Políticos ejemplares

Leo que Jordi William Carnes presidirá a partir de ahora el centro tecnológico Leitat de Terrassa y que, según asegura el diario Expansión, compaginará esta responsabilidad directiva con dos más: la de director general de Turismo de Barcelona y la de presidente del Centro Tecnológico de Cataluña. El incombustible Carnes, con más vidas que un gato y pocos escrúpulos ideológicos, se merece una gran ovación. Hizo carrera con el PSC, primero de la mano de Pasqual Maragall y después de los que desterraron al ex-presidente catalán cuando ya no lo necesitaban. Sobrevivió a la escabechina electoral de Jordi Hereu pasándose sin complejos al gobierno de Xavier Trias y ahora sigue cortando el bacalao con la hada Colau.

No me han sorprendido demasiado sus cambios de chaqueta. Carnes ha representado siempre el ala más liberal del socialismo maragalliano hasta el punto de pasar por la derecha al autodenominado socialdemócrata Trias. Fue el principal valedor de la privatización de los servicios funerarios municipales asegurando con una gran clarividencia que esto estimularía la competencia y bajaría los precios. Como todos sabemos, esta privatización no sólo ha favorecido durante años el oligopolio de dos empresas, sino que ha situado a Barcelona a la cabeza de las ciudades del Estado más caras para morirse. Así que, aprovechando que ahora el gobierno Colau creará su propia funeraria, pienso que sería interesante que alguien valorase si el visionario Carnes es la persona más indicada para seguir al frente del turismo barcelonés.

Él también es en gran parte responsable del plan de mercados municipales, ahora cuestionado por entidades vecinales y sociales de algunos barrios porque la remodelación al dictado de la Marca Barcelona ha ido acompañada de una privatización del espacio público en forma de supermercados y plazas de aparcamiento. Recuerdo como si fuera ayer la reforma del mercado del Clot. Se vendió a los vecinos como la solución para revitalizar el casco antiguo del barrio, pero se llevó por delante negocios familiares muy queridos y obligó a los que sobrevivieron a encarecer los precios para compensar la gran inversión hecha. Como pasó con las Olimpiadas, cualquier crítica fue considerada anatema. Y para remate, en una muestra de gran inteligencia, la reapertura coincidió con el aterrizaje del mastodóntico centro comercial Las Glorias.

Volviendo a su colección de cargos, me gustaría preguntar al señor Carnes cuál es el secreto de su éxito y cómo es posible que pueda compaginar tres ocupaciones de gran responsabilidad y no acabar loco. Lo digo porque yo, periodista condenada a la precariedad de forma vitalicia, tengo que trabajar en tres sitios diferentes para poder superar con mucho esfuerzo el sueldo de mileurista. Y para poderlo hacer tengo que hacer más horas que un reloj y organizarme la agenda al milímetro para poder llegar a todo e intentar no sufrir un infarto o un ictus en el intento. Como parto de la premisa que el señor Carnes no se limita a calentar sillas y a poner la mano a final de mes sino que cumple con las 40 horas semanales de rigor en cada empleo, no puedo más que sacarme el sombrero ante la gran capacidad de trabajo que demuestra.

Otros políticos como él, supervivientes de mil y una batallas, marcan el camino a seguir por la discreción y formas de hacer para mantenerse siempre a flote. Ahora me vienen a la cabeza Toni Comín, Ferran Mascarell y también Felip Puig, pero no son los únicos. Todos ellos miembros de una casta política catalana de gran pedigrí que brilla con luz propia y que siempre sabe dónde ponerse cuando toca repartir los premios en forma de cargos. No como el patriota Santi Vidal, cuya incontinencia verbal ha acabado con su buena estrella como senador. O igual es que el ex-juez –tan trabajador él- se aburría de no hacer nada y del sinsentido de su cargo, que también podría ser.

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