El plan secreto de Òmium Cultural para desestabilizar al Estado español

Uno de los ejes estratégicos consistía en presentar a España como el país del mundo que peor ha gestionado la crisis de la covid-19

La Guardia Civil interceptó en el ordenador de Jaume Cabaní, el contable de Carles Puigdemont en Waterloo, los planes secretos de Òmnium Cultural para los siguientes años. Esta confiscación tuvo lugar el otoño del 2020, fecha en que se desarrolló la llamada operación Volhov, dirigida por el magistrado Joaquín Aguirre, titular del juzgado de instrucción número 1 de Barcelona. En aquellos momentos, el presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, cumplía prisión después de ser condenado a 9 años por sedición.

Cabaní, que se ocupaba, según el sumario, de recaudar fondos para Puigdemont y para el Consejo por la República, compaginaba este trabajo con colaboraciones periódicas con Òmnium Cultural. Su grado de implicación era alto, hasta el punto que se le remitían correos electrónicos con temas sensibles, como la hoja de ruta futura.

“Los trabajos que está realizando para Òmnium Cultural se confirmaron en el correo electrónico de 14 de abril del 2020, en el cual Ferran Mazaira adjunta un documento Power Point para que Cabaní lo revise. En éste se habla de la transformación tecnológica de Òmnium y se muestran los objetivos que se tienen que trabajar, concretar ejemplos de problemas de datos y demandas tecnológicas, lanzar campañas de respuesta social a la covid-19, concretar el rol del responsable de datos, definir la organización de Òmnium, definir la propuesta de trabajo para el cuadro de mando y crear un planteamiento preliminar del plan estratégico”, dice uno de los informes elaborados por los agentes para el magistrado que investigaba el tema, al que ha tenido acceso EL TRIANGLE.

Su trabajo, pues, era sustancial para la labor de Òmnium , puesto que alcanzaba también la seguridad informática de la organización y la efectividad de su operativa internacional. En aquel momento, Òmnium había puesto en marcha en Bélgica su rama europea, para que funcionara al unísono con la estructura controlada por Puigdemont. Esta maquinaria se concentraba en la entidad Òmnium Cultural Rights Europe ABSL (OCRE), que funcionaba como filial de la institución barcelonesa, aunque con sede en Bruselas.

Sin embargo, los documentos más importantes eran cinco hojas que, bajo el título «Plan de captación y comunicación: idea global para los próximos dos años», detallaban la hoja de ruta de Òmnium. Se trataba de los secretos estratégicos de una de las entidades que había conseguido movilizar millones de personas en las calles catalanas durante una década, que ahora dejaban al descubierto las tripas de la estrategia de Cuixart y los mecanismos para enfrentarse al Estado. En sus puntos se trasluce, además, lo que podría considerarse la guerra sucia del independentismo contra el Estado español, puesto que detalla sin tapujos las campañas a seguir y las consignas que se tendrían que desarrollar durante los años siguientes. Esta hoja de ruta se tenía que poner en marcha durante el 2020, después de ser aprobada por la junta de la entidad, por lo cual su entrada en vigor se sitúa a lo largo del año 2022.

Ofensiva contra el emérito

El primer punto del plan estratégico, que lleva por lema «Consecución de hitos tangibles y que nos acerquen a la independencia», tiene un objetivo potente: “Denunciar a Juan Carlos I en Suiza”. En aquel momento, se empezaban a conocer los sospechosos movimientos de dinero del emérito en paraísos fiscales, y esto era muy goloso para el independentismo, que de este modo esperaba sacar provecho del asunto. Aquí entra de pleno en escena la guerra sucia de Òmnium en la batalla política, puesto que su intención era aprovechar la cuestión de Juan Carlos I para disparar contra los partidos políticos españoles.

Así, las dos principales ideas-fuerza de esta campaña eran que “los partidos españoles protegen a la monarquía” y que “PP, PSOE, Ciudadanos y Vox bloquean la verdad”.

Como “acciones proactivas de solución” proponía una “campaña para pagar la ofensiva jurídica contra el Rey” y preveía, por otro lado, “acciones reactivas de protesta”. Entre estas acciones, cita el documento “videos contra el régimen del 78 y la corrupción” y otras acciones como “caceroladas”, etc. (¡un éxito ya conseguido!)”.

“El peor país del mundo”

El segundo gran eje de la hoja de ruta se centra en la “Gestión de la covid-19”. Este gran tema recogía también las consignas que había que extender y difundir entre el activismo soberanista: “España es el país con la gestión peor del mundo a raíz de haber centralizado la operativa en Madrid, no haber aislado el foco principal, haber mentido y ocultado información (p.e.: el 2 de marzo tenía la recomendación de la UE de no permitir manifestaciones masivas)”. Además, había que acusar a España de “militarización de la respuesta”. Estos puntos respondían a las consignas que también abrazó el Gobierno, presidido entonces por Quim Torra.

Se trataba de otra guerra sucia lanzada por el independentismo a partir de afirmaciones falsas, puesto que España no fue el país que hizo la gestión peor de la covid ni se militarizó la respuesta, sino que se utilizó al Ejército como apoyo, pero siempre bajo el mando y la supervisión de las autoridades sanitarias, ya fueran estatales o autonómicas. En Cataluña, por ejemplo, la Generalitat rechazó la ayuda del Ejército, que se limitó a ayudar en los pocos casos en que se requirió su ayuda por parte de la Administración central para levantar algún hospital de campaña.

Para llevar a cabo esta tarea de desinformación y guerra sucia, Òmnium se serviría de varias acciones como financiación de proyectos (en el documento se da por hecho y con éxito) y la campaña Dame la mano, que en el momento de redactar la hoja de ruta ya estaba en marcha. También preveía “promover más la app y articular cómo ejercer república, ejercer ciudadanía con relación horizontal y de tú a tú, descentralizada, digital, moderna, con la Administración”. De este modo, se oponía la gestión que realizaba el Gobierno de Pedro Sánchez con el estilo República catalana: no se trata que se hiciera una buena o una mala gestión, sino de ponerse siempre a la contra, una estrategia que utilizó la extrema derecha de Vox, el PP e incluso la Generalitat, consistente en pedir más restricciones cuando el Gobierno se mostraba más permisivo y en pedir más libertad o en denunciar estas restricciones cuando se dictaban.

Otra de las posibles acciones era la de repartir mascarillas (en aquel momento muy escasas) en las sedes de Òmnium e incluso enviarlas “a los socios más vulnerables”. Como acciones de protesta, se preveía “denunciar vía videos en las redes sociales, o con otras campañas, todas las mentiras y muertes que ha provocado la pésima gestión (peor país del mundo, PEOR (sic))”. Este ítem negativo sobre España es el principal eslogan que tenía que inyectarse en la memoria de la ciudadanía a partir de la repetición en todas las acciones, en una estrategia que se conoce como principio de orquestación.

Campaña en la prensa internacional

El tercer punto a considerar era “Tumbar el suplicatorio”, es decir, hacer una intensa campaña internacional para que la Europarlamento no retirara la inmunidad a Carles Puigdemont y a sus compañeros expatriados. En el contexto de este punto, se señalaba que existía una “pérdida fuerte de prestigio de España en Europa a raíz de la covid”. También se apuntaba al hecho que se esperaba la solución al suplicatorio a los exiliados en dos o tres meses.

Ante esto, Òmnium tenía previsto realizar una campaña “para hacer llegar a los eurodiputados europeos un material explicativo sobre qué ha pasado en Cataluña y por qué tienen que votar no al suplicatorio”. En este apartado, recogía la nota “Contador de cuántos eurodiputados recibirán la información vinculada al dinero recaudado”. La segunda línea de acción contra el suplicatorio era hacer “una campaña para poner publicidad a favor del derecho a la autodeterminación / derechos de los catalanes en los principales diarios de Europa”. Apuntaba que, en este apartado, el socio escogería el medio.

Pero había todavía un tercer eje: “El patrocinio de charlas en el Parlamento Europeo, cenas con organizaciones de derechos humanos (es clave establecer lazos con ellos y que se haga el link indepes-autodeterminación-derechos-modernidad y progreso, versus caverna. En las acciones reactivas de protesta, se trataba de utilizar de nuevo las redes sociales para denunciar muertes y mentiras del Estado español, y situarlo ante la ciudadanía y ante la opinión pública mundial como el “peor país del mundo”.

Asalto a las instituciones

El cuarto bloque de la estrategia lleva por título “Organizaciones transversales”. En este bloque se trata de la batalla institucional y del asalto a las entidades profesionales, económicas y sindicales para utilizarlas como herramientas contra España. “El Estado controla organizaciones clave vía transferencia de rentas (Sánchez Llibre, Coscubiela…)”, dice el documento a manera de justificación. Por lo tanto, la reacción es lógica: “Allá donde podamos, porque haya camino democrático (ejemplo: elecciones sindicales, cámaras de comercio, universidades, colegios profesionales) hay que impulsar y apoyar a iniciativas independentistas (ejemplo claro: Eines de País) y trabajar en acciones coordinadas con las que ya haya”.

En aquel momento, el independentismo ya había ganado el control de la Cámara de Comercio de Barcelona (a pesar de que dos sentencias recientes hablan de pucherazo en el recuento de votos), y los meses siguientes, las candidaturas soberanistas fueron asaltando gradualmente tanto colegios profesionales como los rectorados de las universidades, en una acción coordinada desde la Asamblea Nacional Catalana (ANC), que es la promotora de la candidatura Eines de País.

Como acciones proactivas, quedaban por discutir los principales puntos a desarrollar en este campo, aunque el documento ya recogía por dónde irían los tiros, al presentar propuestas con interrogantes, cosa que significa que tendrían que ser tenidas en cuenta y discutidas. Entre estas propuestas figuran “ayudar a la Intersindical a montar secciones en empresas con socios nuestros” y “hacer publicidad de patronales indepes entre los socios empresarios”. Con esto, esperaban llenar un vacío, el sindical y el patronal, donde el independentismo nunca pudo entrar. Todos los intentos para crear un gran sindicato soberanista o una gran patronal soberanista fueron un fracaso, salvo algunos nichos del funcionariado, donde a cambio de favoritismos y de cesión de poder político y administrativo se consiguieron introducir determinados sindicatos muy minoritarios.

El segundo eje de acción en este campo era “impulsar tablas de negociación social paralelas, por ejemplo, entre Cámaras de Comercio y sindicatos indepes«. La consigna en este punto es muy simple: “¡Ejercer separadamente!”.

Esta hoja de ruta fue seguida de pe a pa por Òmnium Cultural, que consiguió éxitos en los asaltos a algunas instituciones que apuntaba, pero fracasó en el objetivo de fracturar el sector laboral, al no conseguir materializar tablas de negociación paralelas. “Como se observa, los objetivos que se plantean […] son denunciar al Rey emérito ante las autoridades suizas, gestionar la crisis covid-19 desde el punto de vista de una campaña de denuncia y estigmatización de España, tumbar el suplicatorio y organizaciones transversales”, explica el informe realizado por la Guardia Civil.

Había, sin embargo, un quinto folio con un plan que llevaba el sugerente título de “Liberar a Jordi Cuixart”, que se encontraba cumpliendo condena. La intención era que en los dos años siguientes el caso de Jordi Cuixart tendría que llevar a España ante los tribunales internacionales. De hecho, a pesar del indulto concedido el verano pasado a Cuixart, el activista presentó demanda contra España ante instancias internacionales, una iniciativa el final de la cual es incierto por su debilidad jurídica.

En la hoja de ruta, Òmnium desvela su estrategia más arcana: “Acusará al Estado de haberlo encarcelado injustamente por defender los derechos fundamentales, como ya han denunciado la ONU o Amnistía Internacional, y de haberlo mantenido secuestrado durante años”. Paralelamente, se tenía que preparar una campaña en su defensa: “Queremos apoyarle, queremos ser 500.000 personas que en nombre de Òmnium Cultural se sumen a su denuncia”.

Esta estrategia ha sufrido un cambio. Cuixart dejará la presidencia de la entidad este mes de febrero y hay que vér cuál será la orientación de la nueva dirección de la entidad.

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