La cara B de Barcelona: barraquismo y pobreza en una capital europea

La Barcelona más brillante esconde los ciudadanos invisibles
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Cuatro paredes de plástico, maderas y cartones y un techo de chapa para protegerse de las inclemencias del tiempo. Un fogón, una palangana, escombros y un carrete de supermercado lleno de trastos para vender… No son imágenes en blanco y negro que nos transportan a la Barcelona de los 60, son fotografías digitales a todo color. Es el barraquismo del siglo XXI en la ciudad de postal de Barcelona.

Pensar en barracas es traer a la memoria una Carmen Amaya bailando entre uralitas y un Paco Candel viviendo en Montjuic. Barracas eran el Camp de la Bota, el Somorrostro y la Perona, el Carmelo, el Santo y Can Valero. Centenares de miles de personas vivieron en autoconstrucciones y barracas persiguiendo el sueño de Eldorado barcelonés, pero la limpieza preolímpica culminó un viejo anhelo del alcalde Porcioles: erradicar el barraquismo de la ciudad. Hasta ahora…

Sólo hay que ir a dar una vuelta con los ojos un poco abiertos. La Barcelona gaudiniana de postal, la que atrapa y deslumbra a los turistas, tiene una cara B. En la actualidad hay más de un millar de personas, la mayoría inmigrantes sin papeles, que viven en barracas en medio de la ciudad. Ya no se trata de barriadas que crecían a golpe de inmigración en las afueras de la ciudad. Ahora, un paseo nada transitado, una obra abandonada o un almacén sirven para improvisar con cuatro plásticos un lugar donde dormir resguardado del frío y de las miradas de la gente.

Los nuevos focos del barraquismo están dispersos por la ciudad: desde los modernos y gentrificados barrios del Poblenou y Poble-sec al poco conocido barrio de la Bordeta, al distrito de Sants-Montjuic o las Glorias. El ayuntamiento cifra en aproximadamente 62 los asentamientos irregulares en Barcelona, y donde viven alrededor de 450 personas. Es un 47% más respecto al 2015. Las barracas se han convertido en una opción de vivir para aquellos ciudadanos sin opciones.

MODERNIDAD Y BARRACAS

La joya de la corona de la Barcelona más smart y tecnológica, el 22@, convive con barracas escondidas en antiguos almacenes y solares vacíos. La cara y la cruz de la misma moneda. Durante los fines de semana proliferan los mercados con food trucks de comida biológica, ropa de autor y familias jóvenes que miran, sin ver, los inmigrantes que arrastran carros de supermercados llenos de chatarra hacia el almacén que les sirve de vivienda.

Las calles Pamplona y Llull, detrás de la Torre Agbar, y construcciones que han quedado abandonadas son los lugares donde se concentra el barraquismo en el distrito de Poblenou, el nuevo polo de atracción turística de Barcelona. A pesar de las inspecciones rutinarias de la Guardia Urbana, los asentamientos se hacen y se deshacen a toda velocidad. Las pocas pertenencias caben en una carretilla. Los vecinos de Poblenou denuncian que estas personas que viven en las barracas son un peligro para el mismo barrio por las condiciones de insalubridad en las que viven. Bombonas de butano, fogones sobre una hoguera, acumulación de basura con riesgo de incendio… Los barraquistas viven de la chatarra y de lo que encuentran en los contenedores y acumulan los desechos en las barracas.

Igual que las inmigraciones de los años 60, cuando los barrios se organizaron por procedencia, las barracas también se han constituido como guetos. En el Poblenou viven mayoritariamente hombres subsaharianos ymagrebinos, mientras que en los solares que rodean los grandes hoteles y edificios cercanos a la Torre Agbar conviven familias gitanas de origen rumano y portugués que viven en semibarracas adosadas a caravanas y furgonetas.

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