Guerra comercial hasta la firma del TTIP

En las últimas semanas estamos viendo lo que muchos economistas hemos calificado como la guerra por el libre comercio. Aunque suena exagerado este calificativo y probablemente muchos lectores no entenderán porqué estamos tan alterados, voy a intentar explicar el tema a través de los principales ejes que considero tanto como ventajas como desventajas para Europa.

En primer lugar, lo que está claro es que el TTIP -siglas que corresponden al Transatlantic Trade and Investment Partnership (tratado de libre comercio transatlántico)-, si entra en vigor, afectará a más de 800 millones de consumidores. Pasará a ser un mercado de proporciones gigantescas y, sobre todo, para las multinacionales. Europa ha ofrecido, a día de hoy, una rebaja del 96% en los impuestos de importación para los productos provenientes de los Estados Unidos. De momento, aún no hay ninguna contraoferta en firme por parte de los Estados Unidos que se asemeje a esta disminución en las tasas y, ni de lejos, será similar a la europea. Es decir, Europa quita prácticamente los impuestos y los Estados Unidos no corresponden con una medida similar. Este es el primer desequilibrio, pero seguimos.

A las empresas americanas tampoco les gusta tener que ceder parte de su mercado nacional a los europeos. Actualmente, el gobierno americano solo contrata empresas americanas. Este es el segundo desequilibrio.

El tercer desequilibrio es las restricciones de las exportaciones de gas y petróleo a Europa. Estados Unidos no quiere comprometerse a un suministro mínimo a Europa.

Según un estudio del Instituto IFO de Múnich, se calcula que el TTIP generará, aproximadamente, 1,1 millones de nuevos puestos de trabajo en Estados Unidos, mientras que solo en Alemania, como nación más favorecida en Europa por el TTIP, se crearán un máximo de 100.000 puestos de trabajo, diez veces menos. La expectativa es que los ingresos de los americanos aumenten un 13,4%, mientras que en Alemania será un máximo del 4,7%. Ya tenemos el cuarto desequilibrio entre Estados Unidos y Europa.

Si a esto añadimos, como quinto desequilibrio, que las multinacionales americanas se aprovechan de la inexistencia de un sistema fiscal europeo (cada estado tiene el suyo), que les permite recoger sus beneficios prácticamente sin pagar impuestos (tenemos el ejemplo de Apple, que por cada millón de beneficio paga 50 euros en impuestos, cuando cualquier parada de salchichas paga más) y no paga ni un céntimo más hasta que el dinero aterriza en Estados Unidos. Entendemos, así, porqué las multinacionales americanas tienen dos billones de dólares volando fuera del país.

Esta resistencia europea a no firmar este acuerdo, que es tan perjudicial en su redactado actual, es el principal motivo del inicio de esta guerra del libre comercio. Es lógico que los Estados Unidos quieran firmar este acuerdo por la simple razón que es el gran beneficiado.

El precio actual de la guerra comercial se inició con el descubrimiento, por un pequeño instituto americano, del escándalo de Volkswagen, algo que nadie se cree que sea algo que no sabía desde hacía tiempo. Por el contrario, Europa ha abierto el expediente fiscal a Apple y Estados Unidos ha respondido con la multa al Deutsche Bank. A día de hoy las bajas europeas son más considerables que las americanas. Veamos: Volkswagen ha sufrido una pérdida económica y de imagen enorme y el Deutsche Bank se ha convertido en un tema de estado para el Gobierno alemán, mientras que las pérdidas en el lado americano son asumibles. Está claro que Apple puede asumir de forma no muy onerosa el pago de los 13.000 millones. Así que con toda probabilidad será cuestión de tiempo hasta que Europa firme el TTIP y sus habitantes puedan disfrutar en plenitud de alimentos americanos manipulados genéticamente, cuya comercialización está ahora prohibida en Europa.

El TTIP es solo una muestra más de lo que el turbocapitalismo es capaz de hacer para conseguir sus fines.

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