Oriol Junqueras ha visto cómo el afán rupturista de los simpatizantes de Podemos hace daño a las expectativas electorales de su partido. Si Podemos no se despista, además de quitar votos al PSC y a ICV también captará votos potenciales de la CUP y ERC. Muchos jóvenes y no tan jóvenes descubren en el mensaje rebelde de Podemos un atractivo superior al que, hasta ahora, sólo podían encontrar en la propuesta independentista.
Por eso, Junqueras tiene prisa por celebrar elecciones. Las necesita antes de que Podemos siga comiéndole el terreno y la moral. No es tanto que Podemos robe votantes a la CUP y ERC, aunque alguno caerá, como que gente que quizás habría votado por estas dos opciones no lo haga ahora porque dispone de la alternativa que representa el partido de Pablo Iglesias.
Artur Mas, que conoce esta angustia de la dirección de ERC, la aprovecha para intentar forzarla a aceptar la propuesta de lista única, con él a la cabeza. La reacción de Junqueras ha sido otra de sus ideas insólitas: convocar las elecciones ya y si ERC queda primera comprometerse a facilitar la reelección de Mas como presidente. Maragall hacía y decía «maragalladas». Las «junqueradas» hace tiempo que le hacen sombra.
Para remachar el clavo de la amenaza, Mas ha ordenado una de esas encuestas del Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat cuyos resultados se saben antes de preguntar nada a nadie. De repente, según el CEO, el porcentaje de catalanes independentistas ha caído nueve puntos y está por debajo de los que son contrarios a la separación de España. Y si ahora hubiera elecciones, CiU quedaría por delante de ERC. Es decir, «Oriol, si no te apuntas a la lista única continuarás de segundo de ‘a bordo’ y si hiciésemos el referéndum ahora, lo perderíamos».
El mitin de Pablo Iglesias en Barcelona acabó con L’Estaca, de Lluís Llach. Cuando Podemos estira, no sólo cae Junqueras sino que todo el proceso se tambalea.
