Macondo ibérico

Nuestra existencia colectiva transcurre en un bucle macondiano bien retorcido y sin fin. Es en este escenario de surrealismo mágico ibérico, incomprensible e inacabable, donde se pueden producir fenómenos tan extraños como que Francisco Correa acabe admitiendo que él en el fondo robaba para después repartirlo entre los pobres, que el PsoE tenga a Rajoy como cabeza de cartel y que una vaquilla se escape del matadero y se dedique a perseguir al comité de empresa de la Nissan, no sé si por ser comunistas como Correa o por ser socialistas como Rajoy. La realidad sigue superando con creces a la ficción en este Macondo tan nuestro y reconozco que no tengo ni idea de cómo salir de esta delirante situación más allá de hacer mofa.

Los aficionados a la ciencia ficción política hemos pasado una buena semana escuchando el relato que con todo lujo de detalles y frases para la posteridad ha hecho Correa de los caprichos mundanos de sus amigos del PP. Toda la declaración del caso Gürtel da para hacer una buena serie castiza protagonizada por Carpanta, pero yo me quedo con la explicación que exonera a Correa de toda responsabilidad y culpa. Resulta que el pobre hombre ha arrastrado toda la vida un insoportable complejo de hijo de exiliado pobre y probablemente comunista, y haber pasado tanta necesidad y vergüenza acaba pasando factura, física y mental. Delirante el relato del dinero fácil y de los regalos a la carta, y comprensible que el hijo haya querido matar al padre por el trauma vivido convirtiéndose en un cínico nuevo rico sin escrúpulos.

En este esperpéntico escenario sólo faltaba la gestora del PsoE. Las estrambóticas declaraciones del responsable de llevar a los socialistas al precipicio intentando justificar la abstención para perpetuar en el gobierno al presidente del clan de los Gürtel provocan vergüenza ajena. Más le valdría a este señor estar callado como hace astutamente –o no- el desaparecido Albert Rivera. La abstención socialista a favor de Rajoy no es el mal menor para España, es el mal menor para el PsoE porque muchos de los que llevan décadas viviendo de la cosa pública sin dar palo al agua se quedarían sin poltrona en unas terceras elecciones. Y ya sabemos que ahora cuesta más colocar a los políticos caídos en consejos de administración, y si no que se lo pregunten a la pobre Ana Mato.

Las efemérides de esta semana han culminado con la bonita historia de triste final de la vaquilla que el viernes pasado se pasó cuatro horas corriendo libre por la Zona Franca persiguiendo por igual a coches, policías y obreros. Dicen que los rumiantes no tienen muchas luces, pero esta historia demuestra que a veces tienen más que algunos políticos. La bestia saltó del camión que la llevaba al matadero de Mercabarna y huyó como si la persiguiera el diablo por la calle K hasta el aparcamiento de la Nissan, donde quedó atrapada. El show montado por los agentes de la Guardia Urbana para intentar atrapar al animal sin éxito me hace pensar en que el Ayuntamiento de Barcelona les tendría que pagar un cursillo para aprender a torear.

La vaca, creyéndose a salvo saltó rejas, abolló coches e intentó embestir a los trabajadores de la Nissan del turno de mañana, incluidos los miembros del comité de empresa de las diversas factorías de la multinacional que se tenían que reunir en la Zona Franca para negociar el convenio colectivo. Fueron cuatro horas de carreras, verónicas de aficionados y olés del público asistente que acabaron con la vaca sedada por una trabajadora del Zoo y posteriormente troceada para deleite de los humanos carnívoros. La imagen es una buena metáfora de esta España donde la izquierda vota al candidato de la derecha y los ricos son comunistas. Suerte tenemos del incombustible Miquel Iceta y de sus actuaciones estelares. Al menos podremos seguir riendo.

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