Turistas, ¡go home!

La vida es un viaje con un final ingrato. Así que no negaré que turistas somos todos. Sin embargo, ya va siendo hora de desenmascarar a estos espabilados que nos repiten que el turismo genera riqueza y que cualquier intento de poner un cierto orden a tanto descontrol va contra la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Constitución Española y el capitalismo del mundo libre. La riqueza que genera el turismo se la quedan unos pocos y el resto tenemos que soportar con resignación la destrucción del medio ambiente, la expulsión de los espacios públicos y el encarecimiento de los precios de la vivienda mientras invertimos más dinero público en el transporte y la limpieza de la ciudad.

Esta pasada semana se ha presentado un plan para intentar devolver la humanidad perdida al mercado de la Boqueria. Cada año lo visitan más de ocho millones de personas y este gentío no sólo ha acabado espantando al vecino de toda la vida, sino que ha provocado el aumento de los precios y una transformación de las paradas en bares encubiertos. Dudo mucho que limitar todavía más la entrada de grupos organizados sea la solución, porque los turistas pueden entrar por separado. Además, generara un gasto extra en vigilantes que tendremos que pagar todos los barceloneses. Igual que los agentes cívicos que rodean a la Sagrada Familia y que se dedican a perseguir a ciclistas mientras los turistas ocupan las aceras y hacen la puñeta a los vecinos.

Ha sido presentar el plan y retomar los ataques contra la hAda Colau por ir de nuevo contra la Marca Barcelona. Que si es un despropósito porque no se ha pactado previamente con los comerciantes, que si tanto control acabará provocando el cierre de negocios y la destrucción de puestos de trabajo… Que yo sepa, los comerciantes son una pequeña parte de la ciudad y su opinión no es más importante que la mía. Además, no está de más recordar que los mercados son equipamientos municipales con unas reglas que se han de cumplir y que los tenderos están de paso, como el resto de mortales. Y si no les gusta vender tomates porque ganan más vendiendo zumos a precios prohibitivos que rozan el atraco a mano armada, que les den.

Que el turismo genera ocupación es mentira. En todo caso contribuye activamente a la explotación laboral. Lo confirma el informe que acaba de presentar CCOO sobre la actividad turística y el empleo. Para resumir: que la invasión de turistas de este pasado 2016 no ha revertido en más trabajo –y mucho menos de calidad- como nos quieren hacer creer. La cantidad de empleo creado entre los años 2008 y 2016 sólo se ha incrementado un vergonzoso 0,63%. Es decir, que el empresario turístico no ha ampliado el personal a pesar del aumento de visitantes y de pernoctaciones. Lo que sí que ha hecho es precarizar todavía más apostando por las externalizaciones, la temporalidad, la economía sumergida, el aumento de horas y el recorte de derechos laborales.

El turismo no sólo es un mal negocio para la economía de un país porque es imprevisible. También se alimenta de las desgracias del vecino. Si el Estado español ha batido el récord de visitantes el pasado 2016 ha sido gracias a la inestabilidad política y a la amenaza terrorista que sufren otros destinos turísticos mediterráneos como Egipto, Túnez, Turquía o Grecia. En el caso de estos dos últimos países hay que recordar que el turismo ha caído en picado a causa de los miles de refugiados que huyen de las guerras en Siria e Irak y que se amontonan en las playas esperando poder entrar en Europa. Por eso, cuando escucho hablar de cifras récord de turistas no puedo dejar de sentir vergüenza.

A los que nos manifestamos el 28-E en la Rambla contra la gentrificación que está provocando la invasión turística nos han dicho de todo. Nos han acusado de ir contra el progreso y de sufrir turismofobia, y tienen toda la razón. Yo hace tiempo que dejé de ser el peatón amable que informa al turista despistado en cinco idiomas diferentes y, además, lo hace gratis. Ahora, cuando se me acerca uno de ellos preguntándome, me hago la sueca. Y eso los días buenos. Los días malos los envío en la dirección contraria para que aprendan que han de salir meados y cagados de casa, como decía el alcalde Clos.

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