El presidente de la Generalitat, Quim Torra, cada día consolida más la bipolaritat política de su mandato. Si hasta ahora bailaba entre el uso de la unilateralidad y renunciar, entre la negociación con el Estado y los planteamientos inamovibles, o entre la consolidación de una república desobediente y la línea legalista del gobierno, el numerito de los Juegos Mediterráneos trajeron el presidente a la cumbre de un nuevo hit bipolar. Durante días, se mostró reticente a asistir a la inauguración del acontecimiento deportivo para no verse con el rey Felip VI.
Después, pero, escribió una carta al monarca para pedirle una reunión. Hasta última hora, mantuvo la incógnita sobre si iría o no. Y el mismo día de la inauguración, de buena mañana el Palau de la Generalitat filtraba a medios muy conectados con el independentismo que plantaría al rey. Pero sólo una hora después, su equipo se dedicaba a desmentirlo y decir que no estaba tomada la decisión, para finalmente, hacia el mediodía, hacer una comparecencia sin preguntas donde anunciaba que asistiría a la inauguración de los Juegos Mediterráneos. Por si esto fuera poco, mientras explicaba que coincidiría con Felip VI, criticaba la monarquía y explicaba que nunca más iría a ningún acto con el rey. Vale más una posición firme que dar vueltas y vueltas sin rumbo claro.
