Absorta ante la sartén, esperando que el aceite cogiera temperatura, se me apareció en el fondo antiadherente la cara barbilampiña y de ojos chiquitos de Vladimir Putin. Del susto, en lugar de huevos fritos este viernes comimos huevos revueltos. Pero eso fue lo de menos. En cuestión de segundos, no sólo me quedó meridianamente claro de dónde viene el gas, sino con quién nos estamos jugando los cuartos y el cocido que, como don Vladimir se ponga más chulo, lo vamos a tener crudo.
Como los sobresaltos no llegan nunca solos, en la sobremesa, a la arrebatada protagonista de mi serie turca preferida se le puso de pronto cara de Isabel Díaz Ayuso, empezando a echar pestes de su jefe, uno que tiene muchos másteres y pocas luces. Se ve que a su pobre hermano no le dejan trabajar a gusto en sus cosas y ganarse la vida con el sudor comisionista de su frente. ¡Hay que ver que injusticia!
Al poco, y dejándome el alma en vilo, van y ponen una reposición de “El jefe infiltrado”. El triste caso de la empresa Génova and Co., donde no dan píe con bola desde que la madrastra y hermanastras de Blancanieves se quieren cargar al príncipe Casado y éste se revuelve como puede para no perder su trono. Total, andan sacándose los higadillos y, mientras tanto, la casa sin barrer.
Encandilada con el espectáculo de las miserias ajenas y ahíta de palomitas, no me di cuenta del charco de sangre que se estaba formando debajo del televisor hasta que noté la humedad bajo los pies y un fuerte regusto a hierro en el cielo del paladar. En la reyerta, se nos está desangrando la democracia, la derecha civilizada, la dignidad en la política y el prestigio de las instituciones públicas y, de esta sangre, va tomando fuerza la extrema derecha.
Nos estamos riendo, porque no es para menos, pero presiento que luego vamos a llorar. Desde la izquierda hay que tomar nota, y actuar. No sea que, con el vocerío del espectáculo de títeres y contestando alborozados a la pregunta de si viene el lobo, no nos demos cuenta que los lobos ya están en el escenario y protagonizando la función.
