La esperanza en los restos de un naufragio hoy en proceso de rescate

El proceso “parecería hundido definitivamente, quedando poder dar testimonio histórico, no solo de la inmoralidad del régimen que los nacionalistas pretendían imponernos, sino de los ignominiosos hechos que empezaron a cometerse en 2012 cuando un presidente que nunca había mentado la  independencia, para mantener su poder, cambió la señera por la estelada, consiguiendo, a pesar de su propio fracaso, que en Cataluña presidiera un poder secesionista, dotado de alas, gracias el posterior apoyo de Moncloa, en una réplica del mismo afán de poder.

El constitucionalismo ha sido masacrado por un colectivo fanático y supremacista que se creía por encima de la ley. A la Cataluña convivencial se la ha infringido una tortura constante en su dignidad, en connivencia con líderes terroristas, y violentos ataques hermanos, psicológicos y físicos (CDRs) en un odio arbitrario y desmedido, contra todo aquél contrario al régimen totalitario que persistía en imponerse. Un cerril nacionalismo “religioso” impone lengua e invade instituciones, vulnerando su neutralidad representativa: Parlamento, universidad, colegios profesionales, asociaciones civiles. La malversación de fondos, de una magnitud obscena y las corruptelas de líderes secesionistas y sus palmeros, han desangrado el país.

Las empresas huyeron del conflicto y, por tanto, de un país modélico, pionero y en crecimiento, llevado a una gravísima decadencia de la que costará recuperarse. Una serie de personajillos secesionistas, beneficiados por ese régimen, se muestran, en medios y redes, como auténticos salvajes animadores del odio al prójimo, con burlas crueles e inmorales, aplaudidas por los mismos que hoy finalmente se han visto engañados por sus líderes. Otros aprovechados de la secesión, subvencionados y aplaudidos “desde arriba”, por administradores aparentemente cuerdos, no dudan, en construir un falso escenario histórico, en el que además de los catalanes ilustres que el país ya tenía, incorporan otros tantos, que, hurtados escandalosamente de su origen, son “rebautizados” como catalanes ilustres, en un surrealista, patético y acomplejado delirio de grandeza, de imprescindible estudio psicoanalítico y psiquiátrico.

Los políticos presos habrían generado una caza de brujas contra funcionarios resistentes a la connivencia en la prisión de lujo donde estaban pernoctando. Hoy ante la concesión de indultos, la ANC hace una barbacoa con fotos del rey, que es quien tiene que firmar los indultos, y que no se plantea abdicar tres días, como hizo Balduino. Los golpistas, ya en la puerta de Lledoners, ahora sí, reconocen, para salvarse, que toda la parafernalia de la independencia, iniciada el 1-O, no era más que un intento de doblegar la legalidad constitucional y que no había ningún mandato, ni fiel, ni legal, ni real, hacia la independencia y relativizando la unilateralidad. Cuando estos presos políticos afirman que no se arrepienten, ni siquiera lo hacen, del flagrante engaño infringido a sus seguidores, quienes ya han empezado a tildarles de traidores, que deberían quedarse en la prisión de la cual se pretende que salgan. De los fugados, mejor ni mentarlos.

El daño y el dolor finalmente se habría producido a todo un país por igual; a los que no se creían que en plena democracia pudiera darse un golpe de estado, ficticio o no, y a los crédulos seguidores que siguieron, cual discípulos sin criterio, el canto de sirenas, dado por autentico. Hoy el enfrentamiento entre facciones independentistas se incrementará con los seguidores que reconocen un engaño, que procede de la palabra directa de los “ídolos” que los engañaron. La oposición a los indultos tiene que ver con la ausencia de garantías de resarcimiento de lo sufrido. Los que los apoyan incluyendo patronal, sindicatos e iglesia son también ofendidos y ninguneados, pero que no quieren verse tildados de un afán de venganza revanchista. Su posición es un intento, – esperemos que no en vano- , de que “la vida”, vuelva a la normalidad. Conceptos como magnanimidad, fortaleza y generosidad, encerrarían una grandeza que los separatistas no tuvieron para los sufrientes catalanes y resto de españoles, atacados y perseguidos, mientras duró el proceso. Conceptos estos que les exoneran de cumplir todo el castigo de la sentencia. La expectativa buenista pretende sacarnos a todos de la pesadilla, para volver a la normalidad y, por ende, a una democracia aun inexistente en Cataluña. Todo un reto, con la esperanza que detrás de los restos de este naufragio, hoy en proceso de rescate, no haya un nuevo engaño.

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