Así no deberíamos seguir

Cada día que pasa da la sensación de que más que encontrar salidas inteligentes y constructivas al contencioso sobre la relación política, social y territorial entre Cataluña y España la situación se complica y se hace más tensa. Mi impresión es que los independentistas continúan movilizados como siempre mientras los anti-independentistas están aumentando su presencia en las calles y en los medios.

Los datos del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat sorprenden. La pérdida de apoyo al independentismo que detecta su último informe quizás es más atribuible a la cohesión y crecimiento del movimiento anti-independencia que al desfallecimiento de los partidarios de la separación de España. Se nota en las banderas españolas que aparecen por las ventanas y balcones de nuestras ciudades. Simbólicamente ha aparecido una en la propia plaza de Sant Jaume acompañada, eso sí, de una cuatribarrada clásica.

La gran mayoría de militantes partidarios y contrarios a la independencia sólo beben de las fuentes informativas que coinciden con sus planteamientos. Unos y otros viven realidades paralelas. Los portales digitales y los medios volcados en la promoción del independentismo se hacen eco de las agresiones a militantes de la causa estrellada y a las sedes de los partidos y entidades que la defienden e ignoran las que sufren las personas, partidos y entidades que están en contra. Y en el otro bando mediático pasa lo mismo, pero al revés.

Las noticias falsas son difundidas o desmentidas en función de qué medios las publican o den a conocer. En ocasiones se hace difícil conversar con personas de uno u otro bando porque tienen informaciones no sólo diferentes sino contrapuestas. El caso reciente más exagerado, quizás, de esta tergiversación de la realidad es el mensaje que corrió por los grupos independentistas donde se acusaba al gobierno español de estar detrás de los atentados del 17 de agosto basándose en un tuit de una periodista de The New York Times que aseguraba que la policía había telefoneado al terrorista que condujo la furgoneta asesina por la Rambla, pocos minutos antes de que lo hiciera. El mensaje difundido por la red iba acompañado de la información escrita por esta periodista, donde explicaba que el cuerpo policial que había telefoneado el terrorista era el de los Mossos d’Esquadra. Nadie lo desmintió. Probablemente, en el sector anti-independentista muy poca gente se enteró de este mensaje.

No podemos continuar así. O no deberíamos hacerlo.

A los periodistas y a los medios de comunicación les corresponde otra función que ser las puntas de lanza del enfrentamiento civil.

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