El día en que el juez del Tribunal Supremo citó a los diputados que después enviaría a prisión durante la semana pasada, el Parlament parecía un tanatorio. Los independentistas se veían venir el peor de los escenarios. Los afectados lloraban con los suyos en los despachos. Grupos como el PSC y los Comunes se entristecían, a pesar de mantener un punto de vista más distante. Y en Cs, como hacen siempre, sonreían pero haciendo aquella cara de póquer que nunca se sabe si están contentos, asustados o pensando en la foto para Instagram.
Pero en un despacho, la iniciativa del magistrado Pablo Llarena cayó como una fiesta, como una piñata llena de caramelos, y rieron por lo que veían venir. De hecho, tanto fue así que la diputada de ERC, Jenn Díaz, que tiene el despacho muy cerca, hizo este tuit: «En los despachos del Parlament de ERC compartimos zona con el PP. Acabamos de oir como alguien ha reído después de leer en voz alta la decisión de Llarena. La miseria es esto». Una decisión que ya preveía prisión para los cinco diputados, que vaticinaba más tensión en la política catalana, y que enviaría a prisión personas con las cuales, más allá de la ideología, han compartido muchas horas de trabajo, no tendría que dar risa a ningún parlamentario. Pero en el PP lo deben entender diferente. Y ríen. Con sólo 4 diputados y después de una bofetada electoral de proporciones épicas y de medida descomunal. Pero ríen
