Cataluña es un país de pecadores. Lo digo por la cantidad de mensajes que estos días circulan por las redes sociales pidiendo perdón por haber confiado en que la CUP votaría al delfín de Pujol. Una de las peticiones de perdón más destacadas ha sido la de Jordi Sánchez. Se disculpaba el presidente de la ANC por haber animado a los patriotas a votar partidos como la CUP. Supongo que esto de dar consignas para que el rebaño vote lo que tú quieres le debe venir de su amistad con el excomunista Rafael Ribó, con quien Sánchez ha compartido muchos años de maridaje, primero como consejero de la CCRTV a propuesta de ICV y después en la Sindicatura de Greuges.
La vomitera de declaraciones incendiarias en la red ha sido brutal. Desde el machista que ha dicho que en la CUP sólo hay tías feas hasta el cretino que ha equiparado a los cupaires con los populares y les ha culpado de que Junts pel Sí no pueda gobernar, como si quedarse corto en escaños a pesar de haber ganado fuese más culpa del otro como dice Rajoy que no un fracaso propio. Sin embargo, suerte tenemos de las redes sociales. Mucho peor sería que todos estos psicópatas salieran a la calle con la escopeta a cazar antipatriotas como quien va a cazar jabalíes.
Cataluña es también un país de traidores. Lo ha dicho Carme Forcadell, la presidenta del Parlamento más breve de la historia catalana moderna y también la menos adecuada para este cargo institucional por su incontinencia verbal y mental. Forcadell se ha lamentado del desengaño que le ha producido la traición de los cupaires y se ha quedado tan ancha. No seré yo quien hable de traición porque parece que últimamente en la política catalana vale todo, pero sí quiero recordar a Forcadell la Breve el engaño que supone haber escondido al candidato en el cuarto puesto de la lista y haber vendido que Artur Mas es el proceso como antes Jordi Pujol era Cataluña.
De traidores, Cataluña está a rebosar estos días. Como en el resto de casos, casi siempre injustos, la CUP se ha acabado añadiendo a la larga lista de botiflers que convergentes y republicanos han ido redactando desde que se puso en marcha el puñetero proceso. Todo muy de sociedad democrática y avanzada que respeta la crítica y acepta la diferencia, no como en España, donde o manda el PP o es el caos como hemos podido comprobar estos cuatro años. Sólo de pensar en todas las listas de buenos y malos que ha hecho la humanidad para justificar abusos y crímenes se me ponen los pelos de punta.
Nada de esto hubiera sido posible sin la colaboración entusiasta de algunos medios de comunicación, tanto públicos como privados, que no han dudado en hacer suyo el discurso oficial a cambio de la suculenta subvención anual del gobierno. Su participación en esta gran estafa, como ha dicho mi colega de luchas vecinales Xavi Monge, ha sido esencial para lobotomizar a parte del electorado. Igualmente lo han sido los opinadores al servicio del régimen como es el caso de Pilar Rahola, que desde que se convirtió en biógrafa oficial de Mas no ha parado de decir y escribir barbaridades.
Sin embargo, a pesar de ser un país de pecadores y traidores, los catalanes tenemos la gran suerte de vivir en un equilibrio perfecto entre el seny y la rauxa, entre la puta y la ramoneta como lo demuestran los 23 años de paz de gobiernos pujolistas. En este Macondo tan nuestro se dan hechos tan extraordinarios como una huelga de hambre de un día para que la CUP vote sí a Mas. Lo que menos importa es que en realidad los cumbayás hagan ayuno para digerir las comidas navideñas, este año todavía más indigeribles por el show asambleario anticapitalista.
Pasado el tiempo de la rauxa y con nuevas elecciones a la vista, parece que llega el seny. ERC, ni que sea tímidamente, pide ahora al líder de CDC que se sacrifique de verdad por el país. Después de ser abducidos por el lado oscuro de la fuerza, los republicanos están comenzando a ver claro que Artur Mas es un cadáver político y que su partido salpicado de corrupción es un freno a sus legítimas aspiraciones de gobernar Cataluña. Ahora más que nunca es el momento del sorpasso republicano.
