Un escándalo ensucia la orden de los Camilos

Renato Salvatore, el superior de la orden, ha sido detenido como parte de una trama que implicaría a figuras de la política y las finanzas
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Esta historia podría nutrir la imaginación de un novelista. La prensa italiana hace semanas que moja pan en uno de los últimos casos de corrupción que han sacudido el país. Durante el pasado mes de noviembre, la policía irrumpió en la casa que la orden religiosa de los Camilos tiene en el corazón de Roma, en la Piazza della Maddalena. El objetivo no era otro que Renato Salvatore, el superior de la congregación, de 58 años, un religioso fotogénico y aparentemente simpático, si tenemos en cuenta las imágenes que estos días ilustran la información de los grandes medios de comunicación de Italia.

Presuntamente, Salvatore formaría parte de una red organizada para delinquir en la cual sería una pieza clave el empresario Paolo Oliverio, un hombre con intereses en el sector hospitalario que habría tejido con Renato Salvatore una estructura de intereses basada en la construcción y el arreglo de una serie de centros sanitarios en manos de los Camilos. La alianza con Salvatore era crucial para él, pero un obstáculo se abría para coronar muchos de sus afanes.

El líder de los Camilos tenía que afrontar una reelección difícil en el mes de marzo, cuando su cargo se ponía en manos de una asamblea de delegados de la orden. Salvatore no las tenía todas consigo. El proceso electoral se presentaba complicado. Le preocupaba sobre todo la actitud de dos delegados de la orden, a quienes tenía por enemigos seguros. Y decidió pedir ayuda a su amigo y socio Paolo Oliverio.

Un secuestro
Del 9 al 13 de mayo tuvo lugar el 57º capítulo de la Orden de los Camilos. Coincidiendo con este encuentro, dos miembros de la Guardia de Finanzas, el cuerpo policial dedicado a perseguir el delito fiscal en Italia, retuvieron a dos religiosos que tenían que asisitir al encuentro de la orden y que eran, al parecer, adversarios jurados de Salvatore. Fueron sometidos a un interrogatorio y no se les dejó marchar hasta que Salvatore había sido reelegido.

Según ha informado la prensa italiana, los policías de la Guardia de Finanzas estarían vinculados a Oliverio y Salvatore, y el secuestro o retención formaría parte de una confabulación para facilitar que Salvatore se perpetuara en el poder interno (con un nuevo mandato de seis años) y que Oliveiro pudiera seguir gestionando sus intereses al frente de varios hospitales de la orden.

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