El presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha dicho siempre que el socio preferente del gobierno de coalición JxCat-ERC es la CUP. Los anticapitalistas, pero, hace meses que le reprochan su "inacción" y "parálisis" en el hipotético camino a la República catalana, y han ido despacio rompiendo con el ejecutivo de Torra. Anunciaron boicots en el Parlament, le dijeron claramente que no colaborarían con el gobierno, rechazan el Consejo por la República y han cerrado la puerta a aprobar –y, incluso, a negociar– los presupuestos de la Generalitat para 2019. Pero Torra seguía considerándolos "socios preferentes" y "amigos".
Los últimos acontecimientos, el enfrentamiento sobre la actitud en la calle y varias plantadas que la CUP le ha hecho, han llevado al presidente a explicar a su entorno más cercano que está asumiendo que ha perdido la CUP, y que incluso ve imposible recuperarla, cuando menos, a corto plazo. Ha tardado en despertarse, porque las señales eran más que claras. Pero parece que Quim Torra, finalmente, ha visto que la vía de la CUP sólo es compatible si son ellos los que marcan el camino. Y empieza a asumirlo.
