«Así no», Rey

Decía Victor Hugo que «los reyes son para las naciones que están en pañales». España, a pesar de haber superado la cuarentena monárquica, democráticamente hablando, aún gatea. Como no podía ser de otro modo, el infantilismo del reinado da la razón al dramaturgo francés, autor mayúsculo de Los Miserables. Otro francés ilustre, Voltaire, decía que los reyes son como los maridos engañados, «nunca saben lo que pasa». Después de ver y escuchar el otro día el discurso de su majestad el rey Felipe VI sobre la crisis catalana, la frase del reputado ensayista cobra intención; o el monarca no se entera de lo que pasa más allá de la corte o, en realidad, no quiere enterarse.

Nos lo habían vendido como un mirlo blanco monárquico, un espécimen de incalculable valor, criado y alimentado en cautiverio con la única finalidad de que en su día, cuando su progenitor faltara, estaría preparado para hacer de rey, y hacerlo con una profesionalidad fuera de toda crítica. Felipe VI tomó las riendas de la España monárquica hace poco más de tres años. Su misión era borrar la lamentable imagen de un padre juerguista y mujeriego, más centrado en la caza mayor que en la estabilidad del país. Dadas las frecuentes meteduras de pata del rey ahora emérito, la misión no parecía imposible. Pero, después de ver sus titubeos en las rondas de conversaciones para proponer presidente cuando Rajoy se esforzaba por repetir, y especialmente ahora cuando, tratando de apagarlo, ha rociado con gasolina el fuego catalán, llegaremos a la conclusión de que el nuevo rey nos ha salido rana.

Hablando de él, en el año 2002 tuve la oportunidad de saludar al entonces príncipe y ahora rey, cuando éste presidió la cena anual de los empresarios de Igualada. La verdad es que, a pesar de asistir por razones de trabajo al evento, decliné amablemente participar en la ceremonia del besamanos porque, ya entonces, el personaje me daba mucha pereza y cierto recelo, y la cola que se formó para rendirle homenaje era larga y disuasiva. Me lo miré desde fuera y, visto ahora, el espectáculo me resulta impagable. Muchos de los que hoy lo niegan y maldicen, ayer le hacían genuflexiones y le rendían pleitesía. En aquella ocasión, el heredero de la corona parecía una estrella de rock debidamente agasajada por sus fans. La burguesía igualadina, también la plebe, babeaba ante la presencia del Borbón, el mismo que hoy repudia. Sólo faltó que alguien le tirara ropa interior -made in Igualada, por supuesto-, para redondear la velada.

Aquel príncipe se ha hecho rey, pero mantiene los pañales. Como dijo el presidente Puigdemont, «así no».

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