa con la pandemia, fueron ungidos como Dioses. De hecho, más que una relación directa, un protagonismo que nunca habían tenido hasta entonces. Hasta el punto de que en algunos ámbitos, se han convertido en los nuevos sacerdotes de una religión que no tendría que serlo nunca, pues siempre se ha dicho que ciencia no puede casar nunca con dogma.

A este contexto reciente, fruto de los dos años de pandemia, hay que añadir otros tres elementos que ya hace años corren paralelos a este peligroso legado y se retroalimentan: hiperespecialización, endogamia y descontextualización.

1.- En relación a la hiperespecialización o a que sean grandes especialistas en una disciplina, hace que sean efectivamente, en general, auténticos cracks y brillantes y prestigiosos científicos en su campo de conocimiento. Pero hace tiempo, muchos años, que en el campo autodidacta, generalista, empresarial, emprendedor y orientado a la acción, muy menospreciado en nuestro país y en algunos ámbitos barrido por el supremacismo y/o clasismo académico, se dice que sí, que saben mucho de una sola cosa, pero poco o nada del resto.

Esta realidad ha estado escondida en los últimos años en España y más en Cataluña, donde la fiebre académica y academicista ha llegado a cotas nunca vistas, contagiando a TV3 y muchas instituciones, opinión publicada, etc., cuando hace muchos años que se dice y repite que estamos demasiado orientados a la universidad, a los títulos, etc. (pasan los años y somos el país europeo con más titulados universitarios, cuando hace años se repite que faltan técnicos y operarios, que al final deben buscarse fuera).

2.- En relación a la endogamia. Cada vez es más patente, como muchos de estos científicos investigan, publican, etc. más para aumentar su currículum, promocionarse en su carrera o universidad, conseguir una buena plaza de funcionario académico, saltar a una cátedra, utilizar como trampolín esta para entrar en un rectorado, patronato o junta, dar la razón -con informes científicos- a según qué organismo o gran institución (sobre todo si ésta subvenciona o patrocina la entidad académica), con la mirada puesta con un cargo en ésta -u otra, si pagan más. Todo ello por delante del compromiso ético, social, institucional o profesional, ya no digamos por la militancia política o ideológica -con objetivo de ayudar desde su puesto de trabajo, destinado a mejorar o transformar la sociedad.Pero ya no estamos en los años 70, ni siquiera en los 80, que han pasado a la historia. Ahora lo que se lleva es ser científicamente correcto durante el día, asegurar patrocinios y subvenciones (la mayoría de universidades y cátedras, hoy y cada vez más dependen de empresas y fundaciones privadas) y ganar un buen sueldo, y por la noche, ser «revolucionario». Es decir, durante el día se deben, sostienen y cultivan (y se aprovechan) de instituciones en general conservadoras y funcionariales, y por la noche, gritan y gesticulan sobre la transformación de la sociedad, la innovación, sobre el “colapso” en el que estamos entrando, etc., todo con un lenguaje muy radical, a menudo muy rompedor y anticapitalista (en la retórica), que se da de la mano o mejor aún, que intenta nutrir y liderar nuevos movimientos sociales. Casi podríamos decir que se están convirtiendo con los intelectuales orgánicos de la cultura del NO. Con un peligroso efecto en muchos movimientos sociales, al provocar lo que Voltaire y en castellano se llama “Lo mejor es enemigo de lo bueno”. O sea, exigiendo la perfección, se condenan a la inacción. Esta perfección muy gesticulada además, hace el juego a quienes ya cuentan con ese ruido radical, pero “pocas nueces”…Es evidente que si tan radicales o anticapitalistas fueran, no iban a salir en los medios. Salen por que su «radicalidad» es políticamente correcta, no nos engañemos. Es un clásico, la contracultura vende. Por el contrario, la lucha continuada y organizada, por reformas estructurales es aburrida y no suele dar réditos personales o profesionales. Y si no, fijémonos en cómo casi ninguno de estos científicos está organizado en ningún partido, sindicato, ONG…3.- En relación a la descontextualización. Alimentada o no por la hiperespecialización, el caso es que a la hora de posicionarse en según qué aspectos polémicos, uno de los más polémicos actualmente la obligada transición energética, lo hacen bajo una lógica compartimentada y aislada del resto de la sociedad, de sus problemas, y especialmente de la emergencia climática, de la que siempre pasan de puntillas…La pirueta intelectual que hacen es, tomar una realidad local o comarcal concreta, haciendo abstracción de Cataluña, de la sociedad toda, del déficit en energías renovables, de los problemas y derivadas de la contaminación en las áreas metropolitanas, de una visión global del territorio (todo lo contrario: es localista y cantonalista, yendo de la mano con los NIMBYs -no al lado de mi casa-) y realizar un profundísimo y detallado diagnóstico, a menudo brillante, un análisis exhaustivo casi de laboratorio, sobre la zona acotada , como si de una tesis doctoral se tratara, sobre los impactos locales que tendrá tal o cual parque eólico o solar, sobre la fauna autóctona, tal corredor biológico o tal especie en extinción (al parecer la extinción de la especie humana no les interesa). Haciendo abstracción totalmente del conjunto de variables que corren y atraviesan la compleja realidad social, sanitaria, ambiental, económica y climática, el atraso que llevamos en energías renovables, los fallecidos y enfermedades que provocan la energía fósil, las emisiones de CO2, el calentamiento que está provocando Cataluña, incluso sobre sí misma (estamos ya a 1,8º por encima de la media que debería alcanzarse hacia el 2050), etc. etc. (hay tantos impactos y razones para acelerar e implementar las renovables en Cataluña, que no terminaríamos. En cambio ellos, no es que acaben rápido, se que ni comienzan).4.-¿Y cómo lo hacen todo? Siguiendo la clásica máxima de “en sí y para sí”, acotando únicamente el jardín que les interesa y haciendo abstracción de la sociedad en la que están, haciendo un análisis con gran nivel teórico-académico (eso les da orla científica), con una cascada argumental que deja a más de un político boquiabierto. Esto podría estar sirviendo como coartada a todos aquellos partidos políticos y gobiernos, que aunque empiezan a entender la gravedad de la situación sobre la emergencia climática, ya les viene bien que aparezcan estos grupos de científicos, que siendo minoritarios, curiosamente están empezando a tener un protagonismo similar a los de la pandemia, muy lejos de los científicos que hace muchos años (algunos 30 o más), están picando piedra en relación a los combustibles fósiles, la energía nuclear, la prospectiva de riesgos o la epidemiología ambiental (por cierto, una olvidada en comparación con la biológica o la virológica y más con la pandemia, como si no estuvieran muriendo el doble de personas por enfermedades derivadas de la contaminación, que por la covid -datos OMS febrero 2022-.En cualquier caso, todo esto antes de la pandemia no ocurría. O ocurría pero no tan acentuado como ahora. Ahora muchos tienen envidia del protagonismo que se ha dado a los científicos de la pandemia y se apuntan también a esta ola, pues también quieren participar de esta tarta, que los catapulta a más tribunas, más cachet en conferencias, etc. Como esta ola cientifista a raíz de la pandemia ha dejado huella, quieren sacarle partido también y más cuando los medios de comunicación corren rápidos a ponerle la “alcachofa” al oportunista de turno, aunque sea un desconocido, comparado con los que hace 30 años pican piedra y apenas tienen «minutaje» en un informativo.Es evidente que me estoy refiriendo a una minoría de los científicos, el problema viene dado cuando éstos están sobrerepresentados y magnificados en muchos medios y aparecen como si fueran una mayoría o casi todos (además utilizando las siglas de sus universidades) cuando en cambio la mayoría está relegada e incluso las nuevas generaciones están con contratos precarios, con sueldos de miseria, silenciados, etc.

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