Futuro de los estudiantes a 8.000 euros el curso

Si el éxito de un salón ferial se mide por la asistencia de público, el de la Enseñanza ha tenido mucho. El fin de semana, miles de personas tuvieron que hacer cola pacientemente para comprar la entrada, probablemente después de maldecir no haber tenido la prudencia de adquirirla on line. Costaba 5,5 euros.

Una vez dentro, los jóvenes interesados en comprobar las diversas ofertas de estudios chocaban con una realidad mucho más costosa. Los diferentes expositores parecía que se habían puesto de acuerdo para ofrecer los cursos de grado a 8.000 euros. Y no sólo los centros privados. También universidades públicas elevan a esta cantidad el coste de las matrículas para determinadas titulaciones.

Tiempo atrás, los estudiantes contaban con trabajar durante el verano, períodos vacacionales o los fines de semana para poder hacer frente al coste de sus estudios. En los tiempos actuales, de precariedad y abusos laborales, es imposible que se planteen esta opción.

Los chicos y chicas que recorrían los diferentes stands del Salón de la Enseñanza analizaban, con ilusión, las diferentes propuestas de futuro educativo que se les ofrecían. ¿Cuántas de estas ilusiones quedarán frustradas por el coste de las matrículas?

Los jóvenes tropiezan ahora con una doble muralla para estudiar lo que les gustaría aprender. La selectividad y el coste de los estudios.

Un buen sistema educativo no es el que pone cuantos más obstáculos mejor a que los jóvenes estudien aquello que les interesa para que sólo se licencien ‘los mejores’.

Si caemos en la trampa de que ‘la letra con sangre entra’ o de que los estudios son una inversión económica que se ha de recuperar en la posterior vida laboral estamos pervirtiendo el sentido de la palabra ‘educación’ y empujando a las nuevas generaciones hacia una vida competitiva y triste que ningún padre desea para sus hijos.

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