Hace unos cuantos artículos escribí que el verdadero presidente de la Generalitat es Oriol Junqueras y el tiempo me ha acabado dando la razón. Esta pasada semana hemos vivido uno de los episodios más delirantes protagonizados por la sopa de letras que nos gobierna. Lo más sorprendente de todo es que gracias a la incontinencia verbal de algunos hemos podido seguir el baile de bastones en directo. La purga estalinista de consejeros que comenzaban a plantearse el 1-O como una nueva costillada no sólo confirma que Junqueras ha dejado de ser el presidente en la sombra para mostrarse abiertamente como una implacable Cersei. También ha dejado claro que Carles Puigdemont sólo sirve para lucir cabellera Pantene en actos oficiales.
Cortar cabezas ya no se estila en Cataluña, pero las listas negras siguen siendo un clásico. Que el vicepresidente le diga al presidente que ha de remodelar su gobierno y que estos son los consejeros que se van y estos los que les substituirán es más propio de repúblicas bananeras que no de democracias europeas. Los que se han ido por no ser lo bastante insensatos para sacrificar su patrimonio por la patria lo han hecho reafirmando con matices su compromiso político con la desconexión con España. Por eso todavía espero que alguien nos explique las verdaderas razones de este asunto para despejar la sospecha de golpe de estado al más puro estilo de Juego de Tronos. Tiemblo sólo de pensar qué puede pasar cuando seamos independientes y nos gobierne Cersei Junqueras.
No me tranquiliza mucho que los republicanos digan que la lista negra de consejeros convergentes no es tan negra como parece porque se ha negociado con el destronado rey Artur Mas. Que se haya hecho sin que Puigdemont se haya enterado parece que es un detalle sin importancia. Para mí no deja de ser una vulneración en toda regla de los principios de la democracia representativa. Sin embargo, puestos a ser puristas Junts pel Sí lleva tiempo pasándosela por el forro: primero, escondiendo al verdadero candidato a la Generalitat detrás de los encantos de Romeva y ahora cambiando el gobierno de espaldas a un presidente puesto a dedo por Mas para que le caliente la silla hasta que pase este largo invierno.
De entre todos los nuevos consejeros destaco el nombre de Joaquim Forn, el delfín de Xavier Trias. Forn, últimamente muy metido en su papel de destripador de la hAda Colau para hacer méritos en la enloquecida carrera de los exconvergentes para designar alcaldable, es el nuevo consejero de Interior y no sé porqué no me sorprende. Creo sinceramente que es el cargo que más le va porque cuando CiU gobernó Barcelona como si fuera suya él fue el encargado de poner orden al caos y perseguir a manteros con la ayuda inestimable de la Guardia Urbana. Además, su discurso sobre seguridad y control policial de la vida cotidiana supera por la derecha al de los hermanos Fernández Díaz. Me reconforta que Forn sea el encargado de hacer cuadrar a los Mossos de Esquadra cuando reciban la orden de Madrid de detener al gobierno catalán por organizar referéndums ilegales en lugar de seguir la vía democrática de la oposición venezolana.
Hábil jugada la de colocar a Joaquim Forn de consejero para sacárselo de encima. A pesar de haber sido nombrado oficiosamente por Trias como heredero político en numerosas ocasiones, su perfil picassiano no ha acabado de gustar en el renovado partido. Por mucho que haya insistido su padrino, Forn no ha sido nunca un buen candidato para plantar cara a la hAda Colau porque lleva décadas moviendo los hilos en el grupo municipal convergente y forma parte de la vieja guardia pujolista. Además, ha envejecido muy mal y se ha vuelto muy agresivo, hasta el punto de dejar sin argumentos al grupo popular en su cruzada infinita contra el bipartito.
Con la marcha de Joaquim Forn a la Generalitat se acentúa la crisis en el grupo municipal demócrata para encontrar un buen candidato a dos años vista de los comicios locales y se pone en evidencia que lo que diga el ex-alcalde Trias ya no tiene tanta importancia.
