Estos días de julio de 2014 estamos asistiendo a los últimos estertores de la Catalunya pujolista. Aunque el presidente Artur Mas manifestara el pasado viernes, ante 2.500 empresarios, su intención de agotar la legislatura, la verdad es que estamos ante un «fin de régimen» y que los acontecimientos pueden precipitarse en breve. Ya sea con la dimisión inmediata de Artur Mas, ya sea con la convocatoria anticipada de elecciones.
Los síntomas de descomposición interna se multiplican. No ya solo son las conocidas disensiones entre el ala más soberanista de CDC y la UDC de Josep Antoni Duran Lleida. En el seno del gobierno de Artur Mas también se produce una división, cada vez más profunda, entre los «catalibanes» que encabeza Francesc Homs y los «pragmáticos posibilitas» que encarna el intrigante consejero de Justicia, Germà Gordó.
Desde la muerte de Franco, en Catalunya se han producido cuatro hechos relevantes:
1. El retorno del presidente de la Generalitat Josep Tarradellas y la consolidación de las instituciones catalanas a través del Estatuto de Autonomía de 1979
2. La victoria en 1980 de Jordi Pujol, que mantuvo el poder político durante 23 años y, desde la sombra, lo ha continuado ostentando hasta día de hoy
3. La frustrada reforma del Estatuto impulsada por el Tripartito, muy tebiamente refrendada en las urnas, y la sentencia adversa del Tribunal Constitucional
4. La transformación de ‘la Caixa’ en un banco y la consagración, hace unos días, del poder omnímodo de Isidre Fainé en las Torres Negras de la Diagonal
Una vez consumada la privatización de ‘la Caixa’ –que ha comportado el trágico «suicidio» del «príncipe» Joan Maria Nin– se abre el proceso para liquidar el «proceso». Era imprescindible que la transformación de ‘la Caixa’ se hiciera con el menor ruido posible y, salvo mi voz en el desierto catalán (antes le llamaban el «oasis»), el objetivo se ha conseguido satisfactoriamene. Para ello era preciso que el «ruido» independentista tapara la colosal conspiración que se estaba tramando en las Torres Negras. Los soberanistas han sido los «tontos útiles» de esta jugada maquiavélica de los poderes fácticos catalanes, dedicándose con ahínco a distraer al personal con sus «performances» mientras, entre bambalinas, se estaba cociendo lo «gordo»: la nueva estructura jurídica de ‘la Caixa’, su cadena jerárquica de mando y su traspaso a la órbita competencial del ministerio de Economía en Madrid.
En esta nueva tesitura, el soberanismo ya no sirve y es preciso acabar con él antes de que la gente se lo acabe creyendo. El proceso de derribo ha empezado este lunes con la tremebunda portada de El Mundo donde se señala a Marta Ferrusola y a cuatro de los hijos Pujol como evasores de dinero a Andorra, a parte de las ya conocidas andanzas financieras ilegales de Jordi Pujol Jr. y de su hermano Oriol.
Es la «caída de los dioses», en su versión catalana. El «núcleo duro» del pujolismo histórico –en términos de poder económico- lo formaban tres familias: los Pujol, los Sumarroca y los Rosell. Los padres se han salvado, de momento, pero los hijos arrastran la penitencia del pecado. Veamos su panorama procesal:
* Jordi Pujol Jr., imputado por blanqueo de dinero
* Oriol Pujol, imputado por tráfico de influencias y soborno
* Jordi Sumarroca, imputado en el caso Torredembarra por soborno
* Sandro Rosell, imputado por delito fiscal en el fichaje de Neymar
El presidente Artur Mas es el «consejero delegado» de los intereses de este clan, siempre bajo la estrecha vigilancia del consejero Felip Puig, que será el próximo en caer. En este año del Tricentenario asistimos a la dolorosa derrota del pujolismo, un sistema de gobierno a la «italiana» sustentado en la corrupción y la manipulación obsesiva de la opinión pública a través de los medios de comunicación.
En Catalunya, manda quien manda: Isidre Fainé. CDC, UDC, PSC, ICV, y ya no digamos ERC, están a su merced (¿quién le paga el sueldo a Josep Lluís Carod Rovira?) y Albert Rivera es un ex-empleado de ‘la Caixa’.
¿El 9-N? Es el segundo domingo del mes de noviembre.
