El presidente de la SD Huesca, Agustín Lasaosa ha tenido que presentar su dimisión como consecuencia de la operación 'Oikos' contra la compra de partidos. Según ha trascendido de las primeras diligencias de la instrucción del caso, Lasaosa habría sido una especie de víctima de las maquinaciones de los dos supuestos jugadores capitostos de esta organización, Carlos Aranda y Raúl Bravo, después de un fallido intento de arreglo de un partido clave para el ascenso de Huesca a Primera División al final de la temporada 2017-18 frente del Nàstic.
Al parecer, este intento de manipular el partido habría generado una deuda de 100.000 euros que la banda de futbolistas reclamaba a Lasaosa mediante algún tipo de extorsión. Las escuchas telefónicas de la investigación han conducido a esta conclusión.
Después de su inesperada detención, Agustín Lasaosa reaccionó llamando urgentemente a un abogado catalán, Josep Maria Fuster-Fabra, penalista de reconocida experiencia y prestigio en diferentes ámbitos y especialidades. La razón por la cual eligió a este abogado y no a cualquier otro tiene su origen en el juicio contra Sandro Rosell en la Audiencia Nacional en que Fuster-Fabra representó a la mujer de Rosell y también acusada en el caso Marta Pineda.
En una de sus intervenciones, Fuster-Fabra se refugió en el ámbito del fútbol para aclarar su independencia en relación a los acusados, todos ellos de filiación y corazón azulgrana capitaneados por el mismo Rosell, expresidente del FC Barcelona.
Reconocido socio y seguidor del RCE Español, Josep Maria Fuster-Fabra, se declaró ante la sala como tal, 'perico' de corazón, remarcando que los únicos colores azulgrana por los cuales sentía simpatía eran los de Huesca.
En el juicio, Sandro Rosell y su mujer, como el resto de los acusados, fueron totalmente absueltos en el que se ha considerado un éxito procesal y judicial que no ha hecho sino aumentar la fama de Fuster-Fabra, que ha participado en numerosos casos de terrorismo contra ETA y los GAL y otros de igual complejidad y riesgo.
Por este motivo, Agustín Lasaosa decidió ponerse en manos de Fuster-Fabra, a quien no conocía de nada, cuando la policía se lo llevó detenido a declarar ante el juez.
