A paso de cangrejo

Este sábado pasado no sólo hemos atrasado los relojes una hora para deprimirnos como cada otoño. También se ha atrasado un poco más esta España que tanto presume de ser una, grande y libre, pero que lo único que sabe es caminar como los cangrejos, siempre hacia atrás. Es como si estos insoportables diez meses de interinidad institucional, elecciones fallidas y traiciones de vuelo gallináceo sólo hubiesen servido para mostrarnos una vez más la miseria humana que acompaña a la política sin principios. Después de casi un año de reyertas dialécticas y de despilfarro de recursos públicos, hemos vuelto a la casilla de salida con la corrupción institucionalizada que representa Rajoy perpetuada cuatro años más gracias a los diputados susanistas.

Al margen de las represalias que el PsoE imponga a los díscolos y del futuro incierto que le espera al espectro de Pedro Sánchez predicando en el desierto del socialismo ibérico que no es no, lo que más me intriga ahora es el perfil del nuevo ejecutivo popular. A Mariano le hace falta un gobierno con mano izquierda con la oposición para garantizarse una cierta estabilidad temporal, por eso sospesa poner a Jorge Torrente y a su inseparable Marcelo como ministros de Defensa. No estaría de más que el dirigente popular se plantease también incorporar a su gabinete a una independiente como Rita Barberá. Me consta que en el Senado se aburre como una ostra sin perlas y seguro que haría una buena mascletà como ministra de Economía o de Interior.

No deja de fascinarme la maña que demuestra la prensa cebrianista al utilizar la florida prosa del diputado Rufián como cortina de humo para desviar la atención de la sangre que el apoyo a Rajoy con la excusa de la unidad de la patria ha dejado en Ferraz. Resulta que el independentista es de lo peor por haber dicho a la banda de Isidoro que ni son socialistas ni son obreros. Y que sí, que han traicionado la memoria y los principios que defendieron tantos hombres y mujeres –entre ellos, mi abuelo- arriesgando la vida durante la Guerra Civil y el franquismo. Es una pena que el cultivado Rufián no haya tenido tiempo de leer a Lenin y su estrategia política de pactar con el diablo porque podría haber aprovechado sus minutos de gloria en un Parlamento que no es el suyo para acusar a los abstencionistas de leninistas.

El pollo del Congreso también nos ha distraído del festival del humor que se vive estos días en can Colau y de la amenaza de moción de censura convergente. Sería la primera vez que se da una situación así en el consistorio, pero después de ver los matrimonios de conveniencia entre PP y PsoE en el Congreso, entre ERC y CiU en el Parlament, y entre BComú y PSC en el Ayuntamiento de Barcelona he llegado a la conclusión que el leninismo está hoy más vivo que nunca. Los convergentes, todavía traumatizados por la derrota electoral, quieren aprovechar el mal rollo existente entre comunes y republicanos para enviar a Colau al agujero del que no tendría que haber salido nunca.

No sé cómo acabará la cosa porque el erudito Alfred Bosch no soporta que no le entiendan los chistes y parece ser que Xavier Trias no le ríe nunca las gracias, pero si CiU fracasa en su estrambótico intento de recuperar el reino perdido –que sólo tiene lógica en clave de disputa interna por el poder- siempre podrá buscar consuelo en los brazos populares. Como en anteriores ocasiones, encontrará al hermano del ministro Torrente dispuesto a hacer lo que sea para eliminar de cuajo de la ciudad la pobreza y la desigualdad como hizo antes su padre, y el montón de cargos de confianza de solvencia contrastada que han aterrizado en San Jaume banda mar últimamente.

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