Laporta frustra a los suyos sin ‘artillería’ contra Bartomeu

Como única réplica a la carta le acusa de mentir con flacos argumentos, pero ni rastro de la Due Diligence o de la Auditoria

Ni Auditoria ni Due Diligence. En otra emboscada mediática del departamento de comunicación del FC Barcelona, que anunció la presentación de los resultados de la Due Diligence para este lunes, pero que también promovió el rumor, falso, de que se darían a conocer los resultados de la auditoría, Joan Laporta sólo pretendía responder a la carta de Josep Maria Bartomeu al que calificó reiteradamente de mentiroso y de actuar “por desesperación” como única reacción a esa carta que, en diez puntos, le acusaba de inacción, de gandul y de ser en gran parte responsable de una situación financiera y económica más grave de lo que debería ser.

Fuentes de la junta de Bartomeu confirman su reacción de sorpresa, a la vista de que Joan Laporta ha rebajado el tono y el alcance de sus declaraciones sobre la existencia de irregularidades y de haber encontrado actuaciones “presuntamente delictivas”, términos que no empleó esta vez dejando entrever que, en todo caso, cuando se enseñe la Due Diligence y la Auditoría en septiembre ese será un tema que analizar y valorar con los abogados. Menos amenazas.

Rac1, SER y Catalunya Ràdio habían previsto programas especiales dando por supuesto que correría la sangre y que Laporta, dando sablazos dialécticos infalibles, dejaría herido de muerte reputacionalmente hablando a Josep María Bartomeu a base de afirmaciones, datos, corrupciones, y todo tipo de acusaciones que, sobre el análisis pericial de su mandato, dejarían al expresidente KO. Nada de eso.

Laporta, por el contrario, se dedicó a propalar, corregir y aumentar las mismas mentiras y el absentismo presidencial que Bartomeu le atribuye en su carta, con pobres argumentos y vagas explicaciones que desde luego nadie más de su junta ni de su equipo de ejecutivos se atreverían a usar como réplica. Por inconsistentes y quiméricos.

Según no sólo la opinión del equipo de Bartomeu sino de los propios estatutos del FC Barcelona, la mayor parte de las réplicas de Laporta no se sostienen. La primera es que, a su entender, la aprobación de las cuentas 2019-20 formuladas por la junta de Josep Maria Bartomeu no suponen en ningún caso una exoneración de cara a la acción de responsabilidad ya que se aprobaron, dice, para no paralizar el club. Lo cierto y demostrado es que, en la misma situación, en 2010, la junta entrante reformuló las cuentas y se aprobaron en la asamblea sin que ello supusiera el menor freno a la administración del FC Barcelona. Las cuentas sólo se debían aprobar si eran correctas como dijo el auditor y ratificó el propio Joan Laporta. Mal empezó, pues acusando a Bartomeu de mentir, en un punto en el que él mismo ha tenido que engañar a los socios.

De la lectura de la carta, Laporta se saltó, claro está, la parte en que su auditoría de 2010 presentó salvedades, y que como consecuencia de las pérdidas su mandado acabó con 47,6 millones de pérdidas y no en positivo como las de Josep Maria Bartomeu. La estrategia de negar sus propias acciones como parte del discurso puede seguir funcionando entre el talibanismo que ha recuperado el Barça y que, como en Kabul, ha acabado con los derechos de los socios y con las libertades.

Tal es el estado de sitio mediático impuesto por Laporta que ningún periodista se atrevió a discutirle, por ejemplo, la absoluta certidumbre de que él y sólo él, y su junta, son los responsables ante la ley de cierre del ejercicio 2002-21, una liquidación en la que prepara una maniobra de las suyas, nefasta e imaginativa a la vez, para preparar lo que seguramente es su gran propósito y plan: encubrir con los avales, que van a aumentar a partir del próximo ejercicio, la cesión del gobierno y de la explotación de determinados activos del club a Audax y otros aspirantes a controlar el club a cambio de avalar.

De hecho, la patada a Messi se la dan el CEO y los avalistas que anteponen sus intereses a los del club y priorizan su ambición de beneficiarse del poder y de la influencia de gobernar el Barça. Están dispuestos a eso aunque sea como en su caso, desde la sombra. Un poco lo mismo que hace Jaume Roures a través de un Joan Laporta que ha perdido todo el peso de la gestión del club y al que ni los propios jugadores no quieren como interlocutor.

La sombra de un Laporta capaz de decir las barbaridades que sean, de repetir cien veces que Bartomeu miente, no resistiría en su caso no sólo un detector de mentiras sino la propia realidad que imponen la normativa de la LFP, la RFEF y la Ley del Deporte.

En definitiva, sólo aludió a la parte de la carta de Bartomeu que lo dejaba como un inútil y un despreocupado con la desvergüenza e imprudencia de manifestar que el expresidente es el responsable de la gestión hasta el 17 de marzo de 2021, un infundio enorme, absurdo y descabellado del cual desde luego es plenamente consciente.

Los suyos, sus ciegos seguidores y fanáticos de la prensa, se agarrarán a los datos ya conocidos de los 481 millones de pérdidas (eran más el otro día) y a los 1.300 millones de deuda que incluye los salarios diferidos de los jugadores, todos, incluido Messi, que no se quisieron bajar el salario la temporada 2020-21. ¿Por qué? Según Jordi Alba porque nadie se lo ha pedido. Lo mismo que respondió Messi cuando le preguntaron por su inmovilismo salarial. “Pregunten al presidente, a mí nadie me ha dicho nada”.

La habilidad y capacidad de Laporta para adulterar la realidad es colosal, galáctica y a prueba de cualquier escenario o interlocutor. Messi le creyó lo mismo que miles de barcelonistas que le votaron convencidos de que sólo él lo podía convencer.

La realidad es que ya fue, en su primer mandato, un pésimo gestor en la opulencia de títulos y de ingresos. Ahora que todo está por hacer y negociar, ahora que le toca trabajar es cuando Joan Laporta, como lo ha demostrado hoy con Bartomeu, después de echar a Messi un gran engaño o perdonándole 16,5 millones a Neymar porque sí, se hace pequeño, más pequeño cada día de pasa.

Y la prensa, sin la Due Diligence ni la Auditoría prometidas desde hace dos meses. Mientras Piqué tiene que resolver a última hora las obligaciones no atendidas por los ejecutivos o por los directivos. ¿Quién gobierna el club?

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