La práctica totalidad de los presidentes de los Estados Unidos, desde la proclamación de su independencia, en 1776, han sido miembros de logias masónicas. Es el caso, por ejemplo, del primero, George Washington, y del último, Barack Obama. En cambio, no consta que Donald Trump forme parte de la antigua fraternidad de la escuadra y el compás y, de hecho, lo ha demostrado con su programa electoral populista, xenófobo y autárquico, en las antípodas de los valores que representa la masonería regular.
Por eso ha sorprendido a los entendidos que en su discurso de toma de posesión, el pasado día 20, Donald Trump pronunciara esta frase: «La Biblia nos dice cuán placentero es cuando los hijos de Dios viven juntos y en armonía». Estas palabras son una alusión directa al salmo 133.1 del rey David, que forma parte de los rituales masónicos. ¿Por qué Donald Trump ha usado una clave masónica en su primera intervención presidencial, si él no es masón?
La explicación puede ser que quienes le redactaron el discurso sí lo son y que con la referencia al salmo 133.1 del rey David quisieron transmitir un mensaje tranquilizador a los «hermanos», dando a enteneder que tienen a Donald Trump bajo control. Sin ir más lejos, se sabe que el vicepresidente Mike Pence sí tiene fuertes vínculos con la masonería.
