Sonia y la transfobia vigente

Sonia Rescalvo Zafra es hoy el nombre de una plaza en el parque de la Ciutadella. Sonia Rescalvo será recordada por la mayoría por su asesinato. El 6 de octubre de 1991 un grupo de neonazis la apalearon hasta la muerte.

Sonia dormía en la glorieta del parque con su amiga Doris, que también fue agredida y sobrevivió. Sonia recibió unas patadas tan violentas que uno de los agresores se rompió una uña a pesar del refuerzo de acero de sus botas. Sonia como símbolo de la transfobia. Sonia en la memoria de todas y todos.

Pero Sonia llegó a la muerte después de una vida llena de vejaciones, de microviolencias que la lanzaban a la exclusión. Nació en Cuenca y a los 16 años se trasladó a Barcelona huyendo hacia lo que pensaba que era la libertad de ser lo que quería ser: Sonia. En Barcelona pudo vivir –malvivir– como mujer dedicándose al mundo del espectáculo y, en un rápido declive, a la prostitución y la indigencia. En 1991 la transfobia era «la normalidad». La extrema violencia de la ultraderecha la mató, pero la violencia excluyente de la cotidianidad que la marginaba la fue cayendo en una espiral de hundimiento.

Este año se han cumplido 30 años de su asesinato y la transfobia sigue viva. Durante el juicio a sus asesinos todavía se trataba, por parte de la prensa, a Sonia por su nombre de pila masculino y se la trataba como “homosexual travestido”, y hoy esto todavía sigue ocurriendo en algunos medios.

Pocas salidas laborales tenían las mujeres trans en los años 90: espectáculo de variedades, prostitución… Hoy, siglo XXI, las personas trans son uno de los colectivos con mayores dificultades de acceso y permanencia en el mercado laboral. Según una encuesta de la Agencia de Derechos Fundamentales, en 2020, el 35% de las personas trans que buscaban trabajo habían sufrido discriminaciones, y sólo un 16% de las personas trans se visibilizan como tales en el puesto de trabajo.

Según el informe del estado de la LGTBI-fobia 2020 del Observatorio Contra la Homofobia, el 15,3% de las incidencias denunciadas en el colectivo LGTBI son contra personas trans. Según el mismo informe, el 29,6% de las agresiones se dan en el espacio público, y un 25,9% en las redes sociales, internet o telefónicamente. Un 25,9% son agresiones verbales y un nada despreciable 22,2% son agresiones físicas. La transfobia sigue viva.

La negación de la identidad de género es también la negación de los derechos a las personas trans. Según recoge el informe del mapa legal trans de ILGA World –asociación internacional de lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersexuales– los procesos de cambio de nombre y reasignación de género son costosos y de extrema dificultad en la mayoría de países del mundo.

En España sólo puede haber esta reasignación a partir del reconocimiento de la disforia de género como enfermedad mental, y la llegada de la llamada ley trans al Congreso ha levantado muchísima polvareda. Este proyecto de ley recoge las recomendaciones de la OMS –Organización Mundial de la Salud–, que en 2018 retiró la transexualidad del listado de enfermedades mentales.

La LGTBI-fobia está presente en todos los ámbitos, con violencias extremas y microviolencias. De hecho, las discriminaciones al colectivo de mujeres y hombres lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales se mantiene en la mayoría de legislaciones del mundo. La homosexualidad sólo hace tres décadas que desapareció de la clasificación internacional de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud, y todavía existen las llamadas terapias de conversión que quieren alterar la orientación sexual o la identidad y la expresión de género.

Susana Alonso

Actualmente son las personas trans las que reciben discriminaciones más violentas, criminalización y requieren procesos más largos y costosos para su reconocimiento. Se necesitan herramientas para el reconocimiento, acciones positivas para el colectivo y la afirmación legal y social de derechos. Ninguna discriminación hace posible que colectivos minoritarios o mayorías invisibles y minorizadas dejen de sufrirlas. El reconocimiento de derechos posibilita el ejercicio de la convivencia basada en el respeto y la libertad.

A Sonia Rescalvo la tenemos en la memoria por su muerte, pero habría que tenerla presente para construir una vida mejor, más justa y libre.

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