El Forensic frena en seco la criminalización de la gestión de Bartomeu

Contra las expectativas generadas, Laporta lleva a la Fiscalía mucho papel mojado, apenas casos del Espai Barça, entierra los pagos a periodistas y LaLiga, además, niega a lo grande las pérdidas de 481 millones del ejercicio 20-21

Aunque el tiempo acabará jugando a favor de la junta directiva de Josep Maria Bartomeu, la pésima imagen construida por el aparato del soberanismo y por el laportismo no han dejado de proyectar sobre su gestión un halo infernal de sospechas de corrupción y de presuntas actuaciones ilícitas a las que la prensa, incontenible y desatada, se ha sumado exagerando y manipulando la realidad. La corriente mediática ha rodeado de especulación, fantasía y gigantismo las cifras sobre operaciones, comisiones, pérdidas, deudas, facturas y hechos que, incluso siendo externos, se atribuyen igualmente a maniobras oscuras de la anterior junta.

Curiosamente, sin embargo, la esperada presentación del análisis Forensic, que había de ser la puntilla para Bartomeu, se está convirtiendo en el punto de partida de un posible esclarecimiento y freno de esa catarata de hechos punibles tantas veces alimentados, sin pruebas, con titulares y declaraciones peligrosamente más allá del límite de la calumnia y de la injuria.

De entrada, el decepcionante y cauteloso contenido de la presentación del Forensic, al menos para la prensa sedienta de sangre y escándalos, quedó circunscrito a hechos que no sólo no han aportado nada nuevo bajo el sol, sino que han dejado de lado algunas de las leyendas negras de esa gestión tan mediáticamente vapuleada. De hecho, Joan Laporta y sus títeres en escena, Eduard Romeu y un abogado robotizado, no nombró a Josep Maria Bartomeu ni identificó los presuntos hechos denunciados, aunque sí se les entendió, por la traducción periodística, a qué se referían y también, lo más importante, a qué no se referían.

Por poner sólo un par de ejemplos, sobre el Espai Barça todo el ruido previo quedó finalmente reducido a poner sobre la mesa del fiscal un acuerdo de pago al Club Tennis Laietà de una cantidad inferior a dos millones por las molestias derivadas de las obras en la zona lindante del Miniestadi, ya demolido. Esa indemnización preventiva tenía como objeto, técnicamente, impedir por diferentes motivos relacionados con el impacto de las obras que el club de tenis interpusiera alegaciones que, razonablemente según los expertos, habrían tenido cierta base y habrían paralizado durante meses, mientras se resolvían, el avance del Espai Barça.

En cualquier caso, se trata de un acuerdo redactado por los abogados y los expertos que fue planteado y aprobado por la totalidad de la directiva del FC Barcelona, como consta en acta de la junta, del mismo modo que la asamblea de socios del Tennis Laietà conoció con detalle y aprobó ese acuerdo en el contexto de la presentación de la liquidación de la memoria ante su asamblea de socios. El Laietà aceptó, como contrapartida, no presentar ninguna alegación al plan urbanístico que define la gran obra patrimonial del Barça ni tampoco elevar quejas ni denuncias por causa de obras que han sobrevenido y que continuarán durante años, en su caso por la construcción del Palau Blaugrana, su anexo, pista de hielo y la sede de la Barça Escola. Imposible, más allá de que el Fiscal pueda encontrar alguna extraña irregularidad legal en el motivo de ese acuerdo, asociar esa operación a ninguna maniobra oscura, realizada a espaldas de nadie o sin transparencia documental.

Del Espai Barça, la prensa convenientemente intoxicada desde la junta de Laporta había sugerido que se habían destinado más de un centenar de millones a actuaciones sospechosas, incomprensibles, injustificadas y opacas. Pues bien, nada que el Forensic, después de meses de revolver papeles y actas, haya podido detectar.

El otro aspecto enterrado para siempre en la memoria de esa operación sombría contra la gestión de Bartomeu ha sido el de los presuntos pagos a periodistas o medios de comunicación que, como es sabido y demostrado, existían desde los tiempos de Montal, mediante acuerdos de colaboración y de contraprestaciones que se han ido manteniendo en todas las administraciones posteriores. La junta de Laporta también los ha activado, unos, y desactivado otros, a su libre elección, sin que esa práctica, básicamente centrada en la mutua promoción de club y prensa entre los aficionados haya acabado en la Fiscalía Provincial. Se ha hecho el silencio, también para decepción y disgusto de muchos por la sencilla razón de que no había causa ni fundamento.

Sin entrar en demasiados detalles, otras cuestiones expuestas en el Forensic van decayendo estos días a medida que los propios medios de comunicación aportan nuevos descubrimientos que, como las comisiones por Griezmann o Malcom, parecen estar relacionadas con actuaciones ajenas al club y del entorno. Por no hablar de las operaciones de Cillesen y Arthur, en las que los expertos no conciben, más allá de si la valoración económica de los futbolistas es apropiada al rendimiento de sus ‘intercambios’, Neto y Pjanic, ninguna infracción. Sería como llevar a la Fiscalía Provincial de Madrid el desembolso realizado por el Real Madrid en su día por Hazard.

También ha provocado una evidente flacidez en el ánimo de ese entorno laportista que la evaluación del presunto perjuicio provocado por si hubiera habido una actuación dolosa de Bartomeu, pendiente de demostrar, se haya fijado en 30 millones. Con más razón aún a la vista de que las acusaciones entregadas al fiscal empiezan a no sostenerse según algunas investigaciones periodísticas y consultas legales. La desazón proviene, como todo lo que le pasa al Barça desde la llegada Joan Laporta a la presidencia, de las enormes expectativas, promesas y nuevas fronteras  que luego acaban siendo humo y mentira. Como renovar a Messi o estar celebrando estos días con una euforia desatada haber alcanzado al fin una posición de Champions después de haber caído de forma decepcionante en cuatro competiciones (Champions, Liga, Supercopa y Copa).

Laporta había dado por hecho y asegurado no sólo la continuidad de Messi sino la inmediata puesta en escena de un equipo competitivo en la primera línea del fútbol mundial. La prensa se ha encargado de tapar los errores mayúsculos en la gestión deportiva y de engrandecer cualquier brote verde a la categoría de gesta, incluida una dolorosa derrota ante el Real Madrid en la final de la Supercopa, un 2-3 final que casi acaba en rúa para celebrar el ‘formidable’ juego del equipo de aquel día.

También ha trascendido que LaLiga de Javier Tebas no sólo no se creen los números de la liquidación presentada a los socios por Laporta de la temporada 2020-21, sino que los resultados de la auditoría externa e independiente, solicitada por este organismo y financiada por el Consejo Superior de Deportes, refleja resultados completamente distintos y desde luego muy inferiores a esos 481 millones de pérdidas sometidos a la aprobación de la asamblea.

LaLiga considera, por el contrario, que según la auditoría realizada por BDO, las pérdidas reales fueron menos de la mitad de esa cifra, de las cuales, además, aproximadamente 200 millones son atribuibles a la pandemia y, por tanto, no serían exigibles a efectos de una acción de responsabilidad, en este caso contra el propio Joan Laporta, firmante y único presidente con atribuciones para formular las cuentas de la última temporada. Laporta, en cambio, las limita a 90 millones.

LaLiga tampoco da por correctas las devaluaciones a capricho de varios jugadores precipitadamente amortizados (caso de Griezmann) y las provisiones de casos jurídicos cuyo riesgo fue puesto en duda incluso por el propio auditor del club. De lo cual resulta que las verdaderas pérdidas presuntamente originadas por gestión de Bartomeu quedarían en la realidad reducidas a unas decenas de millones que su junta ya previó como consecuencia de la pandemia y de estar cerrado el Camp Nou (más Museu y otros servicios) toda la temporada. Por ese motivo, para equilibrar las cuentas, se planteó la solución del Barça Corporate, para obtener un beneficio directo de 100 millones. En aquel momento tampoco se podía contar con el efecto CVC, que habría añadido también como beneficio directo más de 200 millones, esos que Laporta ha rechazado por orden de Florentino Pérez. El Barça habría equilibrado las cuentas e incluso ganado dinero, ampliando su margen salarial.

La conclusión es que, con el tiempo, la gestión de la ex-directiva de Bartomeu, siniestramente criminalizada por la prensa y el aparato laportista, no será ni mucho menos como la han contado. Seguirá siendo opinable y discutible, pero, si se han de analizar en justicia, deben contextualizarse teniendo en cuenta la bajada de 300 millones sobre los ingresos previstos por efecto de la pandemia. Eliminarla de la ecuación es manipular directamente.

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