La doctrina Ilaix no se aplica a todos por igual

El presidente se atreve a señalarlo en público con una mano dura que no emplea con los 'grandes' o con los agentes que son amigos

Ilaix Moriba
Ilaix Moriba

Se ha puesto de moda, o sería mejor decir que Joan Laporta lo ha hecho personalmente, referirse al caso de Ilaix Moriba como ejemplo de actuación con dureza, inflexibilidad y mano dura de la directiva, capaz de incluso dejarlo en un rincón sin poder prácticamente jugar. Ilaix debe ser el chivo expiatorio. Otra cosa bien diferente, una vez analizados diferentes casos que salpican esta transición del Barça hacia la austeridad y los recortes presupuestarios, es que las actuaciones y sensaciones no parezcan, en ocasiones, tan severas ni firmes.

Cambia mucho si el futbolista es un recién llegado, una joya de la cantera, o si se trata, como Jordi Alba, Piqué, Busquets o Sergi Roberto, de jugadores consagrados. También de qué agente protege los intereses de cada futbolista. Los hay que son más amigos de la casa como Jorge Mendes o Josep Maria Orobitg y otros agentes que lo son menos.

No hace falta ir muy lejos para comprobar, por ejemplo, el talante tan diferente con Ansu Fati, ahora en manos de Mendes, amigo personal de Joan Laporta. El trato y las atenciones mejoran. Tanto que renovó hace un año o menos, antes de la lesión, y pocos meses después del aterrizaje de Joan Laporta ya se planteó mejorarle el contrato, extremo del todo inexplicable si no fuera porque a Mendes sigue estando la idea de traspasarlo tarde o temprano. Ya llevó una oferta de 150 millones de euros del Manchester United, rechazada de plano por Josep Maria Bartomeu, y recientemente otro club inglés puso encima de la mesa 90 millones por el canterano.

Este flanco siempre parece activo. Hay prisa para mejorar unas condiciones que aceptó cuando firmó y que, por desgracia para él, por culpa de una lesión mal tratada, no ha podido reivindicar el campo. Está claro que el club debe protegerlo y acariciarlo, sobre todo impidiendo que la mano de algún doctor pasado de moda le destroce la vida, pero también lo es que nada puede activar una mejora de su contrato dadas las circunstancias.

Mendes necesita recuperar la fuerte inversión realizada en su momento para conseguir los derechos federativos de Ansu Fati, ya sea por la vía de una ampliación de contrato suficientemente generosa o bien por la vía del traspaso, menos posible pero no del todo cerrada en una delantera donde no se cabe todo si vuelve Messi- y si no se van Griezmann y Martin Braithwaite y, además, se consagra Memphis Depay como parece evidente.

No hay que olvidar que la renovación de Ansu Fati, hasta 2022 por razones de su edad, comenzará a ser noticia en el momento que vuelva a estar en condiciones de jugar y de meter goles. ¿Se le aplicará doctrina Ilaix? Ya es posible adelantar que nadie lo cerrará en el vestuario del Barça B ni, como Collado o Rey Manaj, se les amenazará de dejarlos sin ficha si no atienden la necesidad de dinero del club con traspasos inminentes. Seguro que no.

Tampoco es una gestión sencilla y muchos menos ejemplar cuando, por arriba, la misma directiva, a pesar del discurso sobre la necesidad de apretarse el cinturón, no es capaz de convencer ni a las buenas ni a las malas a ninguna de las vacas sagradas para que se rebaje la ficha. Bien mirado, sí podría darse una asimetría conciliable como filosofía de club si, ciertamente, los veteranos redujeran sus salarios por sensibilidad y colaboración con la situación que vive el club debido a la covid-19 y, por su parte, los más jóvenes también se adecuaran a contratos menos ambiciosos a su edad a cambio de unos buenos y un escalado en función de sus progresos. No es así.

Los casos de Busquets, Sergi Roberto, Jordi Alba y Piqué seguro que pasan por las manos expertas de agentes que hace años que negocian con el club, conscientes de que ninguna de las vacas sagradas, tampoco Messi, ha rebajado sus pretensiones en función de la edad, rendimiento y situación del club. Si Messi no da el ejemplo, porque no es verdad que vaya a cobrar menos, sino que su ficha se difiere en pagos que deberá cobrar cuando ya esté jugando en Miami -veremos si eso pasa los controles del juego limpio, los fiscales y los de la propia competición-, no parece probable que los demás acepten una fórmula diferente y mucho menos que los otros sigan su ejemplo. O aprieta el cinturón todo el club -el presidente Laporta genera unas facturas astronómicas en restauración- o no parece que los gastos puedan reducirse como exigen las circunstancias y la Liga de Fútbol Profesional.

Todo se complica, además, cuando el futbolista joven queda al margen de la negociación por ser menor de edad y se requiere a la fuerza la tutela legal de los padres que, a su vez, mejoran rápidamente su tren de vida gracias a las anticipos de estos agentes que al final son los que se sientan en la mesa a negociar sin la menor predisposición de adelgazar sus pretensiones. Con una oferta de la Premier en el bolsillo se sienten poderosos.

Tampoco es nada nuevo. Jordi Alba, como Gerard Piqué o Eric Garcia, marcharon del club en idénticas circunstancias y acabaron volviendo porque para ganar títulos y saborear la élite del fútbol sólo el FC Barcelona produce y genera el ecosistema adecuado.

Lo que no se puede, ni se debe, es extrapolar la doctrina Ilaix como axioma del nuevo barcelonismo, ni tampoco criminalizar al jugador sin explicar ni señalar a padres y agentes como se está haciendo, sólo porque la prensa aplauda a Joan Laporta poniendo a Ilaix el centro de la polémica. Es posible respetar a Ilaix, como Busquets o Piqué, sin necesidad de que el futbolista sea presa fácil para las fieras del periodismo y de la afición.

Claro que en su momento Iniesta, Puyol, Xavi, Valdés, Cesc, Bojan o Arteta -estos últimos se fueron- o el propio Messi también tuvieron la tentación y la oportunidad de fugarse. La inexperiencia del futbolista y la ambición de su entorno -padres, agentes, fiscalistas y comerciales- son un cóctel terrible. Pero señalar sólo a Ilaix, el joven futbolista, abusar de su condición de inferioridad apartándolo como un apestado es más bien de cobardes. La directiva no se atreve a actuar igual con todos los que necesitan mano dura y, en cualquier caso, según qué actos y decisiones a la larga pueden pasar factura.

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