Con los pies en el suelo

Los artistas o los deportistas que se hacen muy populares dejan a menudo de tocar con los pies en el suelo. Viven rodeados de tantos admiradores, de tanta gente que aplaude sus actuaciones o apariciones en público, que les es imposible comportarse como personas normales. No lo son y eso afecta su forma de relacionarse con otras personas y con la realidad.

Cuando tienes decenas de miles de personas aplaudiéndote después de interpretar una canción o de marcar un gol cuesta de combatir la tendencia a creerse una especie de Dios.

Este síndrome lo sufrió Artur Mas, cuando vio concentraciones multitudinarias que le aclamaban como líder de la marcha hacia la independencia de Cataluña. Confundió este apoyo con omnipotencia y convocó dos elecciones que le supusieron dos bofetadas consecutivas. A la larga, el hecho de no darse cuenta de la realidad que se escondía tras aquellos aplausos y halagos acabó con su carrera política.

Su sucesor, Carles Puigdemont, se ha dado un baño de multitudes este pasado domingo. ¿Incurrirá en los mismos errores de Mas?

Lo descubriremos en los próximos días. Los cientos de miles de personas que gritaban «in-inde-independencia», en Barcelona, Berga, Salt, Girona y Lleida, difícilmente aceptarán nada que no sea o parezca ser una Cataluña independiente del resto de España y, por tanto, de Europa y del mundo.

La gente gritaba «in-inde-independencia» pero no debatía si la mejor manera de llegar a ella era con una RUI, una DUI o quién sabe qué. Costaría mucho hacerles entender que, a estas alturas de la historia de la Humanidad, de independencias de verdad ya no quedan, y Puigdemont ha de intentar conseguir un status parecido a como era el de los estados independientes de hace unos años. ¡No tantos, por cierto!

Pero tendrá que tener en cuenta, también, a los otros catalanes. Los que no sudaron independentismo el domingo. Los que no quieren ser independientes y que se tomarían fatal que un buen día les dijeran que lo son.

No se puede contentar a todos. Tener los pies en el suelo significa ser consciente de ello. Y no es fácil actuar con serenidad y acierto cuando tanta gente sale a la calle para exigirte un objetivo y mucha otra gente se queda en casa cruzando los dedos para que nunca se alcance.

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