La moción de censura

17 de diciembre, miércoles. Esta es la fecha en que el Parlament de Catalunya debatirá las enmiendas a la totalidad a los Presupuestos del 2015 que ha formulado el consejero de Economía y Conocimiento, Andreu Mas-Colell. Esquerra Republicana (ERC) tiene aquí una oportunidad de oro para forzar la convocatoria de elecciones anticipadas. Si hace frente común con el resto de grupos de la oposición -que ya han anunciado que votarán en contra de este proyecto de ley- y rechaza los Presupuestos abocará al presidente Artur Mas a la convocatoria de unas elecciones anticipadas, como propugna Oriol Junqueras.

En democracia parlamentaria, la aprobación de las cuentas anuales es la prueba que determina la legitimidad de un gobierno. Si CiU no consigue superar este escollo quedará en minoría flagrante y se verá obligada a disolver el Parlament. Le queda el recurso de la prórroga presupuestaria, pero esto sería una agonía que anticipa la inminente liquidación de esta legislatura.

De razones para impugnar los Presupuestos del consejero «minnesoto» hay un montón. El capítulo de ingresos pivota sobre tres supuestos fantasmagóricos que sólo dependen de la «buena voluntad» política del presidente Mariano Rajoy y de los banqueros:

1. La activación, con carácter retroactivo, de la disposición adicional 3ª del Estatut de 2006 (759 millones)
2. Un anticipo sobre el Fondo de Competitividad (789 millones)
3. El impuesto sobre los depósitos bancarios que está pendiente de sentencia en el Tribunal Constitucional (635 millones)

¿Aceptarán el presidente del Gobierno español y los banqueros hacer este «regalo» a Artur Mas? ¿Es este el precio de la pax catalana: es decir, la «rebaja» del soufflé independentista y la convocatoria de las elecciones autonómicas en 2016?

Contando con estos hipotéticos ingresos, el consejero Andreu Mas-Colell se permite afirmar que los funcionarios de la Generalitat recuperarán el año que viene las 14 pagas y los interinos pasarán a cobrar el 100% del salario. Una golosina muy atractiva para los 160.000 trabajadores de la administración autonómica catalana, víctimas recurrentes de los recortes de los últimos años.

En su conferencia del pasado 25 de noviembre, el presidente Artur Mas condicionó, de manera rotunda, el adelanto de las elecciones -como reclama ERC- a la estructuración de una lista unitaria que reuniera a todos los partidarios del Sí-Sí en la consulta participativa del 9-N. Oriol Junqueras respondió a este envite con una doble exigencia: elecciones inmediatas, sí, pero con la fórmula del «paraguas» (varias listas con el denominador común de la independencia).

El juego del presidente Mas es muy claro: intenta diluir las siglas de CDC -totalmente maltrechas por los escándalos de corrupción- en una «lista de país» que, con la bandera de la independencia, le permita continuar surfeando. Ya sabía con antelación que ERC no aceptaría su plan, pero ha creado el «ambiente mediático», con la colaboración de los opinadores de guardia, para intentar culpabilizar a Oriol Junqueras de sabotear el proceso soberanista. Las últimas encuestas publicadas señalan que la «jugada» le ha salido bien. Ahora sólo le queda embaucar a algunos independientes de buena fe de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y de Òmnium Cultural para trufar la «lista de país» y -¡ale, hop!- CDC, y todo aquello que representa, ya ha sido refundada. Sólo queda por saber con qué nombre bautizarán a la criatura.

Pero los planes de Artur Mas penden de un hilo y se pueden ir fácilmente al traste. ERC, si quiere, puede hacer caer al Gobierno este próximo 17 de diciembre votando «no» a los Presupuestos irreales de Andreu Mas-Colell. Por su parte, el PSC y el PP tienen un «arma secreta» a su disposición que puede desestabilizar el calendario de CiU y ERC: la presentación de una moción de censura contra el presidente Artur Mas.

De argumentos para formularla no faltan. La acción de gobierno dirigida por CiU estos dos últimos años es un desastre. El país está parado y la Generalitat es incapaz de hacerlo funcionar. Para presentar una moción de censura hace falta que la suscriban el 10% de los diputados del Parlament y tanto el PSC (20 escaños) como el PP (19 escaños) pueden hacerlo. Con una moción de censura en marcha, según el reglamento vigente, el presidente no puede proceder a la disolución de la Cámara ni firmar la convocatoria de elecciones. El calendario aprieta: si, realmente, Artur Mas quiere convocar elecciones durante este primer trimestre del 2015 tiene como fecha tope para hacerlo el 28 de enero para realizarlas el 22 de marzo, último día disponible para no pisar la convocatoria de las elecciones municipales del 25 de mayo. Como es obvio, la presentación de una moción de censura impediría esta maniobra.

De todas maneras, yo tengo un interrogante que hace muchos meses que no puedo sacarme de la cabeza. ¿Por qué Mariano Rajoy no ha «filtrado» nunca a los medios de comunicación el dossier de las cuentas de la familia Mas en Liechtenstein y Suiza y sí, en cambio, los de la familia Pujol? Esta información fue enviada el 2008 por las autoridades alemanas al Gobierno español, gracias al «chivatazo» de Heinrich Kieber, un ex empleado del banco Liechtenstein Global Trust (LGT). Entre los 67 ciudadanos españoles que escondían dinero en este «paraíso fiscal» estaba Artur Mas Bernet, el padre del presidente de la Generalitat, y figuraban como beneficiarios del depósito de más de dos millones de euros su esposa y sus hijos.

Conociendo la trayectoria empresarial de Artur Mas Bernet es imposible que tuviera estos dos millones en el LGT, además de los 2,3 millones que le encontraron en la UBS de Ginebra. No eran suyos, es obvio que actuaba como testaferro. El dossier que tiene el Gobierno español sobre estas cuentas acabaría, en un plis-plás, con la imagen y la carrera política de Artur Mas y el presidente de la Generalitat lo sabe.

Lo digo sin tapujos. Hasta que no se aclare este misterio, yo no me creo nada, ni de Mariano Rajoy ni de Artur Mas. Es más: deduzco que actúan, desde hace años, de manera concertada y que se han dedicado y se dedican a tomarnos el pelo a todos los catalanes para que el dedo no nos deje ver la luna.

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