Messi y la batalla emocional

El retorno a la actividad en el FC Barcelona también ha sido de lo más movida a raíz del caso Messi, que sacudió a la entidad durante las vacaciones de verano. El desastre de Lisboa, que se añadía a los de Roma y Liverpool, hizo mucho dañol y el argentino se cansó de trabajar en un equipo poco competitivo que no daba la talla en los grandes momentos. Así parece que se lo había comunicado al Presidente, y también que Bartomeu fue mareando la perdiz hasta que el crack se enfadó y envió el famoso burofax. A partir de aquí, el juego de los líos y titulares en la prensa de los que no ayudan nada a dar estabilidad institucional.

Pero, como que la industria del fútbol también ha sido golpeada por el coronavirus y los clubes han tenido que construir las plantillas de prisa y corriendo y con menos dinero de los que pensaban –la Asociación de Clubes Europeos (ECA) asegura que los clubes perderán 4.000 millones de euros hasta la temporada 2020-21 debido a la crisis–, Messi tampoco ha encontrado donde ir y se queda a regañadientes. El final que el socio quería –que Messi continuara siendo el referente del equipo–, pero con unas circunstancias poco satisfactorias. Los dos protagonistas de esta crisis, el Presidente Josep M. Bartomeu y Leo Messi, tendrán que convivir juntos unos meses más, pero veremos si esta relación se puede mantener en un segundo plano y el equipo de Koeman puede evadirse del mal ambiente institucional, el clima electoral y dar la talla en el terreno de juego. De momento, parece que los inicios en la liga son bastante prometedores.

Al final de este proceso, Messi ha conseguido ganar la batalla mediática con una entrevista muy bien diseñada en Goal.com que pasaba toda la responsabilidad al máximo mandatario azulgrana; entrevista que, fijémonos, no fue ni contestada por el propio Presidente, que con sus silencios compra las verdades verbalizadas por Messi. Con la entrevista, Leo abrió la batalla emocional, que continuará toda la temporada y durante la campaña electoral, porque puso sobre la mesa el frame que le interesa: el equipo no es competitivo porque ha habido una política deportiva errática por parte de la directiva. Las próximas elecciones del próximo 20 y 21 de marzo –si la moción no prospera– versarán entorno a los deseos del capitán y el socio acabará valorando la manera como los candidatos querrán hacer olvidar los últimos desastres en la Champions.

Messi jugó con fuego desde el principio. La frialdad del burofax y las pocas explicaciones que daban desde su entorno no le jugaron a favor durante algunos días de esta crisis. La opinión pública empezaba a virar. Bartomeu quedó a la expectativa desde el principio, se movió poco de su postura a la espera de que Messi rectificara o los tribunales le dieran la razón. Ahora bien, Leo tenía en la mano el as de las emociones, las que al final acaban prevaleciendo cuando uno analiza la gestión de una organización deportiva. Si bien "la pelota no entra por azar" –como siempre nos recuerda acertadamente Ferran Soriano, actual CEO del City Football Group– también es verdad que lo qué hace mover principalmente a los socios es el resultadismo; cuando uno está ante la televisión o sentado en la grada entiende muy poco de management y de números. Y, ahora mismo, el socio sabe que Leo Messi es un faro para el equipo, a pesar de que en determinados momentos de la pasada temporada el equipo sólo ha jugado para él y ha perdido el sentido de la colectividad.

Más allá de la crítica a las pocas explicaciones que dio Leo –que, por cierto, es el capitán del equipo–, el astro argentino también tendría que reflexionar en este otro aspecto: el fútbol es un juego de equipo y, posiblemente, no sólo basta con formar parte de una plantilla de grandes futbolistas que jueguen para él, también él tiene que formar parte íntegramente del juego colectivo. Con Ronald Koeman hemos pasado del famoso 4-3-3 a un nuevo sistema con doble pivote y tres centrocampistas (el 4-2-3-1). Messi tendrá que entender nuevos automatismos y se tendrá que adaptar a las dinámicas de un entrenador que, a diferencia de Valverde o Setién, ha venido a poner orden en el vestuario, a marcar perfil propio y ha dado galones a Ansu Fanti. La convivencia entre el héroe de Wembley y el mejor jugador de la historia del fútbol será otro punto caliente esta temporada: si los resultados acompañan puede ser el bálsamo para llegar tranquilos a las elecciones; si no servirá para echar más leña al fuego y evidenciar todavía más la rotura emocional entre Messi y el nuñismo sociológico que ha hipotecado al club en los últimos años.

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